Sólo hay un sitio en el mundo que me hace sentir tan bien como California, y es mi propia casa en primavera. Aquí, donde vivo ahora, en la Sierra Nevada Norteamericana, el color del cielo, el aire, los tonos que adquieren las cosas matizadas por la especialísima luz, me produce una inexplicable felicidad. California es un destino que todo occidental aficionado al esquí debería visitar. Y explico por qué.
La combinación de buen clima y nieve asegurada es una de las razones. Las estaciones californianas baten records de días soleados por temporada pero, además, también baten marcas en espesores. El secreto está en que las tremendas precipitaciones son muy copiosas pero duran pocos días, a veces menos de uno, con lo que se suele disfrutar en seguida de días épicos, de sol y nieves - en general - bastante sueltas y profundas, que por la sequedad del aire duran frescas días y días en las caras norte de las laderas.
Ambiente, luz y matices casi eternemente primaverales.
Otra razón es lo innovadora que es aquí esta industria, los excelentes y variados servicios, la orientación al cliente y la diversidad de sus productos. Las familias se encontrarán con comodidades de todo tipo, una extraordinaria voluntad de agradar, e impolutas pistas para todos los niveles y perfectamente cuidadas; pero también los aficionados al fuera de pista, el freestyle o los baches encontrarán auténticos paraísos orientados a dar todo lo que se puede pedir e incluso más. La cultura del “fuera de pista” está muy arraigada, con lo que las áreas patrulladas y bajo control de avalanchas son inmensas. El terreno es muy vertical y variado y con una ventaja en la que mucha gente no suele reparar: al tratarse de montañas “viejas”, su configuración las hace bastante seguras ya que carecen, por regla general, de rocas afiladas, precipicios escarpados y valles profundos y sin salida, de modo que casi todo queda al alcance de la vista y, a pesar de que las inclinaciones medias son bastante superiores a lo que estamos acostumbrados en España, resulta difícil meterse en líos a poco que uno tenga experiencia y use la cabeza.
Aquí hace ya ocho años, en el lejano 2003, al lado del cartel de "Experts Only": el lema de Kirkwood, una de las estaciones - aunque pequeña - con más precipitaciones y mejor terreno del área de Lake Tahoe; totalmente volcada en programas de fuera de pista y el freestyle, aunque también ofrezcan buenos productos para el esquí familiar.
Interminables bajadas con buen polvo entre los característicos pinos americanos, además de luz y buenas temperaturas muchos días al año. Imagen cortesía de Mammoth Mountain.
El nivel fuera de pista entre los locales suele ser muy alto y la cultura del "freeride" muy arraigada en su mentalidad, siendo frecuente encontrate en itinerarios extremos incluso a "nietos compartiendo línea con sus abuelitas". Imagen cortesía de Mammoth Mountain.
Las comunicaciones a la casi totalidad de las más de treinta estaciones son también más fáciles que hace unos años, y volando a San Francisco, Los Ángeles o Reno, se puede conectar con los aeropuertos de Lake Tahoe o Mammoth Lakes por poner un par de ejemplos, o alquilar un coche - incluso una auto-caravana - y disfrutar de esas carreteras interminables y tranquilas que tanto hemos visto en las películas.
Y ahí voy con una de las razones más importantes por las que merece la pena viajar por California. Prácticamente todos, desde chicos, hemos crecido viendo películas ambientadas aquí y, quizás sin saberlo, esta cultura nos resulta tan familiar que llegamos a sentirnos como en casa. Cuando uno conduce por una de estas carreteras, duerme en un Motel o se para a tomar uno de esos horribles cafés de pucherillo en un bareto lleno de banderitas de equipos de fútbol o de béisbol, resucitan, de repente, todas esas imágenes que han conformado parte de su infancia, desde los western hasta las road movies en las que te escapas en un coche viejo de los buenos o de los malos. Así, te llegas a sentir el intérprete de la película, mientras todas esas imágenes evocan emociones que ni siquiera sabías que tenías escondidas en la memoria.
El típico pino "Limber" tras del cual, en una pelí, estaría vigilándonos un indio escondido.
El Bar Genoa, en la carretera del Ponny Express a su paso por Nevada, que reclama ser el más antiguo de la zona y en el que, aún hoy, pueden introducirse los dedos en los agujeros del calibre 45, dejados en la pared por los disparos de algún pistolero borracho a finales del siglo XIX.
Así, quizás merezca la pena venirse aquí con la idea de hacer algo más que esquiar. Un simple paseo por las calles de San Francisco, una visita al Parque Yosemite, un viaje por el Death Valley o hasta Las Vegas o, para los amantes del surf, un recorrido a todo lo largo de la Highway One - El Camino Real - desde San Diego hasta la playa de Maverik más al norte de la conocida Santa Cruz, puede convertirse en uno de esos viajes de los que uno nunca se va a arrepentir y en los que va a encontrar más de lo que esperaba. Porque a la aventurilla de hacerse unas cuantas palas extremas en unos días soleados y disfrutar de una de las mejor organizadas industrias del esquí, podremos tal vez añadir, gracias a las miles de horas "virtuales" que por la tele y por el cine ya hemos estado aquí en California, el sentirnos por unos días no sólo como en casa, sino, además, el protagonista de nuestra propia película.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2011