El miedo es normal. Un mecanismo, puesto ahí para sobrevivir, que todo el mundo experimenta. Mucha gente tiende a pensar que su caso es especial y que son incapaces de controlarlo. Y sí, es cierto que cada cual lo gestiona con mayor o menor maña, pero también es verdad que, no dejarse dominar por el miedo es una habilidad que, hasta cierto punto, puede aprenderse. En este articulito no vamos a teorizar sobre el asunto porque ya lo hemos hecho en años anteriores, pero sí vamos a dar un par de trucos para salir de las típicas situaciones que nos dejan bloqueados.
Como decíamos hace tiempo, una de las claves está en mirar al sitio adecuado. Si dirijo la vista muy lejos, al fondo de la pendiente, el ojo me traiciona y me hace verlo todo mucho más empinado. Por el contrario, si miro aun lado de la pista, a la zona inmediatamente más allá de mis esquís, podré apreciar la inclinación real y veré, para mi tranquilidad, que es mucho menos pendiente de lo que parece mirando al fondo de la misma.
Una vez que tengo esa zona del terreno en la visión, puedo preguntarme ¿soy capaz de girar ahí? Me empujaré con los bastones y, en cuanto esté deslizando, pensaré en ponerme de pie. Ese gesto de extender hará que, al estar en diagonal, trasfiera automáticamente la presión al nuevo esquí exterior y, al equilibrarme sobre él, empiece el viraje con celeridad y control. Si no tengo la suficiente confianza, puedo abrir una cuña inmediatamente después de ponerme de pie (el desdoblar las piernas, además, facilitará la apertura y, por tanto, la orientación del esquí en la dirección de la vuelta). Antes de que me dé cuenta habré girado y estaré mirando en la dirección opuesta. Lo único que tendré que hacer es volver a examinar el terreno, elegir esa zona frente a mí donde sé que puedo girar, ponerme de pie y hacer una nueva curva.
Si nos fijamos, estamos buscando un foco externo claro y repitiendo un “mantra” que nos hace concentrarnos en lo que estamos haciendo. Eso, por sí mismo, aparta los pensamientos negativos que suelen acompañarnos durante la bajada y nos hace esquiar, sin distracciones, con eficacia tremenda. Parece demasiado simple pero lo cierto es que, a la mayoría de la gente que cree no saber gestionar el miedo o la simple incertidumbre, lo que le pasa es que, sencillamente, no tiene clara la tarea que tienen que llevar a cabo y se aturullan, perdidas en un diálogo interno negativo sobre las circunstancias o sobre su propia competencia. Sabiendo qué hacer y en qué concentrase la cosa es mucho más fácil.
Puede que sea un experto y lo que me genere incertidumbre sean las pendientes realmente empinadas. La estrategia es la misma, pero, en este caso, no podremos evitar mirar hacia abajo calculando el itinerario. El truco está en concentrase en la clavada de bastón, y buscar ese sitio concreto, más allá de los pies, donde vamos a clavarlo. Como sabemos, la clavada por si sola hará que flexionemos, angulemos y, además, al hacernos apoyar con gran seguridad en el exterior, posibilitará la extensión con la que desencadenaremos la nueva curva con funcionalidad, precisión y seguridad.
Foto: Jan Vokaty 2011. Carolo, Mammoth Mountain.
El secreto de la pendiente es sencillo: desarrollar la habilidad de concentrarse en lo que hay que hacer y apartar aquello que nos distrae. Los pensamientos inconexos y negativos que nos desconcentran y nos hacen fallar realimentan la sensación de descontrol y de miedo; por el contrario, los que inducen gestos funcionales evidencian la propia competencia y generan sensación de confianza. Por supuesto, hay que practicar en entornos controlados y, aun así, habrá ocasiones en la que no podamos gestionar bien el miedo, al menos a la primera, pero de eso ya hemos hablado en otros artículillos.
¡Buenas huellas!
Carolo, marzo de 2022