En las últimas décadas se había puesto de moda esquiar como los corredores de alpino. Desde hace un tiempo, por el contrario, hemos visto una evolución en las escuelas de esquí hacia un estilo diverso y adaptado a la realidad de los practicantes de ocio. Demostradores austriacos, italianos, japoneses, coreanos, neozelandeses, australianos y canadienses esquiando con trazas estrechas, grados de derrapaje controlado, curvas redondeadas y un uso claro y armónico del bastón. ¿Qué es mejor?
Si tuviera una respuesta, diría que mejor sumar que restar. El esquí se practica por placer y cada cual lo interpreta como mejor le viene. Además, hay vínculos inseparables entre un tipo de esquí y el otro y las diferencias no son más que matices, con frecuencia imperceptibles para el ojo poco aguzado. Todo resumen es incompleto, pero podríamos decir que el esquí de competición busca la velocidad en un entorno cerrado, mientras que el esquí de ocio busca el control en un entorno abierto.
Para las escuelas que siguen ancladas en el viejo enfoque de los años 90 del siglo XX, propongo las siguientes reflexiones:
El esquí orientado a la competición de alpino tiene como principal objetivo detener el cronómetro cuanto antes en un trazado. Persigue, por encima de todo, la eficacia cruda en ese escenario concreto y en un espacio de tiempo relativamente corto. Por tanto, podemos señalar un par de características clave para los fines de este artículo:
- Respecto a la condición física se enfoca en periodos cortos e intensos. Los atletas entrenan durante todo el año con ese objetivo y, ya en la nieve, suben, calientan, llevan a cabo las curvas que tienen programadas ese día dando el cien por cien, enfrían y vuelven a casa a descansar y a seguir con su régimen de vida, planificado minuciosamente.
- Practican en un entorno cerrado, razonablemente preparado, compacto y sin los imprevistos de las pistas libres, con lo que solo tienen que atender a los estímulos relacionados con bajar lo más velozmente posible por el trazado.
Por el contrario, los practicantes de ocio tienen objetivos muy diferentes del mero rendimiento. Esquían más horas sin darlo todo, tienen innumerables distracciones potenciales y transitan por todo tipo de terrenos. Como diferencias importantes con el alpino de competición, podríamos señalar que:
- Practican en un entorno abierto compartido con otros, que cambia a lo largo del día en las pistas pisadas y que, fuera de pista, ofrece casi infinitas variaciones de terreno y calidad de nieve. No solo el entorno es un desafío cambiante, sino que el resto de los usuarios también son elementos disruptores que exigen focos de atención complejos y muy distintos a los de un atleta en un trazado de alpino. Por tanto, el propósito principal de un aficionado, y su responsabilidad, es el control.
- El tipo de condición física necesaria para practicar el esquí de ocio responde a otros objetivos. No se busca un pico de rendimiento en un momento concreto, sino que se esquía periodos más largos a lo largo del día en todo tipo de condiciones cambiantes, con grados distintos de intensidad, descansos casuales, etcétera, sin un plan prefijado.
Tanto los atletas como los aficionados toman recursos de todas las disciplinas como los baches o el fuera de pista (si decimos freeride y freestyle nos harán más caso, juas) aunque, en el caso del ocio, son menos exigentes desde el punto de vista del rendimiento puro frente a un cronómetro. Por tanto, para un practicante normal, la separación excesiva de las piernas, ir en el canto a toda costa o los bastones curvados desmesuradamente largos no va a aportar prácticamente nada a su rendimiento, a su disfrute ni a su seguridad. Van a encontrar más eficaces las trazas más estrechas en terrenos ondulados o sin pisar, y curvas redondas combinadas con un bastón sólido y bien coordinado, indispensable en lugares donde el control sea una prioridad. También, aunque suene subjetivo, podemos mencionar la preferencia estética, ya que un gesto ejecutado con gracia y menos gasto de energía -es decir, con más eficiencia para el fin perseguido- puede percibirse más fluido y atractivo. Gusta; y el esquí de ocio se hace por motivos de lo más distintos y personales, totalmente legítimos aunque no busquen el rendimiento.
Por todo lo dicho, aunque sean complementarios y coincidan en más cosas de las que se diferencian, no es del todo realista imitar el "estilo" de competición con personas que no pueden dedicarle el tiempo y los recursos suficientes, principalmente entrenamiento físico y técnico. En las escuelas enseñamos muchas cosas, pero fundamentalmente a disfrutar con seguridad de toda la montaña. Esta es sin duda la razón por la que la mayoría de las escuelas han ido abandonando el enfoque alpino que se impuso a finales de los años 90. Han empezado a distinguir entre ocio y competición, no restando o separando sino sumando, enriqueciendo la enseñanza y adaptándola a la realidad de las personas que se acercan a nuestro deporte con las motivaciones más variadas.
La semana que viene, intentaremos describir los elementos de ese esquí de ocio que enseñan las escuelas modernas y que, creo, todo instructor debería entender y tratar de dominar.
¡Buenas huellas!
Carolo, octubre de 2020
Enlazo un par de vídeos del canal de Filip Chwistek que ilustran lo que tratamos de transmitir.
Video de instructores de esquí de distinta nacionalidad.
Estos instructores son excorredores que ahora se dedican a enseñar. Han adaptado su estilo a las necesidades de los practicantes reales sin, por ello, abandonar un altísimo nivel de autoexigencia para esquiar con perfección. Muestran, así, una combinación de curvas deportivas con otras de tipo más conservador, adaptada a la realidad de las pistas abiertas.
Video de Marcel Hirscher.
Aquí, uno de los mejores esquiadores de todos los tiempos. Podemos aprender mil cosas de él pero, para una inmensa mayoría, no resultaría realista tratar de imitarlo. Muchos, además, ni siquiera aspiran a ello, sino que tienen otras motivaciones.