Cada comienzo de temporada me fijo en ellas, y no me refiero a las de buen ver, jaja. Aparecen silenciosas por la estación, concentradas en lo suyo, siempre cargadas con algo, vigilantes a las evoluciones imprevisibles de los niños. Probablemente han salido esa tarde del trabajo con prisas, estresadas para que todo esté listo a la hora de partir; la ropa, los esquís, tal vez la comida del fin de semana, las medicinas del que está enfermo… Han hecho un camino largo hasta la estación atentas a todo, alerta a los problemas del trayecto, previendo cómo estará el apartamento o el hotel y, aún, con un mundo de tareas pendientes por delante. Sin un minuto de descanso real. Cuando vuelvan a los pocos días a casa repetirán el mismo patrón de entrega y compromiso.
Casi nadie repara en ellas, seguramente porque están concentradas en cada uno de los detalles en los que, los que no somos madre, o no desempeñamos ese papel, jamás repararemos. A veces las tratan con condescendencia o desdén cuando llegan al alquiler o a la escuela, como dando por sentado que son un personaje secundario. No se ofenden, van al grano, no pierden el tiempo compitiendo y demostrando que también son tan aficionadas como nosotros, aunque muchas esquían mejor, saben más del reglamento FIS o han reparado más esquís que yo en el club de sus hijos. Conozco muchas de ellas. Por supuesto, a pesar de dar prioridad a las necesidades o las apetencias de su familia sobre las suyas propias, seguramente siguen deseando esquiar tanto como el que más. Pero están ahí, cumpliendo un papel superior, un propósito, sin que todo el mundo lo perciba o lo valore.
Un estudio revelaba hace poco que las madres toman el 80% de las decisiones de compra en la familia. Me pregunto, en este sentido, cuánto debe a las madres la industria del esquí ¿Sería posible el ocio sin la participación en la sombra de todas esas madres tomando decisiones, guardando las espaldas durante toda una vida, trabajando mientras otros descansan, formando la gigantesca base de una pirámide sobre la que se edifica toda una sociedad? Hace poco leía unos comentarios despectivos hacia el esquí llamado “familiar”, y me preguntaba si el figura del freestyle que los hacía no tendría tal vez una madre, no se acordaba de ella, o nunca ha reparado en el colosal y complejísimo camino que ha seguido la civilización entera hasta permitirles estar despreocupados, con sus amigos, esquiando en una estación. En el papel que cumplen esas madres - o su figura equivalente, pues a veces no la representa la madre real – en que funcione este portentoso mecanismo social que permite a tantos crecer confortablemente y disfrutar de momentos impagables.
No sé si existe el día de la madre esquiadora, pero ya estamos tardando en crearlo, juas. Mientras, sugeriría a mis colegas y a mí mismo que, cuando entre una madre por la puerta de la tienda, del bar o de la escuela, guarden los prejuicios, vean a la esquiadora que tienen delante y reflexionen sobre ese papel formidable en la industria de nuestro deporte, impagable, insustituible, a veces heroico y voluntariamente silencioso que nos pasa, tan a menudo, totalmente desapercibido.
¡Buenas huellas!
Carolo 2014
La foto de portada ha sido cedida a través de Retroski por la colaboradora de Nevasport Carol (la alemana) cuyo blog puede verse AQUÍ