El otro día decíamos que no es tan difícil esquiar fuera de pista, así que hoy vamos a abundar en el tema, dando una serie de trucos y consejos para utilizar en las diferentes nieves que nos podemos encontrar más allá de las zonas pisadas. Eso sí, sin olvidar que el concepto "fuera de pista" es complejo y amplio, y debemos ir siempre pertrechados de la información, la prudencia y el sentido común del que habitualmente hablamos en estos articulitos.
Como máxima para todas las nieves sin pisar, seamos pacientes al inicio de las curvas y progresivos a la hora de terminarlas. Cualquier prisa por girar el esquí se traducirá en un movimiento lateral que, en lugar de ayudarnos, nos perjudicará y nos hará gastar energías inútilmente. Imaginemos, por ejemplo, que cortamos en la nieve con los cantos, y que para ello necesitamos imprimir la presión a los esquís progresivamente y dejando que se muevan hacia adelante.
Veamos ahora una por una las condiciones que más frecuentemente vamos a encontrar.
Nieves costra
La nieve costra puede romperse de manera más o menos uniforme a medida que avanzamos, o mostrarse de lo mas caprichosa, ora soportando nuestro peso ora haciendo que los esquís se hundan en ella. Por ello lo mejor es tratar de mantenernos bien centrados y esquiar de manera progresiva, prestando mucha atención a lo que pasa debajo de nuestros pies. Estar acostumbrados, pues, a focalizarnos en las sensaciones que obtenemos a través de los cantos y, en consecuencia, esquiar de manera sensible, gradual y “atenta”, será nuestro mejor aliado.
Si las capas son homogéneas podemos tratar de repartir el peso en ambos esquís y llevar a cabo los cambios por flexión, de modo que bajemos lo más fluidamente posible. Si, por el contrario, se rompen de manera aleatoria, lo mejor será concentrarnos en el esquí exterior y llevar a cabo los aligeramientos verticales que nos vaya “pidiendo” la consistencia del terreno, con un inicio bien paciente y progresivo del viraje. En las situaciones extremas donde todavía no sea necesario un viraje por salto, un socorrido “stem” nos podrá sacar del mayor de los apuros. En todos los casos, siempre nos resultará más fácil “coger el ritmo” con un viraje medio o medio-corto, que con uno de radio largo.
Nieves podridas y nieves primavera profundas
Al igual que en la nieve polvo pesada, las nieves podridas impiden casi cualquier movimiento lateral del esquí, de modo que tendremos que estar acostumbrados a hacerlos girar conduciendo sobre los cantos, por medio de la presión que les ejercemos. La paciencia y la progresividad volverán a ser nuestros mejores aliados. Iniciemos las curvas dejando que los esquís se dirijan pacientemente hacia la máxima pendiente. Un buen truco puede ser contar mentalmente hasta tres, hasta que empecemos a ejercerles presión para combarlos. Focalicémonos en las sensaciones de fricción bajo los pies y tratemos de adaptarnos a ellas, sin forzar la frenada y dejando que los esquís deslicen a medida que hacen “su trabajo” de describir la curva para la que están diseñados.
Nieves venteadas
En las nieves venteadas solemos encontrar dos tipos de terreno muy a menudo combinados con otros: placas de viento de consistencia similar a la nieve compactada de la pista, y las típicas formaciones de crestas, también llamadas “peces” u “olas”, que dificultan la ejecución de los virajes por su naturaleza de obstáculos.
Las placas de viento pueden resultar muy engañosas pues el canto puede agarrar bastante bien en unas zonas, y no tanto en otras de mayor densidad o pendiente. Además, pueden resultar “rebotonas” a los esquís de mucha reacción y radio reducido, como por ejemplo los de slalom. En estas nieves podemos emplear las mismas estrategias que en el hielo: presión al esquí exterior, y buena angulación de la cadera ayudada de un gesto franco del clavado del bastón; todo ello unido a la debida progresividad en los movimientos, siempre atentos a los cambios de terreno y calidad de la nieve. Un viraje de radio medio resultará siempre más seguro que otro más largo y veloz; sin embargo, uno de radio excesivamente corto podrá resulta tosco y, como decíamos, “rebotón”.
En los “peces” producidos por el viento deberemos extremar la precaución, subir algo la posición para tener mejor visión y capacidad de amortiguación y, si tenemos la técnica suficiente, podremos esquiar las olas como si se tratara de baches, intentando clavar el bastón tras las crestas. Eso sí, por supuesto, moderando la velocidad según nuestro criterio de prudencia y el entorno donde nos encontremos.
Nieve polvo profunda
La nieve polvo profunda puede presentar diversas consistencias, desde el “champagne” de las Rocosas hasta la “argamasa” que dicen suele caer en Nueva Zelanda. De cualquier modo, si somos capaces de esquiar con fluidez todas las condiciones “fuera de pista” que hemos descrito más arriba, es posible que hasta la nieve en polvo más pesada nos parezca una delicia.
Como regla general, en la nieve profunda alargaremos el radio de giro, dejando que los esquís deslicen sometidos a esa enorme fricción. Como no tenemos una base de sustentación muy clara, tratemos de bajar centrados, utilicemos la clavada de bastón como referencia y procuremos hacer los mínimos movimientos innecesarios. Si hemos aprendido a cambiar por flexión en esta nieve será nuestro mejor aliado aunque, a veces, por las circunstancias del terreno o si perdemos la “inercia” por alguna razón, tendremos que recurrir a aligeramientos verticales más o menos enérgicos. Al igual que en todas las anteriores condiciones, seamos pacientes al inicio de las curvas y progresivos para terminarlas, de modo que los esquís puedan cumplir la misión para la que están diseñados, sin verse forzados a girar donde no pueden hacerlo con facilidad.
Y por hoy ya tenemos bastante… a disfrutar del fuera de pista y, sobretodo:
¡Buenas huellas!
Carolo © 2010
Fotos © Carolo 2007, del libro "Esquí, rendimiento y emoción"; Desnivel 2008. Esquiador: Richard Berger. Hochkar, Austria