Pocas dictaduras a lo largo de la historia han sido tan perfectas como la de Corea del Norte. Y es que mientras la mayoría acaban cayendo al cabo de unos años, y poquísimas son las que acaban pasando de padres a hijos, en el caso del pequeño país 'juche' la dinastía perdura desde el abuelo al nieto. Comenzó Kim Il-sung, le siguió Kim Jong-il y ahora en manos de Kim Jong Un, tan o más sanguinario que sus predecesores.
Sancionado por la ONU por las atrocidades cometidas a la población, Corea del Norte se había abierto al turismo en los últimos años. Es una de las pocas actividades económicas que tienen permitidas, y ya depende de cada país prohibir o no a sus ciudadanos que viajen hasta el país de Kim Jong Un. Estados Unidos no deja que sus ciudadanos entren en Corea del Norte tras la muerte de un universitario de tan solo 17 años, encerrado en un campo de concentración por, supuestamente, arrancar un póster de Kim Jong Un.
En 2019, Corea del Norte recibió la cifra récord de 300.000 extranjeros, lo que le reportó unos ingresos de entre 90 y 150 millones de dólares, según los expertos. Luego llego el COVID y prohibieron la entrada de turistas.
Casi cuatro años les ha costado volver a abrir sus fronteras. Hace unos días un grupo de turistas rusos proveniente de la cercana localidad de Vladivostok pudieron contratar un paquete vacacional por unos 750 dólares que incluía el viaje hasta el aeropuerto de Pionyang. Y otro vuelo doméstico hasta la estación de esquí de Masikryong. El forfait no está incluido en el precio.
Entre los viajeros se encontraba Iliia Voskresenskii, una YouTuber rusa de 33 años que ha explicado al The New York Times las estrictas reglas de comportamiento que debían seguir en todo momento si no querían acabar en un campo de concentración como le pasó al universitario norteamericano.
A cada turista que llega a Corea del Norte se le asigna discretamente una o varias personas para controlar sus movimientos. Además, antes de ir hasta la estación de esquí, el grupo tuvo que visitar en Pyongyang, la plaza Kim Il Sung (fundador del país). Asistieron a una actuación musical juvenil en la que una chica cantaba vestida con un traje tradicional hanbok. Deben mantenerse erguidos con las manos en los lados, y depositar flores en las estatuas de los Kim.
Los viajeros, según cuentan algunos en sus redes sociales, se enfrentaron a menos restricciones de las esperadas durante el viaje del 9 al 12 de febrero. Pero algunas normas eran innegociables: Se les supervisaba cuando salían del hotel y tenían que pagar todo en yuanes chinos o dólares estadounidenses; no se admitían rublos rusos.
Voskresenskii explicó que pasaron una noche en Pyongyang y luego tomaron un vuelo hasta la estación de esquí, donde estuvieron dos noches más. La chica contaba que tiene todo tipo de instalaciones y maquinaria: telecabinas, telesillas, pisapistas, nieve artificial y hasta esquí nocturno.
Se puede hacer esquí nocturno en Corea del Norte gracias a esta pista iluminada en la estación de Masikryong
En Pyongyang, mientras Voskresenskii viajaba en autobús con otros turistas, apenas vio coches por las carreteras. Los guías locales llevaron al grupo de turistas rusos sólo a lugares donde no entraron en contacto con ningún norcoreano corriente.
En una tienda de recuerdos, Voskresenskii vio postales con lemas antiamericanos y decidió comprar una versión norcoreana de un juguete de Lego para sus hijos, pagando en dólares estadounidenses. La mayoría de los juguetes eran de temática militar, como tanques, y Voskresenskii eligió un cohete. Cuando vio una actuación de niños pequeños tocando el acordeón, no pudo evitar dudar de sus sonrisas. La viajera rusa añadió al diario que
Según Nicholas Bonner, cofundador de Koryo Tours, una agencia de viajes del Reino Unido con sede en Pekín, que es el mayor y más antiguo operador occidental de viajes a Corea del Norte, los guías turísticos norcoreanos suelen llevar a los turistas al Museo de la Guerra de Corea, a la Torre Juche -que recibe su nombre de la ideología estatal de la autosuficiencia- y a la estación de esquí de Masikryong.
Por lo general, todos los turistas y visitantes están estrechamente controlados por supervisores. Voskresenskii dice que estuvieron vigilados desde que tocaron tierra en Pyongyang y hasta que se fueron. Incluso mientras esquiaban en unas pistas prácticamente vacías, casualmente dos norcoreanos siempre merodeaban cerca de ella toda la jornada. Y la música patriótica sonaba de fondo.
Los turistas tienen prohibido recortar las fotos de las estatuas de los líderes Kim. Tampoco filmar las casas de la gente y no podían pasear solos.
Las agencias de viaje advierten siempre que hay que tener cuidado al hacer servir el Wi-fi, y en todo caso, siempre estará bastante limitado. También que no se debe salir del hotel sin la supervisión de un funcionario norcoreano. Tampoco se puede llevar ningún libro publicado en Occidente sobre el régimen de Kim. Se podían comprar carteles de propaganda norcoreana por 40 dólares.
Se puede hacer fotos, pero los funcionarios las controlan y algunas piden que no se compartan en redes sociales (aunque luego cada uno ya en su pais hará lo que crea conveniente). Las imágenes de trabajadores, agricultores o soldados estaban prohibidas.
Así que si algún día decides arriesgar e ir a esquiar a Corea del Norte, antes deberás saber que se te exigirán unas estrictas normas, que si no las cumples no se pagan con una simple sanción...
Las pistas suelen estar vacias porque se calcula que apenas 5.000 norcoreanos saben esquiar
En un país con problemas de electricidad sorprende que en Masikryong tengan incluso un sistema de iluminación para hacer esquí nocturno