Niseko se ha convertido en el Aspen o Courchevel de Japón. En los últimos años han empezado a abrir hoteles con cientos de habitaciones cada uno que cobran más de 2.000 euros por noche, y ya no hay marca de ropa de lujo que no quiera tener un escaparate en alguna de las localidades de localidades de Niseko, Kutchan y Rankosh.
A estos se les han unido galerías de arte, elegantes cafés con todo tipo de variedades y restaurantes con varias estrellas Michelin. También servicios de masajes, spas, etc...
Todo bien, la maquinaria está funcionado a 'todo trapo', pero se han encontrado con un problema: no tienen personal. Faltan muchos empleados. Y eso que se está pagando muy por encima del salario habitual. Los hay que incluso ofrecen alojamiento gratuito en habitación individual, y las estaciones de esquí hasta forfaits de temporada.
¿Y qué ha pasado? Pues se ha empezado a construir toda una industria del esquí de lujo sin que nadie se parase a pensar si habría suficiente personal para atender este tipo de turismo. Por ejemplo, los hoteles precisan de una persona dedicada exclusivamente a abrir la puerta del vehículo del cliente, ayudarle a bajar las cosas y aparcarlo en el garaje. Los restaurantes precisan de un camarero por mesa y un jefe de sala por cada cierto número de comensales.
Y el chef. Algunos restaurantes han traído cocineros con estrellas Michelín a base de talonario, como si fueran fichajes de fútbol.
Pero no todo el mundo ha podido solucionar el problema pagando. Unos porque no estaban dispuestos a pagar tanto y otros porque ni con todo el dinero del mundo han logrado ocupar todos los puestos.
Los japoneses no quieren irse a trabajar tres meses a las montañas nevadas de la isla norte. Y los extranjeros no lo tienen fácil en un país muy restrictivo en cuanto a la entrada de extranjeros. Las visas de trabajo se conceden muy a cuenta gotas y especialmente a europeos y americanos.
Por eso, cuenta el New York Times que un joven sueco escribió en un muro de Facebook que buscaba trabajo en alguna estación de esquí de Japón, y al cabo de una hora tenía nueve ofertas de trabajo. Cogió una para hacer de chófer que le permite usar el coche a título personal cuando no trabaje. Además le han dado un forfait de temporada, habitación individual y un salario un 50% por encima de lo habitual que prácticamente puede ahorrar por entero.
Mientras que la población local de la zona durante todo el año es de sólo unos 25.000 residentes, más de 1,3 millones de turistas pueden llegar entre noviembre y marzo, según la Asociación de Turismo de Kutchan. Con la reciente reapertura de las fronteras de Japón al turismo (hasta ahora cerradas por el COVID), los empresarios que suelen contratar temporeros extranjeros han tenido dificultades para obtener visados de trabajo. La debilidad del yen también ha disuadido a algunos trabajadores que no quieren aceptar lo que equivale a un recorte salarial.
Con la población japonesa en declive y en rápido envejecimiento y los estrictos controles de inmigración, la escasez de mano de obra no es exclusiva de Niseko. Y Japón no es ni mucho menos el único país que ha tenido que hacer frente a la escasez de trabajadores que se produjo cuando los países de todo el mundo salieron de la pandemia y reiniciaron sus economías.
Pero la zona de Niseko también está lidiando con una explosión de desarrollo, añadiendo alojamientos para más de 5600 personas desde 2017, un aumento de más del 30%, especialmente en propiedades de lujo.
Los hoteles de nueva construcción de marcas internacionales como Ritz-Carlton y Park Hyatt, requieren además de mucho personal. Están dirigidos principalmente a clientes internacionales, que cada vez más proceden de Hong Kong, Taiwán, Indonesia, Malasia y Tailandia. Muchos llegan con grandes expectativas puestas en la alabada cultura de servicio japonesa.
Pero se están encontrando con muchos negocios trabajando a medias. Por ejemplo el Niseko Park Hotel, un establecimiento de 45 años de antigüedad situado en la calle principal de Hirafu, explica en el New York Times que ha cerrado 49 de sus 89 habitaciones, ha suspendido el servicio de cenas y ha limitado la limpieza de las habitaciones a una vez cada cuatro días, según Chie Fukui, propietaria y gerente del hotel junto con su marido.
A los promotores turísticos locales les preocupa que la escasez de personal pueda dañar la reputación de Niseko. Algunos visitantes han notado la falta de personal. En NYT ha recogido varios testimonios como el de Florian Mines, un alemán de 55 años que lleva 14 viviendo en Hong Kong, y su hijo Felix, de 17. Esperaron 20 minutos para pedir un filete de un menú plagado de pegatinas de "agotado" en Tamashii, un bar de Hirafu. Esperaron otros 20 minutos a que la comida estuviera lista.
También en Tamashii, dos mujeres claramente agobiadas alternaban sus funciones de cajeras, camareras y camareras, apresurándose a servir las bebidas y los pedidos de comida. Rin Ebina, de 23 años, gerente del bar, dijo que quería contratar a unos 15 trabajadores más para cubrir cuatro restaurantes de la zona.
Y como algunos restaurantes no han podido abrir, los clientes se acumulan en los locales que están abiertos. Hasta las tiendas de comestibles registran grandes colas.
Por si todo esto no fuera poco, el ayuntamiento de Kutchan planea implantar nuevos códigos arquitectónicos que restrinjan la altura de los edificios en algunas partes de la ciudad. Esto no solo puede provocar aún más el encarecimiento de la vivienda, sino que se quieran implantar más empresas para dar servicio a todos estos turistas, ya que verán complicado que sus empleados encuentren alojamiento.
El intenso interés de los inversores por Niseko hizo subir los precios del suelo hasta un 50% entre 2014 y 2019, frente a una media de solo el 1,6% en todo Japón.