Había dejado esto en el encuentro con Farandi y nuestra puesta en camino con destino Eslovenia. Hasta que esto ha cuajado, han sucedido muchas cosas, desde un lejano post en el hilo autocaravanista en que se empezó a hablar de la posibilidad de este viaje. Poco a poco, se fueron concretando cosas y se fueron alineando las estrellas, se fue viendo que podía cuajar.
Hasta casi el último día estuve contando con la presencia y compañía de Salvita35, parecía que este año podía sumarse al viaje, aun siendo algo tan largo y lejano, y fuimos haciendo planes. Por desgracia, las circunstancias no le han permitido finalmente estar aquí con nosotros. Le vuelvo a echar de menos un viaje más.
Así que nos lanzamos los dos, Farandi y yo en “solitarios” a buscar lugares de nieve mas allá de los horizontes habituales. También nuevos paisajes, culturas y gentes. Por ello, este relato tiene y tendrá mas de autocaravanas, de carreteras, del reto diario del errabundo para encontrar el lugar de pernocta. Pero naturalmente, también de pequeñas y grandes estaciones de esquí en lugares remotos, de remontes de hace cuarenta años, de rincones y laderas poco visitadas desde nuestros lares.
Pasó rápidamente por el obligado camino por Francia e Italia hasta llegar a la zona mas al este que es nuestro destino.
Por esas cosas de la vida, debíamos retrasar el empezar a esquiar aun unos días, así que nos demoramos visitando Venezia, establecidos en el pueblecito de Chioggia, al extremo sur de la laguna, y con un curioso trayecto mixto entre barco y bus, incluyendo una parte de ambos al mismo tiempo.
Disfrutamos de un espléndido día visitando la ciudad de los canales, y buscamos otro área de autocaravanas tranquila, en Staranzano, cerca de Trieste, para poder terminar la puesta a punto de los detalles que nos faltaban en las máquinas.
Desde allí nos dirigimos a Sella Nevea , que fue nuestro primer contacto con la nieve. Pequeña y resultona estación a caballo entre Italia y Eslovenia, y en la que por esas cosas que pasan ahora, había teóricos controles fronterizos entre ambos países. A la hora de la verdad, nada de nada, nos saltamos la frontera en las dos direcciones sin que nos preguntaran nada, pero solo nos habían vendido pase para la zona italiana, así que tras ser informados por parte de un policía italiano de que no había control de skipass en las sillas eslovenas, hicimos un par de pistas en aquel lado y volvimos al redil.
Continuamos marcha a Mariborsko Pohorje/Areh , ya plenamente eslovena. Nos instalamos casi a pie de pistas en un camping bastante apañado, el Avtokamp Kekec, sencillo y recomendable, donde aprovechamos para lavadora, repostados y vaciados completos, y, en definitiva, salir “a cero”.
La estación nos decepciona un poco en principio, falta nieve y se nota mucho en el sector mas cercano a nuestra base, pero tras movernos a la otra zona, en bus por la mencionada escasez, encontramos otra cosa, una serie de pistas muy entretenidas, otras entre árboles muy divertidas, y echamos de menos haber podido conocerla en su mejor momento. Tras el día de esqui, finalmente satisfactorio, nos dedicamos a todas esas tareas domésticas, para poder emprender viaje por la mañana tempranito, ya que la zona de esquí nocturno es la que está en peores condiciones, y decidimos dejarlo para otra ocasión.
Arrancamos a la mañanna siguiente, con la proa orientada a Bosnia y Herzegovina, concretamente a Jahorina , situada a pocos kilómetros de su capital Sarajevo.
El camino, a través de Croacia, nos pone ya en contacto con algo casi olvidado para los que habitamos esta parte de Europa, las fronteras y aduanas, que en adelante van a ser una constante en los próximos días. Un trayecto que discurre por una de las zonas quizá menos agraciadas de este país, del que son mas nombradas la costa dálmata o los lagos de Plivtice. Pueblos grandes se ven desde la autopista, terreno llano y campos que no parecen en explotación, casas arruinadas o medio construidas. Quizá, aun, ecos de un conflicto que no parece cerrado definitivamente. Demasiados pueblos tienen el prefijo Novi o Novo, que evoca habitantes desplazados de los originales, o lugares definitivamente desaparecidos.
Una vez traspasada la frontera bosnia, esa tónica se mantiene, aunque esta vez el paisaje se decididamente mas atractivo, colinas y valles ondulan un paisaje que cubierto de bosques ha de ser espectacular en primavera y un festival de la naturaleza en otoño. Pero de nuevo, muchos nombres de localidades me llevan a los periódicos de la década de los noventa, una sensación de tristeza, cercana a la angustia incluso, ahora no es un titular, lo veo en la carretera, se ha convertido en algo muy real, y aunque haya transcurrido tanto tiempo, no puedo dejar de pensar, como entonces, cómo pudo suceder eso en el centro de Europa a finales del siglo XX.
Y hay algo que me impresiona mas aun. Los cementerios, enormes, en los que destacan partes completamente cubiertas de enterramientos recientes y todos ellos coetáneos. De todas las creencias, aunque aquí ya se ve una clara mayoría de símbolos islámicos. Y mezquitas, muchas mezquitas, aunque entreveradas de iglesias de apariencia bizantina aquí o allá.
Al rodear Sarajevo, su nombre concentra la esencia de todos estos pensamientos. Definitivamente, no es una ciudad que me apetezca visitar. Vuelvo a lo que íbamos, pero que no se me queje nadie, ya avisé de que aquí cuento mi vida.
Llegada nocturna, carretera de montaña un tanto impresionante, nevada y estrecha, que nos lleva a un complejo urbanístico un tanto desquiciado, entre hoteles de lujo, chalets y apartamentos y una interminable sucesión de aparcamientos de todos los modelos dónde no parece que haya acomodo para nosotros. Acabamos finalmente guiados por uno de los “aparcadores/cobradores” en el parquin de autobuses, con una perfecta situación respecto a pistas y remontes. Y allí nos instalamos previo pago de la tarifa pertinente, a la vista de la pistas iluminadas para el esquí nocturno, lo que vamos constatando que es una constante en estas tierras.
Descubrimos al día siguiente la estación, grande y bastante bien acondicionada, con muchos remontes modernos que indican que se está haciendo un esfuerzo en mantenerla como una de las enseñas del joven país, basada siempre en el nombre que le dieron los Juegos Olímpicos de Invierno allí celebrados en 1984. Muchas de cuyas instalaciones, fuera de lo que es la estación, han quedado, en cambio, abandonadas. Es famosa y bien conocida la pista de bobsleigh, que fue utilizada en el sitio de la ciudad como emplazamiento de francotiradores. Hoy abandonada, vincula el deporte de invierno con la tragedia que allí se vivió. De nuevo la tristeza flota en el ambiente.
Pero vayamos al presente y al esquí. Nos encanta la estación, que disfrutamos día y noche.
El apreski no falta en la estación. Con comercio y bebercio local.
Por estas tierras son muy frecuentes las pistas iluminadas, lo hemos ido encontrando en casi todas las estaciones. Jahorina ha sido, hasta ahora, en la que mas superficie de esquí nocturno hemos encontrado.
Estamos dispuestos a repetir cuando surge la avería que nos perturba los planes. Mis limpiaparabrisas no funcionan, y no parece solo cosa de un fusible. Replanteamiento, aprovechemos el momento de buen tiempo para bajar a la ciudad y buscar un taller. Pero es domingo, hasta mañana, nada. Así que encontramos aparcamiento en el centro y paseamos por la capital, algo con lo que no contaba, incluso que no deseaba.
Difícil relatar los sentimientos, las sensaciones, las impresiones que me ha dejado esta breve visita, incluso sin haber conocido museos, memoriales, recuerdos del sitio de la ciudad. De nuevo vuelvo treinta años atrás, a esos periódicos y fotografías. Y lo veo, allí sigue para siempre. Parques convertidos en cementerios, estelas, placas, reseñas en definitiva de algo terrible que hace nimias otras cosas que hoy deben ser las que cobren importancia. Una ciudad con Mezquitas, catedrales católica y ortodoxa, sinagogas importante, una muestra de que se puede convivir entre diferentes culturas, credos e ideas, una Toledo del siglo XXI. Quiero quedarme con esta última sensación cuando recorro el barrio turco, con su bazar, sus cafés y escucho las campanadas de una iglesia situada en su corazón, junto a una mezquita.
Sarajevo, austríaca y turca, musulmana y cristiana, combinación de culturas que debería engrandecer a todas las partes.
El lugar donde comimos, algo ecléctico, como la ciudad, como la comida que sirve, desde pizzas o hamburguesas a comida con sabor oriental, cebapi o kebap.
Volvamos, que me disipo. Dormimos en una zona recomendada en park4night, barrio residencial sin problemas y con espacio para aparcar, y a las ocho de la mañana me tienen en la puerta del servicio Fiat Professional de Sarajevo. Impecable atención, me cuelan entre los cliente citados, y encuentran el problema, mayor de lo pensado y que podía haber causado un gran estropicio. Por suerte, y aunque lleva tiempo, casi hasta la tarde, queda todo solucionado satisfactoriamente.
Y reemprendemos el camino, que nos llevará hasta Podgorica, capital de Montenegro, desde donde accederemos mañana a Kolasín, principal centro de esquí del país. Todavía nos deparará el tránsito por Bosnia una sorpresa mas, en forma de encuentro con la policía de carretera, que decide que hemos pisado una raya continua frente a una cámara, y que no puede dejarlo pasar, ya que hay foto. Foto que no vemos, naturalmente. Tras una breve negociación dejamos las dos multas reducidas a una, casualmente del importe del dinero bosnio que nos resta en efectivo. Nos despedimos de los agentes, que nos dan paternales consejos sobre los problemas que podemos encontrar mas adelante hasta la frontera, y continuamos la ruta por carreteras que discurren por unos parajes espectaculares que disfrutamos hasta que la noche nos envuelve. No disfrutamos tanto de la carretera, que en algunos tramos está en renovación, con la particularidad de que quitaron la vieja y aun no han puesto la nueva. Se hace difícil en ciertos momentos.
Frontera y aduana de Montenegro, sin problemas ningunos, salvo el paso del puente que separa o une ambos países, de un carril y tablones por piso y en una negrura total.
Poca historia mas tiene el resto del camino hasta encontrar un lugar donde pasar la noche, esta vez aparcamiento de supermercado, un comodín al que hemos recurrido en otras ocasiones. Volveremos a hacerlo casi con seguridad.
Tempranito nos dirigimos a @Kolasin, que por la información que hemos conseguido, debe ser un gran centro de esquí, con vocación de crecer hasta parecerse a los “resorts” alpinos de Francia o Italia.
Al llegar, tras un camino entre montañas y desfiladeros, hasta la ascensión final a la estación, pasamos el núcleo de 1450, que aparenta estar cerrado, la nieve sin limpiar y los remontes parados, y continuamos a 1600. Allí si que encontramos actividad, mucha gente, y una única silla, eso si, un TSD6 muy nuevito, pero eso es todo. Un tanto decepcionados, pues vemos por todas parte pistas pero aparentan no estar preparadas, sacamos el pase y subimos. Ocho pistas, ocho, desde lo alto hasta la base, largas, bien acondicionadas salvo la teóricamente mas fácil, que es una larga azul alfombrada de hielo. La mejor de todas, ya que todas ellas recorremos, y parece mentira que yo lo diga, es una estupenda pista negra, con una nieve perfecta y un par de palas mas fuertes pero asequibles al esquiador turista que suscribe. Repetimos varias de ellas hasta que damos por reconocido el lugar, y luego averiguamos que ambas parte debe unirse, pero los remontes que lo deben hacer están en construcción aun, así como varias de las pistas, ya trazadas pero todavía sin acondicionar por la falta de conexiones. Puede llegar a ser una gran estación, y la parte que pudimos disfrutar desde luego lo es.
Todo esto esperábamos. Nos quedamos en lo señalado. Será una magnífica estación cuando la terminen.
Desde allí, tras la mañana de esquí, salimos con destino a Serbia, a la estación de Kapaonik. Camino largo, también parte de las infraestructuras están en construcción, entre ellas un tunel bajo la montaña que acortará el camino para conectar esta zona con Centroeuropa a través de Serbia.
Así que, con el correspondiente rodeo y un camino con sus penas y glorias, y muchos, mucísimos túneles, rematando con una subida entre la nevada hasta la estación, nos plantamos en un estupendo punto de aparcamiento con la pista y los remontes al lado, un simpático garito donde cenamos con las dosis correspondientes de zumos fermentados de cebada y un frio que encoje todo lo que se le pueda ocurrir a uno.
A estas alturas llevamos ya muchos días en que la temperatura no sube de los cero grados, pero ahora empieza ya a rondar máximas en torno a los menos cinco y llega a bajar hasta menos quince e incluso algo por debajo.
Al amanecer, tras una noche donde se siente el frío, amanecemos rodeados de una niebla que se congela donde toca. Las autos, envueltas en un par de centímetros de hielo, que continua creciendo, y la estación, que suponemos que está alrededor, solo la intuimos. Así que nos vamos a dar una vuelta por las zonas comerciales, caminar un rato entre la niebla, ver lo que se puede y comer y beber en condiciones, lo que quiere decir sin fregar platos ni cacharros de guisar.
Dejamos de este modo pasar el día, esperanzados en una previsión de mejora. Farandi empieza a tener algún problema con la calefacción, parece que se rinde ante el fresquito del entorno, y de congelación en el depósito de grises, que necesita un urgente calefactado y vaciado. La noche, como la anterior, y por la mañana vemos que habrá que aplazar esquiar aquí e intercalarlo en el viaje de vuelta, para poder seguir avanzando y, sobre todo, poner remedio a los males que ha causado el hielo por fuera y por dentro.
Así que, una vez descongelado el exterior, nos ponemos en camino, con el objetivo de remediar los nuevos desaguisados y llegar a Kosovo.
Pero eso ya es cosa del siguiente trozo.
SL2, ratón.