Ahora que conocemos los beneficios de la respiración imaginémonos haciéndolo. Inspiremos aire pensando que comenzamos un viraje y soltémoslo a medida que lo terminamos. Notemos la presión creciente bajo los pies y cómo el aire, al salir, nos permite terminar la curva sin oponernos a la fricción, con mayor suavidad. Imaginemos también que, al exhalar, la fatiga sale del cuerpo junto al aire y que, al inspirar, el oxígeno nos aporta energía, coordinando armónicamente la respiración con unas curvas enlazadas durante toda una bajada. Sin habernos dado cuenta, muy probablemente estemos centrados ahora mismo en un ejercicio de visualización. El uso de la imaginación en el deporte tiene infinidad de ventajas, pero una de las más importantes es que puede ejercitarse en cualquier circunstancia; por ejemplo, ahora mismo allá donde uno esté. Podemos imaginar un movimiento antes, durante y después de su ejecución, pero también podemos hacerlo en la tranquilidad de nuestra casa para analizarlo, mejorarlo o, simplemente, disfrutarlo en el recuerdo.
Visualizar los movimientos y los pensamientos ligados a ellos es una herramienta eficacísima para mejorar nuestro rendimiento y todos los deportistas profesionales incorporan este tipo de trabajo en sus entrenamientos. Su utilidad es tal que se emplea incluso en la recuperación de lesiones. La evidencia sostiene que, recrear los movimientos en la imaginación, produce una inervación neuromuscular similar a la de ejecución real del gesto que estamos pensando. Ello, por así decirlo, nos programa para llevar a cabo los movimientos que hemos trabajado previamente. Si, además de meros movimientos, recreamos las emociones, las diversas situaciones, el entorno y los pensamientos ligados a todo ello, nos podemos preparar para enfrentarnos, con más garantías, a ese escenario real desafiante ante el que no sentimos tenerlas todas de nuestro lado.
Los expertos en este campo del entrenamiento aconsejan entrenar la visualización desde una perspectiva interna, es decir, recreando la situación tal como la veríamos a través de nuestros propios ojos. También podemos añadir el resto de los sentidos para experimentar el escenario de forma más realista, justo como hacíamos en el primer párrafo. Para ello se recomienda aprenderla “en capas”, o sea, empezando por visualizar cosas simples y añadiendo poco a poco detalles relevantes. Primero empezaremos por gestos básicos y las sensaciones que van aparejadas a ellos. Posteriormente, podemos ir refinando esta habilidad añadiéndole todo tipo de detalles cinestésicos, del entorno, del foco de atención, de la estrategia de la bajada, pensamientos negativos o positivos que queremos transformar, etcétera.
La imaginación requiere de práctica continua como cualquier otra habilidad y, como venimos diciendo, ni es una ganancia permanente, ni hace milagros si no está integrada en ese plan realista de mejora física, técnica y mental. Eso sí, tiene la enorme ventaja de que puede practicarse en cualquier sitio, a cualquier hora, pudiendo empezar a experimentarla ahora mismo. Y, como intuíamos unas líneas más arriba coordinando la respiración con unas curvas imaginarias, visualizar una bajada eficiente es una de las mejores maneras de entrar en ese estado de concentración intensa, serena y bien enfocada que favorece fluir durante el descenso inminente.
¡Buenas huellas!
Carolo; febrero de 2019