Mucha gente se pregunta cómo controlar en las pendientes fuertes. En las pistas fáciles van bien pero, en cuanto el terreno se inclina un poco, la desconfianza hace que pierdan el control. La razón es muy sencilla y no es tanto técnica como mental: cuando evitamos la pendiente, bien rotamos o bien nos inclinamos y, por ello, perdemos el apoyo en el exterior. Este, sin presión, frena menos e incluso se acelera, lo que realimenta la sensación de nos ser capaces de esquiar con seguridad en las pistas inclinadas.
Solucionarlo es bien fácil: concentrarse en el bastón. Sabemos que la mera intención de clavar nos dará varios beneficios: flexionar tobillos y rodillas, angular la cadera, echarnos hacia adelante y orientar el cuerpo en la dirección de la nueva curva. De propina, al tocar con el bastón en la nieve, tendremos una dosis extra de equilibrio. Lo explicábamos en este artículo del año pasado, pero veámoslo en la siguiente secuencia:
A medida que dirigimos la punta del bastón hacia la pendiente -cuesta abajo- la masa del cuerpo se desplaza sobre el exterior, deformádolo, haciéndonos girar, frenar y conseguir el control.
Lo extraordinario de este truco es que, con un solo foco, sin complicaciones ni pensar en ochenta cosas a la vez, simplemente buscando dónde clavar cuesta abajo, conseguiremos unir todas las piezas del puzle: flexión, angulación, posición, anticipación... No solo giraremos con control sino que, además, con esa autoinstrucción sencilla y clara, probablemente no dejaremos sitio a los pensamientos negativos. Haremos que desaparezcan y, además, por si fuera poco, la percepción inmediata de que el gesto funciona, realimentará positivamente la confianza, favoreciendo que encadenemos una clavada tras otra, una curva tras otra, con fluidez y eficacia. Incluso con gracia, quien la tenga, juas, juas.
¡Buenas huellas!
Carolo, febrero de 2024
Fotos: Jan Vokaty 2011. Carolo, Mammoth Mountain.