Siempre se habla de que debemos escuchar a nuestras sensaciones al esquiar para poder evolucionar y mejorar. Un ejemplo típico de esto es intentar apreciar las nuevas sensaciones que nos aporta un ejercicio que hacemos para mejorar un gesto técnico. En esta situación nuestro objetivo es apreciar esas nuevas sensaciones para poder después buscarlas (y si todo va bien, encontrarlas) en nuestro esquí habitual y mejorar de esta manera algún aspecto de nuestra técnica.
¿Pero que pasa cuando las sensaciones nos traicionan? ¿No os ha sucedido alguna vez que mientras esquiamos tenemos la sensación de que algo no va bien, de que no estamos ‘finos’ pero cuando preguntáis a otra persona os dice que lo ve todo igual? O peor aún, ¿no os ha sucedido nunca que a pesar de estar trabajando para mejorar algún gesto técnico vuestra sensación sobre los esquís es que algo va mal o a destiempo, que algo no acaba de funcionar?
Debemos entender que las sensaciones pueden jugar a veces a favor y a veces en contra nuestro y, aunque puede no ser fácil, debemos ser capaces de discernir que sensaciones debemos escuchar y cuales debemos ‘descartar’.
Poniendo como ejemplo la situación descrita anteriormente, si estamos cambiando algún gesto o intentando algo diferente en nuestra manera de esquiar es lógico que nuestras sensaciones sean ‘malas’ ya que estaremos saliendo de nuestra zona de confort e intentando algo diferente a lo que estamos acostumbrados. En esa situación debemos ser capaces de seguir esquiando e intentando ese cambio a pesar de que las sensaciones que obtendremos al esquiar no parecerán las ‘correctas’. No solo eso, sino que, aunque pueda parecer engañoso, debemos entender esas ‘malas’ sensaciones como algo positivo, como un signo de que algo está cambiando en nuestro esquí, algo estamos modificando y por eso nos sentimos ‘raros’. Con el tiempo, si el nuevo gesto técnico llega a ser asimilado, automatizado e integrado en nuestra manera de esquiar, esas sensaciones 'extrañas' irán desapareciendo.
En un principio puede ser difícil diferenciar que sensaciones escuchar y cuales ‘descartar’ y, por esta razón, es muy útil disponer de un profesor que nos guíe, explicándonos si lo que sentimos es normal o no y, sobretodo, si el resultado que estamos obteniendo, gracias o a pesar de esas sensaciones es el buscado. Si, además, se complementa el comentario del profesor con una grabación que enseñarnos (para relacionar las sensaciones que tenemos con un feedback visual), nos será todo aún más fácil.
De este modo, aprendiendo a entender las sensaciones que tenemos sobre los esquís y trabajando con ellas en la dirección correcta conseguiremos progresar y mejorar, no sólo eso, una vez nos ‘acostumbremos’ a trabajar correctamente con ellas, conseguiremos ser más autónomos al practicar cualquier nuevo gesto técnico y por tanto seremos también capaces de aprovechar más las horas de esquí.
Hoy os he traído un ejemplo real para ilustrar un poco todo esto…
Se trata de una alumna intentando modificar su manera de esquiar (estábamos trabajando los apoyos en las diferentes fases de la curva). La primera bajada que intenta la deja a la mitad, su feedback es ‘he parado porque estoy haciendo una bajada pésima, me noto fatal…’, acto seguido le enseño el vídeo y le explico que es ‘normal’ que se note rara pero que el resultado que está obteniendo es bueno y que la bajada era muy buena antes de que decidiese parar… No le doy ninguna instrucción nueva ni directrices técnicas, sólo le pido que vuelva a subir y que lo intente hasta el final esta segunda vez a pesar de que se note mal. Para hacerlo aún más fácil la grabé desde un poco más abajo en la misma pista.
A continuación podéis ver el vídeo y comparar las dos bajadas, veréis que la segunda no es mucho mejor ni peor que la primera (y que, de hecho, ambas están bastante bien), simplemente se mentalizó de que se iba a notar rara pero que eso no tenía porqué ser algo negativo…
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Sam Suarez,
Técnico deportivo superior