Una aguda forera propuso un más que interesante debate en los foros: ¿Dónde está el límite del aprendizaje? o, mejor dicho ¿Es realista plantearse progresar continuamente, sin límite? Ciertamente el asunto, a fuer de sugestivo, es enormemente complejo, así que permítanme hoy empezar una serie de artículillos sobre el tema.
Con lo primero que topamos es con la enorme cantidad de variables: en primer lugar los límites objetivos que realmente existen, en segundo la percepción subjetiva de los mismos y, finalmente, la actitud que se adopta ante ellos, que además puede cambiar - y de hecho cambia - a lo largo del tiempo.
En el hilo del foro se comenta que existen - claro - límites objetivos, reales. Hay límites físicos, mentales y de recursos (tiempos y dinero, principalmente). Todos se pueden "alargar" y administrar bien o no hacerlo. Alrededor de esto, nos movemos en un espectro de personas que
- Tienen en cuenta los límites y los conocen, partiendo de un examen razonablemente realista.
- Personas que no; luego no parten de un buen análisis de la situación
- Hay quienes interpretan estos límites muy optimistamente y otros que los ven de forma pesimista (nótese que el optimista y el pesimista percibe el mismo fenómeno, pero lo interpreta de maneras distintas; en este sentido, el realismo no se encuentra en un punto entre el otimismo y el pesimismo como señala algún autor de moda, sino en un eje de coordinadas distinto, como se ve en el gráfico).
- Finalmente, está el entorno y las decisiones personales: cuál es mi contexto, mis expectativas vitales y qué importancia tiene en definitiva, para mí, esquiar mejor o peor ¿Qué decisiones me hacen más feliz (más seguro, más cómodo, menos pobre)?
Especulando con las conclusiones del foro, me he permitido hacer un gráfico totalmente de coña para situar la enorme cantidad de esquiadores distintos que encontramos como consecuencia, juas, juas.
Como este cuadro carece de todo valor, juas, la semana que viene, ya con menos bromas, empezaremos por ver qué sabemos sobre la percepción de la realidad y el optimismo o el pesimismo y, sobretodo, qué repercusiones tiene esto sobre el rendimiento deportivo.
Hasta dentro de unos días, pues
¡Buenas huellas!
Carolo, 2012