Juas, permitidme que titule de coña la segunda parte del artículo de hace un par de semanas, Los profesores españoles no son tan malos como crees. Y no es que me crea mejor que nadie, quien me conoce lo sabe, lo hago parafraseando a un compañero, un día en el que le afeé en la cabina que se fumara un cigarrillo, allí dentro, delante de su muy prudente alumna. Le hice un gesto con los ojos al encendérselo y me dijo, Carolo, a ver, que no todos podemos ser como tú; tú estás aquí porque te gusta el esquí y yo porque me gusta la fiesta. O sea, tú te dedicas a hacerlo mejor cada día, o a intentarlo, y yo a ganar lo suficiente para ir pasando, así que déjame vivir.
Nada que objetar a su sinceridad, aunque no me gustara el comportamiento. Y nada mejor que alguien que va con la verdad por delante, como veremos después. Pero sirva esta anécdota para presentar la idea principal de este articulito: la realidad del esquí no es la que querríamos que fuera, sino la que es. La gente esquía o trabaja en esto por las razones más diversas, y ese esencialismo purista de que todo el mundo sea excelente, sin más, no ayuda a mejorar las cosas, porque nos hace partir de premisas equivocadas, como decíamos la semana pasada.
Con todo, como soy de los que piensa que no hay que conformarse, comparto hoy aquí algunas de las ideas que he dado en los últimos veinte años:
Entrenemos más, malandrines
Conozco -y admiro- a varios compañeros entre casi sesenta y setenta años largos que siguen esquiando mejor que la gente de veinte que forman. No hay secretos; han seguido esquiando cada día y manteniéndose en forma. Son un modelo para todos a pesar de las mil dolencias de la edad. Cuando voy al bar y veo a alguien más joven quejándose de esto y de aquello, no puedo evitar pensar que estarían mejor esquiando. Todo el que ha estado hasta que cerraban La Visera a las cuatro y cuarto, o esquiando mojados en la niebla o buscando el hielo o el cartón los días jodidos, sabe quiénes estaban también allí y quiénes no. Si queremos que los profes nuevos esquíen, igual una buena estrategia sería dar ejemplo como esos compañeros que cito arriba.
Unido a esto, las escuelas podrían retomar la figura del supervisor, jefe de profesores o como se quiera llamar, y poner a la gente a reciclarse a diario cada vez que estén desocupados. Sé que cuesta esfuerzo y dinero, pero hay quien lo hace y, casualmente, a esos les va mejor. Los profesores nuevos y viejos no van a ser mejores por ciencia infusa, sino por la combinación del control de las escuelas y los clubes, de la inversión de recursos y del compromiso de todos. Cada empresa tiene su estrategia, unas elegirán diferenciarse en precio y otras en calidad, y tendremos que hacerlo ver a los alumnos para que puedan distinguirlas.
Formémonos, so flojos
Si estás leyendo esto y trabajas en la nieve, lo más seguro es que seas de los que se siguen formando y se interesan por el esquí más allá de su horario laboral. Un buen instructor no solo esquía bien, también conoce su mundo y además de esquiar, sobre todo, se comunica bien. Eso va desde los idiomas que habla o las herramientas que domina hasta su propia buena o mala presencia. Un detalle tonto: la Seguridad Social cobra su cuota de formación religiosamente y la mayoría de las escuelas no la aprovechan, habiendo mil habilidades duras y blandas que podrían enseñar, gratis o casi, a sus trabajadores.
Relacionado con eso, durante años he dado cursos de reciclaje en los que había básicamente dos tipos de instructores: los que siempre iban y los que siempre tenían una excusa. Los de la excusa que reconocen con sinceridad ser del grupo de mi amigo el del cigarrillo en la cabina son algo más respetables, juas, pero, por el contrario, hay un porcentaje de ellos que ni son conscientes de que pasan de todo, terminan sus clases y salen pitando, no van a un reciclaje ni cobrando y, luego, juas, son los primeros que cuestionan todo en vez de mirarse al espejo. Y aquí vamos al último punto.
Hablemos menos y hagamos más
El idealismo ha hecho mucho daño a la cultura occidental, juas, juas, así nos va. A la peña no se le cae de la boca “pasión”, "estilo de vida" y tal, pero una gran mayoría son de ese grupo de la excusa. La pasión la experimentan más bien por la caña y la tapita o por la fiesta, como confesaba abiertamente el compañero de la anécdota del principio. No hay nada de malo en decir que estás de paso y te dedicas a esto por la diversión. O por la pasión, salvo que no sea verdad y ni tú mismo te des cuenta. Infinitas personas piensan que basta con creer algo, aunque no concuerde con la realidad. Opinan que para ser un excelente profesional es suficiente con decirlo, tirarse al monte y ya, sin pagar el tributo en tiempo, compromiso y renuncias que cuesta una vida de intentar ser maestro en algo.
Una estación en la que trabajé tenía un eslogan que me encantaba, You are what you do: eres lo que haces. Conmino a todo el que detecte un problema en el mundo de la nieve, empezando por mí mismo, a que antes de juzgar a la ligera la situación, se pare a pensar si sus ideas coinciden con sus actos, si realmente ha estado ahí, tiene experiencia, ha errado y ha acertado y ha sido un ejemplo de algo bueno o malo, porque difícilmente puede analizarse lo que se desconoce y, por tanto, proponer soluciones más allá de las ideas sesgadas personales.
Y ya termino, intentando no perder el tono jocoso. Hay una oportunidad en que haya tanta gente mala, juas, juas, y es que no hay que ser tan bueno para destacar. Basta con trabajar, fijarse bien en los cambios y adaptarse. Y aceptar que pedir peras al olmo son ganas de frustrarse. Muchos piensan que las regulaciones, así, sin más, pueden arreglar los problemas y no caen en que, en los últimos 30 años, cada vez que se ha regulado algo en nuestro sector ha sido para poner las cosas más difíciles en el tema que estamos tratando. Pensémoslo, es muy improbable que un legislador, en su burbujita, vaya a atajar el problema de temporalidad, clima y turismo de masas en el que se ha convertido nuestro oficio y que hace que haya esa multitud de profesores que están de paso. Somos nosotros, como digo arriba, entrenando, aprendiendo sin parar y haciendo cosas constructivas, los que podemos trimar las velas en medio de estos roles de viento, si me permitís ponerme marinero, jaja.
Y aprovecho para dedicar este articulo a todos aquellos que, como hacen todo eso que digo arriba, son un ejemplo a la vez para profesionales y aficionados. De hecho, algunos lo fueron para mí, lo que me empujó a intentarlo estos treinta y pico años que llevo ya en el fregao. Todavía estoy en ello, no lo he conseguido pero no me desanimo, juas, juas.
¡Buenas huellas!
Carolo, febrero de 2024