Esquiar según modelos teóricos, ideales o impuestos
El deporte suele organizarse en un marco concreto de reglas, técnicas y estrategias. Por eso, a veces, resulta tentador convertirlo en algo inflexible. Durante toda su historia hemos tratado de enseñar el esquí según modelos ideales, con la buena intención de transmitir la manera más segura, saludable y funcional de practicarlo. Ello está bien, pues la experiencia nos dice qué gestos o qué maniobras resultan más eficaces que otras, y las reglas claras son un buen modo de evitar las dudas para concentrase mejor. El modelo es necesario y resulta una referencia de gran ayuda, pero, sin embargo, en actividades voluntarias como el esquí, la persona y sus fines están antes. Practicamos deporte por placer y con unos móviles determinados; así, un camino demasiado estrecho o inflexible puede dejar de servirnos y dar paso a otros más satisfactorios; tal vez, por ello mismo, incluso más efectivos, aunque no sean el ortodoxo.
Los modelos técnicos y estratégicos no son fines en si mismos, sino medios, recursos, instrumentos a nuestro servicio. El maestro oriental diría “aprende la forma pero no busques la forma”: conoce, entrena y aprende los patrones técnicos del deporte, pero no los conviertas en el fin de la práctica, sino en un medio más, entre otros, para alcanzar otros objetivos más trascendentes, incluso aunque esos objetivos sean sólo la mera diversión.
Los patrones técnicos, además, cambian con el tiempo, varían sutilmente de un lugar a otro y son siempre sujeto de interpretación subjetiva. El modelo, pues, debería de ser adaptable, presentar alternativas y nunca llegar a generar frustración, sino ser un mero indicador de la dirección en la que podemos marchar. Como decíamos algo más arriba, con una actitud dúctil hacia los patrones establecidos podremos establecer objetivos individuales a la vez que evitaremos muchas ocasiones para distraernos del presente inútilmente, bien juzgando demasiado negativamente nuestra propia actuación, o bien preocupados por la crítica ajena, enjuiciándonos bajo prismas excesivamente dogmáticos. Aprendamos la forma pero no persigamos la forma; no seamos esclavos de ella, olvidando sus fines y su papel de marco meramente instrumental.
Aprender la técnica
Aprender la técnica no es aprender a esquiar, igual que, con sólo aprender a escribir no se hace poesía. La técnica es un medio, un elemento más de un conjunto de factores, físicos, mentales y ambientales, entre los que se encuentran los estímulos que percibimos del entorno para regular mejor los movimientos. Aprender la técnica, por ello, tampoco es aprender lo que se hace mal, sino justo lo contrario: descubrir cuáles son los gestos correctos que facilitan aquellos fines.
La mayoría de las personas, sin embargo, conocen perfectamente todos los errores que se puedan cometer esquiando y, si se les pregunta son incapaces, por el contrario, de reconocer qué cosas hacen bien al esquiar. Evidentemente interpretan la técnica de forma superficial, y bajo un prisma negativo e imporductivo. Esto no ayuda a que la mente y el cuerpo se integren fácilmente, pues, no solo ignoramos "qué hacer" sino que - como es bien sabido - si pensamos en errores durante la práctica deportiva, lo más probable es que nuestro cuerpo recree esos gestos erróneos y cometa, precisamente, los fallos en los que está focalizado.
Aprender la técnica requiere de información precisa, breve y significante. También de modelos a través de lo que comprender los movimientos más funcionales y, sobre todo, de práctica continua y deliberada. Si puede ser, también, guiada, para ahorrar en ensayos y errores estériles y hacer que los movimientos lleguen a convertirse cuanto antes en automáticos, llevados a cabo sin la participación de la consciencia. Aprendamos la técnica haciendo que nuestra mente, en fin, ordene a nuestro cuerpo de manera positiva y concreta, sin ambigüedades y sin interferencias, ejecutar gestos fácilmente reconocibles para ella. Aprendámosla, también, ajustándola a lo que los sentidos perciben pues, sin esa conexión con el medio a través de nuestro aparato sensorial, la técnica dejará de ser eficiente para convertirse en un mero gesto desconectado del fin que perseguimos al practicar deportes: jugar en el entorno; interactuar con la naturaleza.
Hasta la semana que viene, ¡Buenas huellas!
Carolo, abril de 2018