La realidad es que hace años en las escuelas de esquí nos insistían en que esquiásemos con los pies tan juntos como fuera posible, cosa que no es lo más cómodo y eficiente la verdad. Llegó el famoso ‘carving’ y pasamos al otro extremo, todos teníamos que esquiar con los pies (y piernas) muy separados para (teóricamente) facilitar el trabajo sobre el esquí interior y la conducción de los esquís… Hoy en día y cuando ya han pasado años desde la revolución del ‘carving’, aún discutimos sobre si se debe esquiar con los pies y piernas más o menos juntos…
Vamos a atacar la raíz del problema: ¿es mejor esquiar esquiar con los pies juntos o con los pies separados? Mi respuesta es… ni lo uno ni lo otro, debemos buscar esquiar con una separación de pies que nos resulte anatómicamente eficiente y nos permita transmitir de manera correcta los impulsos a través de la piernas y pies hasta la nieve en cada momento y situación.
El objetivo es adoptar una 'posición' natural que permita a las piernas trabajar de manera independiente y eficiente.

Si nos colocamos en un llano, parados sobre nuestros esquís, esa separación ‘natural’ de los pies que nos permitiría estar cómodos y que las piernas trabajen de manera eficiente sería más o menos el ancho de nuestra cadera (como habíamos ya adelantado en el anterior artículo de 'Back to basics'). ¿Pero es esa una solución correcta y constante a nuestra duda inicial?
¿Esquiar con una separación de pies aproximada del ancho de nuestra cadera nos lleva siempre a esa ‘posición ideal’ de esquí en que las piernas pueden trabajar bien?
La respuesta es no, igual que hace unos días cuando hablábamos de la ‘posición’ al esquiar, debemos relativizar un poco esa definición inicial de la separación ‘natural’ de los pies (y esquís) ya que ésta deberá adaptarse a cada situación en que nos encontramos y, también, a la posición del esquiador respecto a la nieve, en otras palabras, al ángulo que generamos respecto a la nieve.
Este último punto pocas veces se tiene en cuenta pero, hablando en lineas generales (y con el objetivo de mantener una posición anatómica que nos permita trabajar de manera independiente y eficiente sobre ambos pies), como mayor ángulo generemos respecto a la nieve, mayor será la diferenciación de flexión entre la pierna exterior e interior y mayor será también la separación de nuestros pies... Es decir, que la separación de pies que nos permite trabajar de manera eficiente la fase final de una curva muy larga y poco 'acabada' a 60 quilómetros por hora no tiene porqué ser la misma separación de pies que nos permita trabajar bien la misma fase de una curva corta muy cerrada a 40 quilómetros por hora.
Pero, para ahorrarnos otras mil palabras, mejor veamos un pequeño dibujo:

Que os parece? Podríamos decir que, pese a tratarse del mismo ‘esquiador’ y la misma ‘pista’ imaginaria, resulta que la separación de pies en la imagen superior parece poco eficiente y muy poco cómoda mientras que en la imagen inferior parece ‘natural’ y bastante eficiente. ¿Que ha cambiado entonces? Solamente la posición relativa del esquiador respecto a la nieve.
A mi entender, es importante darse cuenta de que la separación de los pies mientras esquiamos no tiene una relación directa con la separación de las piernas (puede darse el caso que los pies estén separados y las piernas juntas) y que esforzarnos por mantener una u otra separación de pies es un error ya que nuestra posición debe adaptarse a cada situación y momento.
Nuestro objetivo no debe ser nunca conseguir esquiar con los pies más juntos o más separados sino hacerlo con una separación de esquís que nos permita transmitir correctamente las presiones hacía la nieve, obteniendo de esta manera un esquí funcional, efectivo y eficiente.
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Sam Suarez,
Técnico deportivo superior