Pues sorprende que todavía haya discusiones sobre los pies juntos o separados. Hay un consenso internacional bastante extendido sobre que cada cosa tiene sus ventajas; resumiendo mucho, los pies separados dan estabilidad y los pies juntos movilidad. No obstante, todavía hay gente empeñada en la separación de las piernas que nos impusieron desde finales de los 90 y hasta bien entrada la primera década del año 2000, sin caer en la cuenta de que hoy, hasta en la Copa del Mundo de alpino, hay atletas con las anchuras de traza más diversas, lo que demuestra que la separación más funcional de los pies es algo que puede cambiar y que depende de cada individuo, de la velocidad, del terreno y de las elecciones tácticas que uno haga en cada momento.
Y sorprende más cuando uno, aunque no lea, echa un vistazo en internet y no deja de ver cada vez más profesores esquiando con las piernas juntas (juntas, que no bloqueadas, que no es lo mismo). Personas que vienen de la competición de alpino y que, sin duda, saben ir con las piernas separadas, pero que han elegido esa postura por muchas razones, tanto funcionales como estéticas. Y sí, estéticas también porque, no lo olvidemos, el esquí de ocio tiene un componente legítimamente individual. Pero las razones funcionales son suficientes, creo, y hoy vamos a hablar de tres: la ventaja de que las fuerzas se gestionen mejor, la toma de ángulos más funcional y, relacionado con las anteriores, nuestra morfología de bípedos, diseñados para mover una masa grande y alta desde una base pequeña y ágil.
Y, empezado por esta última, nuestro diseño biológico, ya saben, unos cuantos millones de años de evolución y todo eso, es el primer error en el que se incurre al pensar que, con una base amplia se va a tener más estabilidad; o sea, que con los pies separados se va mejor. Y no. O no exactamente. Los bípedos estamos diseñados para regular un equilibrio inestable -no estable- desde una base pequeña que es capaz de moverse rápidamente en varias direcciones. Así, un centro de gravedad relativamente alto se mantiene en equilibro gracias al movimiento ágil de las piernas y los pies, y las compensaciones del tronco y los brazos. Si abrimos las piernas mantendremos mejor el equilibrio mientras estemos parados, por ejemplo, haciendo una sentadilla. Pero en cuanto estemos en movimiento, las piernas separadas impedirán a los pies moverse con libertad y al tren superior compensar con funcionalidad. Probémoslo ahora mismo, a ver si somos capaces de generar movimiento más rápida y eficazmente con los pies juntos o separados.
Y esto nos lleva a la siguiente explicación que ya dimos hace años hablando de esquiar en los baches. Si los pies están muy separados, los vectores de la fuerza de reacción de la nieve que llegan desde el suelo a nuestro centro de gravedad tienen direcciones e intensidades muy distintas. En un terreno liso puede que no nos traiga complicaciones pero, en cuanto este sea mínimamente cambiante, mucha separación en los esquís hará que gestionemos cada vez peor el equilibrio. Esta es la razón simple por la que los especialistas en baches esquían con las piernas juntas: porque sus pies perciben así fuerzas similares que le hacen adaptarse y equilibrarse mejor. Empirismo de andar por casa que se le llama a esto, juas (o empirismo de ir por la pista, si quieren).
Finalmente, hay otra cuestión anatómica. Se suele creer que con las piernas separadas se cantea mejor ya que un pie no estorba al otro, pero esto es un error de apreciación. Los pies pueden ser independientes a pesar de que las piernas sigan juntas, y uno de ellos subir prácticamente hasta la mitad el fémur, permitiéndonos tomar ángulos enormes. Para que los esquís estén separados más de medio metro no hace falta abrir las piernas lateralmente, sino dejar que ambos pies sean independientes y que el interior pueda subir hasta situarse bajo el trasero. Curiosamente, si el interior sube mucho con las piernas separadas, puede que el fémur desalineado nos obligue a sacar la rodilla para igualar el canteo de ambas piernas, desviando, además, el foco de ese apoyo sólido monopodal que tenemos en el esquí exterior.
Y, en fin, ya me estoy pasando hoy con la prosa fluida y toca poner un vídeo donde mi amigo Richard Berger, capaz de esquiar con los pies juntos, separados, y haciendo el pino cuesta atrás si hace falta, demuestra cómo se puede variar el ancho de traza de manera natural, adaptándonos a las condiciones del terreno, pero, también, por qué no, a nuestra muy legitima y personal manera de interpretar el esquí.
¡Buenas huellas y feliz otoño juventú!
Carolo, noviembre de 2019