En las estaciones y las escuelas de esquí tenemos un problema, y es que en unos tiempos en los que el coste de la vida no ha parado de subir nuestros ingresos se han congelado, cuando no han bajado. Esto suele relacionarse con la crisis económica pero si nos fijamos la cuestión de fondo es bastante anterior. Hay una enorme rotación de clientes y, como decía en artículos anteriores, la competencia no está sólo entre otros negocios de la nieve, sino también en otras actividades que se pueden hacer sin tener que moverse hasta la montaña. Entre quedarte en casa a jugar al golf, al paddle o coger la bici de montaña, y mover a toda la familia a una estación, hay que tener razones muy poderosas para elegir la opción más lejos, más lenta y más cara de ir a esquiar.
En el Interski de 2011 la ponencia de los canadienses se titulaba algo así como “Resocializar el esquí”. Analizaban la situación de nuestra industria y lo que nos ha traído hasta aquí: la mayoría de los clientes vienen a través de grandes turoperadores y normalmente son ocasionales, es decir, van por primera vez y no vuelven o, como mucho, lo hacen una vez al año. Se expone, en fin, cómo se ha pasado de un modelo de clientes fieles que consumían en la mayor parte de los negocios de la estación, a una mayoría de clientes accidentales que traen todo contratado al menor precio desde casa. De un modelo tradicional en el que los esquiadores tenían un sentimiento de pertenencia a las montañas en las que esquiaban, a un nuevo patrón en el que la mayoría practica el esquí como una actividad ocasional y sin la menor trascendencia.
La ponencia propone algunas soluciones que seguramente sonarán a quienes siguen este canal. Sería un poco ingenuo pensar que nosotros podemos ir solos contra las tendencias globales del mercado, pero sí que podemos emprender pequeñas iniciativas individuales para adaptarnos y tratar de compensar nuestros problemas de temporalidad y de fuga de clientes. Los canadienses hablan aquí de “resocializar”, es decir, de volver a crear vínculos con los esquiadores que les hagan retomar ese sentimiento de pertenencia, ese deseo de ir a “su” estación, cenar en el restaurante o comprar en la tienda de “su” amigo y tomar clases con “su” profesor.
Una de las soluciones pasa por la organización de eventos, cursos especializados, fiestas de primavera, etcétera, de las que muchos están tomando nota y que procuramos promocionar en este canal, a veces incluso aunque sean de nuestra propia competencia, sobre todo si se trata de skicamps (en Nevasport somos unos convencidos de que el bien común también nos beneficia a nosotros). Los eventos sirven para combatir la temporalidad, pero también para crear vínculos de tú a tú entre los turistas y los muy diversos trabajadores de la estación y, en fin, contribuyen a forjar experiencias memorables que a la larga nos hacen sentir algo especial por un lugar.
Otra de las posibles soluciones nos atañe directamente a los profesores. Siempre habíamos sido los que más tiempo pasaban con los alumnos y, por tanto, ejercíamos una gran influencia sobre ellos. Sin embargo la figura del profesor con sus alumnos en el apresquí, acompañándolos a sugerirles el mejor material o cenando con ellos ha desaparecido casi completamente (eso, cuando no se han creado verdaderos abismos entre visitantes y locales, con pequeños guetos donde el turista se siente ignorado o incluso minusvalorado). Retomar ese hábito antiguo de socializar seguramente no sea nada fácil hoy día porque vivimos otros tiempos, pero a poco que observemos veremos que a los que mejor les va es, precisamente, a aquellos que han sabido tratar a sus alumnos de forma más cercana, sin “cerrar la ventanilla” y salir corriendo al terminar las clases y sin darles un trato falso o de conveniencia, distinto dentro y fuera de las horas de trabajo.
En fin, material para reflexionar colegas. Escucho constantemente quejas bien fundamentadas de la situación por la que pasamos, y no sólo en España porque el problema es global. No creo que la solución esté en esperar a que alguien redacte leyes más estrictas ni ponga barreras proteccionistas, sino en algo mucho más sencillo y que puede partir ahora mismo de cada uno de nosotros. Tal vez debiéramos replantearnos ciertas prácticas "avarientas" de los últimos veinte años, estar atentos a la participación en eventos e incluso la creación de otros nuevos, hacer un esfuerzo en interactuar más estrechamente con nuestros clientes y, por supuesto, a colaborar con nuestros competidores para contribuir al objetivo común de que nuestros alumnos tengan experiencias positivas que recordar. Que vuelvan, porque se sienten uno más entre nosotros.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2014