Hace ya bastante más de una década, en Esquiar con los pies dedicábamos un capítulo entero a “pensar cuesta abajo”. En realidad, era una traducción de “to think donwhill” – en inglés todo suena mejor, jaja – que empleaban mucho los norteamericanos. Hablaba de mirar hacia adelante mientras se notan los pies, obteniendo con ello beneficios que son más que la simple suma de las partes. Es un truco que suele ayudar bastante a determinado tipo de personas, y vamos a explicar por qué.
Por una parte, pensar cuesta abajo sugiere dirigir el foco visual hacia la máxima pendiente y así, no solo anticiparse al terreno con la vista y con el cuerpo sino también imaginar mejor la geometría de las curvas que pretendemos hacer. Lo vemos claramente cuando conducimos un coche o una bici, por ejemplo, ya que ello favorece la coordinación entre el ojo y las extremidades que estamos usando; los pies - que estamos sintiendo - en el caso del esquí. Por otra parte, esa intención de dirigirnos hacia un punto concreto mantiene el foco en algo externo, sencillo y evidente, lo que suele mantener alejados los pensamientos negativos que podrían distraernos.
Para quien esquíe anticipado de manera espontánea, quizás el truco parezca demasiado obvio, pero hay infinidad de personas de niveles intermedios que encuentran problemas al esquiar porque miran demasiado cerca, o porque están tan concentrados analizando el gesto que están intentando hacer, que pierden la noción de hacia dónde se dirigen y del itinerario que pretenden seguir. Es el caso típico de las personas que rotan en exceso hasta casi frenar y de las que hacen diagonales interminables, dando la sensación de que no encuentran nunca el momento de terminar una curva y empezar otra nueva. También puede observarse en los aprendices de baches, que miran el montículo que están pasando y así todos se les vienen encima, y también le pasa a quien esquía sus primeras veces en un trazado.
El viejo truco que tomé prestado recogía intuitivamente, en suma, la evidencia de que la combinación de un foco interno y uno externo es mejor que el mero análisis de los gestos que estamos llevando a cabo (o sea, solo foco interno), porque favorece la auto organización del cuerpo en el espacio por el que se mueve. En mi librito decía que pensar cuesta abajo es algo más que simplemente mirar. Se trata de poner toda la intención, todo el ánimo en el descenso; lo que puede inducir, no solo a una mejor posición, sino también a una actitud en general más dinámica, cuyos resultados refuerza positivamente la percepción inmediata de la propia competencia. Es un fenómeno difícil de explicar pero fácilmente comprobable en la práctica. La investigadora Gabrielle Wulf y sus colaboradores - por cierto, esquiadora habitual de la Sierra Nevada americana - lo han argumentado en una bonita proposición llamada (traduzco libremente) la Teoría óptima del aprendizaje motor, aportando numerosas evidencias sobre los beneficios globales de un foco externo y un diálogo interno motivador. Dejo un enlace abajo que pudiera resultar interesante para los compañeros con curiosidad.
¡Buenas huellas!
Carolo 2017
Referencias: Wulf, G., & Lewthwaite, R. (2016). Optimizing Performance through Intrinsic Motivation and Attention for Learning: The OPTIMAL Theory of Motor Learning.