Estábamos en el último trozo intentando descongelarnos interior y exteriormente, y abandonando sin haber esquiado la estación serbia de Kopaonik, e busca de lugares con temperaturas mas amables.
Decidimos, a pesar de estar en la misma frontera de Kósovo, dar un rodeo para entrar en ese “no país” desde Macedonia del Norte. El problema, exclusivamente político, es que si se sale de Serbia hacia él, no sales de Serbia, ya que Serbia no reconoce Kosovo como un pais distinto. Por tanto, no registra tu salida. El problema puede llegar cuando quieres volver, como era nuestra intención, para poder esquiar en Kopaonik. Si no has salido ¿cómo es que vuelves a entrar? ¿Has salido ilegalmente? En fin, para no comernos la cabeza, lo hicimos más largo pero más seguro.
Lo primero es lo primero, una vez decidida la ruta, había que solucionar los problemas de aguas, hielos, barros y lodos. Encontramos la solución buscando una gasolinera con lavado de coches, que por aquí crecen como setas en otoño, y además con dimensiones para nuestros vehículos en su mayoría. A base de agua caliente, descongela la válvula de descarga de Farandi, y además dejamos las autocaravanas limpitas dentro de un orden. Repostado de gas y diésel, vaciado de aguas negras, rellenado de limpias. Un completo. Solventado esto, y con mejor espíritu, retomamos la carretera.
Aquí he de mencionar, para mi vergüenza, escarnio y rechifla del personal, que cuando por tercera vez me equivoqué con las instrucciones de GPS, confundí un cruce y tomé una autopista en dirección contraria, Farandi se plantó, se puso delante y me dijo lo de “tu me sigues hasta que lleguemos”
Viaje sin complicaciones mas allá de los muchos baches en las carreteras serbias y macedonias. Eso si, autopistas nuevecitas cuando las hay. Países en construcción, literalmente, que me recuerdan mucho a una España que conocí y que ha cambiado espectacularmente en muchos aspectos. Creo que a mejor.
Rodeamos Skopje, capital de Macedonia del norte para dirigirnos a la frontera de Kósovo, que solo dista de ella diecisiete kilómetros, con algo de preocupación sobre los trámites o problemas que pueda haber. Todo resulta muy fluido, pasaporte, certificado covid, y la necesidad, que ya conocíamos, de hacer un seguro de automóvil para Kósovo, ya que ninguna compañía cubre en ese territorio. Quince euros, con validez de quince días. Y camino a Brezovice por una flamante autopista de peaje que es prácticamente un viaducto dentro de un valle. Creo que toda ella ella está elevada, no toca tierra en casi ningún punto. Los peajes aun no han tenido tiempo de colocarlos, de modo que tomamos el desvío hacia lo alto del monte sin mas trabas.
Subimos y subimos, y nos encontramos un pueblito pleno de chalets a todo lujo, coches de alta gama y todo tipo de signos que denotan que una nueva clase alta se solaza en estas montañas.
El ascenso a la estación se va complicando, nieva y la carretera no está en su mejor estado, así que nuestro punto de parada y descanso será el parquin de buses, que encontramos cuando andamos pensando ya en encadenar nuestras ruedas. No hemos conseguido llegar a la estación, pero debe andar cerca. Mañana veremos.
Y vemos. Resulta que desde nuestro estacionamiento, solo queda una larga rampa donde por la mañana van aparcando hasta que no se puede circular mas. Allí empieza la estación, no hay otro parquin, así que acertamos de casualidad. Bueno, no. Por la mañana pusimos cadenas y tiramos para arriba en la auto de Farandi. Y no. La vuelta, marcha atrás, con sus mas y sus menos, hasta regresar al punto de partida. Y de nuevo el recorrido, pero a pie.
Lo que es la estación viene siendo un monte con dos sillas dobles y una individual y varias perchas. Están pintada unas pistas en un mapa, pero es pura imaginación del pintor. Tu subes y bajas por donde puedas. En alguna ocasión se han pisado, o lo parece, pero no debe ser una práctica frecuente. De modo que eso hacemos, subimos y bajamos por donde se puede.
Las bajadas son preciosas, complicadas a veces para un pobre esquiador turista como yo, pero entretenidas para el avanzado que me acompaña. Además, durante la subida a pie hasta las taquillas, donde pagamos el caro FF (21€ por lo que ofrecen es mucho, y tenía una de las sillas y varios telesquís cerrados, parece que por ser dia de diario y de poco público) fuimos acompañados por un militar kosovar que se ofreció a guiarnos y ayudarnos, que nos fue contando hechos y circunstancias de la situación en su país y nos asesoró sobre las zonas a esquiar, además de recomendarnos varias de la maravillas turísticas que se pueden visitar y que dejaremos para mejor ocasión. Es fácil entenderse en inglés, y la gente es abierta y acogedora en general. La estación, para alguien que ha oído y leído mucho pero no ha conocido el esquí de los setenta o los ochenta, recordaba a esas historias.
Sentí no disfrutarla mas, porque puede hacerse, pero me desfondé con la subida caminando y las dos primeras bajadas.
Supongo que si quieren venderla como punto de atracción turística deberán hacer mucho por mejorarla, creo que tiene posibilidades en ese sentido.
Terminando de esquiar, reemprendemos la marcha.
Desandamos el camino andado ayer en dirección, de nuevo a la cercana Macedonia del Norte, y de nuevo sobre sus baches nos dirigimos a la estación de Popova Sapka, sobre la ciudad de Tetovo, en la que tenemos de nuevo alguna pelea con el GPS, pero finalmente conseguimos el camino correcto hasta un nuevo aparcamiento prácticamente a pie de pistas. De nuevo, hemos acertado a la primera, esta vez sabiamente guiados por park4night. Esta aplicación se está mostrando muy útil durante todo el viaje, siempre que se sepa leer un poco entre lineas en los comentarios y descripciones de los puntos que indica.
Amanecemos y a esquiar.
Y de nuevo nos encontramos una pequeña estación donde las pistas se encuentran por pura intuición, donde el plano es algo meramente orientativo, sin mucha fiabilidad, y donde nos subimos a un lenta y larga silla de dos que lleva al punto mas alto, del cual se supone que bajan dos pistas hasta la base. Pero no. Al llegar arriba, nadie ni nada. Ni remontero, ni carteles, ni balizas. Así que estamos un puñado de gente, todos desconocedores del lugar, sin saber por donde bajar. Cada grupo va tirando por donde cree que es mejor. Divertida situación, a la que la nube que nos acompaña aporta un toque de desorientación estupendo. Menos mal que Fernando sabe de esto y, acompañados de un local que hace tiempo bajó por aquí, encontramos un camino de vuelta aceptable hasta zonas que parecen haber sido pisadas en algún momento. Una bajada que en mi caso se limita a pura supervivencia sobre esquís y que incluye un par de rebozados en la nieve que por suerte solo duelen en mi orgullo.
Una vez abajo, en la siguiente subida, una simpática esquiadora local nos da alguna orientación para poder disfrutar del resto del lugar, y así lo hacemos, recorriendo diferentes zonas unas mejor marcadas que otras, pero todas asequibles y, la verdad, divertidas. Varios remontes mas modernos complementan aquel primero que subimos y la experiencia es finalmente satisfactoria.
Si he de hacer notar que aquí lo de subir a la nieve es algo que trasciende el esquí. Es algo que se irá repitiendo en adelante, y hay familias enteras paseando por las zonas mas bajas, niños con los trineos, papás y mamás con los niños de los trineos, gente de picnic, mucha mucha gente que sube en los remontes para dar un paseo, incluso los que, a modo tiovivo, ni siquiera bajan arriba, dan la vuelta y a seguir. Es otro modo de vivir la nieve que en nuestras reglamentadas estaciones ya no se estila.
De nuevo, una estación que puede dar mas de si de lo que de momento ofrece. Unas zonas de iniciación bien concebidas y dotadas, y otras para esquiadores mas avanzados que podían estar mas cuidadas y mejor servidas de remontes.
Y otra vez más, tras esquiar nos ponemos en marcha, esta vez sin cambiar de país, hacia Mavrovo, otra (de nuevo) pequeña estación macedonia, situada en un parque nacional y que además es una zona de recreo y esparcimiento veraniego. De nuevo una carretera estrecha, al borde de un pantano que anuncia deportes náuticos en otras épocas del año, y que está de momento muy falto de agua y congelado. Rodeada de chalets, hoteles y pequeños edificios residenciales, la zona parece agradable y acogedora. Al llegar, un estupendo y enorme aparcamiento nos brinda un estupendo punto de pernocta.
Salimos a dar una vuelta, conocer el entorno y sus cervezas, y ver la zona de esquí nocturno y lugar de inicio del esquí para mañana siguiente.
En este caso, volvemos a encontrar una infraestructura parecida a la de las últimas visitas. Desde la base parten dos sillas de pinza fija, una doble y otra monoplaza, que llevan a una gran extensión ondulada con múltiples telesquís y pistas en todas direcciones de varias calificaciones. Rojas interesantes, algunas muy divertidas que repetimos varias veces, y recorremos en la mañana toda la extensión de la estación disfrutando sus bondades.
Curioso, de nuevo, la gran cantidad de gente “visitante”, no esquiadora, para nuestra mentalidad y forma de entender una estación de esquí. Las pistas de vuelta a la base son dos negras a elegir, ambas con bastante pendiente y la nieve en un estado digamos que complicado para mis aptitudes, con lo que me conformo con volver, y ya. Y a la llegada, un embudo donde confluyen ambas, la mitad de Macedonia del Norte disfrutando la nieve, lo que en algún momento propicia situaciones delicadas. Pero aquí parece que es lo normal y todo el mundo lo acepta como tal.
Salimos de nuevo de viaje tras esquiar, pero en esta ocasión haremos noche antes de llegar al día siguiente a nuestro siguiente destino, ya en Grecia, el Monte Falakro. Pernoctamos en el aparcamiento de un supermercado en la ciudad macedonia de Veles. Al día siguiente, compra, que tocaba, repostados y a seguir.
Llegados a la frontera griega, resulta que ahora hace falta prueba de antígenos además del certificado de vacunación. La Unión Europea, tan europea ella. Vuelta hacia Macedonia y en el primer casino tras la frontera está el puesto móvil de pruebas y certificaciones. Previo paso por caja, toma de muestra y espera que dedicamos a comer estupendamente, volvemos a la frontera griega con todos los sacramentos y regresamos a nuestra ¿Unión? rumbo al destino elegido. Largo viaje por tierras griegas en el que hemos descartado otras estaciones por esta que se encuentra mas cercana a la ruta que queremos seguir. Viajamos por una autopista muy correcta que os acerca, tras muchos días, de nuevo al Mediterráneo y finalmente carreteras convencionales hasta la que sube al monte, rodeada de espectaculares canteras de mármol y con los espectaculares agujeros que dejan los transportes de ese producto.
Un largo tramo nevado, sin huellas y sin limpiar nos debía haber dado la primera pista de nuestro error. La llegada a un lugar solitario, vacío y oscuro fue la certidumbre. Efectivamente, la estación solo la abren los fines de semana. Y es lunes, mañana martes, aquí no se esquía. Pero bueno, este muchacho aguerrido que me acompaña lleva sus esquises de montaña, sus pieles, botas y demás pertrechos, así que decide que mañana sube y baja. Yo, pues no. Pero miraré.
El destino se está riendo a mandíbula batiente en ese momento. La impresionante noche estrellada que nos cubre, se cubre a su vez. De madrugada el viento, la nieve golpeando en todas partes y la espesa niebla nos aclara las carcajadas del destino. Ni focas, ni focos. Ponemos las cadenas, porque por allí no pasan ni los lobos a dejar huella y emprendemos la marcha con el rabo entre las piernas. ¿Cómo hemos sido tan pardillos de no comprobar los horarios de apertura? Es normal, incluso lógico, que estaciones pequeñas y remotas como esta no abran a diario. De nuevo nuestra mentalidad de grandes dominios nos la ha jugado.
Y bajamos camino, ahora si, de Asia. Una ruta que se hace larga y pesada, acompañados en todo el trayecto por una lluvia incesante que por momentos se torna violenta, acompañada de rayos y truenos. Frontera turca, sin nada reseñable salvo las formidables instalaciones e infraestructuras y camino a un nuevo punto de pernocta recomendado en la app mencionada, en el pueblo de Eceabat, orilla europea de Los Dardanelos.
Frente a nosotros, Cannakkale, Asia. Bueno, Asia Menor, pero Asia. Mañana cruzaremos allí en el ferri. Por un par de meses no hemos podido hacerlo por el nuevo puente que están terminando de construir a corta distancia, entre Gallipoli y donde nos encontramos, y que hemos visto en el camino. La fecha de inauguración prevista es el veintidós de marzo.
Hemos discurrido por una zona en la que se desarrolló una de las mas largas y cruentas batallas de la Primera Guerra Mundial, el 1915, cuando franceses y británicos intentaron, desembarcando aquí, tomar Estambul. El motivo, dar un paso franco para abastecer el imperio ruso, entonces aliado de los franco-británicos. Fueron rechazados por los otomanos, con enormes pérdidas humanas pos ambas partes, y en esa batalla destaco y cimentó su fama la figura de un tal Mustafá Kemal, general otomano, mas tarde conocido como Atatürk, fundador de la Turquía moderna. Por ambos hechos, la batalla ganada y la figura ganadora, hay todo tipo de memoriales, maquetas y museos recordando estos hechos.
Aparcamos en el lugar elegido, un buen aparcamiento a las puertas del bar Boomerang, cuyo dueño es un curioso personaje de nombre Mesut. En la descripción del lugar se reseña como precio de la estancia “1 alcohol drink for Mesut” Pasamos un buen rato en el bar, departiendo con otros viajeros, un paseo por el pueblo con un comistrajo típico del lugar y a dormir, que mañana tenemos viaje en barco.
Aprovechamos la espera para la salida del ferri, que lo hace cada hora y hemos llegado pronto al de las doce y tarde al de las once, para cambiar dinero y hacernos con directrices para conseguir las preciadas tarjetas de datos que vamos persiguiendo en cada destino “no europeo”. Tendrá que ser al otro lado. Media hora escasa de barco nos deposita en Canakkale.
Primera parada, oficina de TurkCell y carretera con destino a solo veinticinco kilómetros. Las ruinas de Troya.
De la famosa guerra que allí sucedió, la relatada en los poemas de Homero, han pasado muchos mas años que desde la batalla de Gallipoli, antes mencionada. Y de las otras muchas guerras que allí se dieron. El lugar ha sido siempre la llave que abre el importante paso marítimo de Los Dardanelos. Cinco mil años de historia se muestran, hasta once ciudades superpuestas se edificaron en sucesivas épocas en el mismo lugar. Y las ves, unas encima de otras, los muros de una cimentan la siguiente. Es una visión que desde mi niñez, leídas las epopeyas homéricas y la historia de Schliemann, había deseado tener. Y aquí estoy, bajo la lluvia, solos nosotros en la ruinas de la ciudad, de las ciudades, de la historia.
Tras este momento histórico mojado, continuamos viaje. Lluvia, lluvia, tormenta, lluvia, hasta llegara a Bursa. Travesía de la ciudad, mucho tráfico, y subida hacia el Parque Nacional de Uludag por una carretera que callejea por la parte alta hasta que sale al monte y se hace mas amplia. Empieza a caer una ligera nevada, que poco a poco va aumentando de intensidad, mientras buscamos el lugar adecuado para instalarnos. Tras varias pesquisas, acabamos, de nuevo, en el aparcamiento de autobuses. Como en muchos otros lugares, de pago, claro. Junto a la mezquita, que animará nuestra vida en los días siguientes con las llamadas a la oración.
Amanece el jueves encapotado y con visos de ser un día complicado para esquiar una estación desconocida, pero Farandi se lanza a las pistas, ya que sus compromisos le reclaman por la tarde en Estambul y no quiere perderse el recorrer una nueva estación. Yo permanezco inmutable, refugiado en mi casita, que sigue y sigue la nieve cayendo y las nubes acariciando las montañas. Y llegan y llegan autobuses cargados de escolares y menos escolares, para conocer la nieve, al parecer. El fin de semana puede ser de locos. Vuelve el arriesgado esquiador con una buena impresión del lugar, y emprende la marcha a continuación. De nuevo solo, hace mucho que no me ocurría.
A falta de otra cosa mejor que hacer, paso el viernes en la misma tesitura, ya que hasta el lunes no me encontraré con él de nuevo.
Finalmente veo recompensada mi paciencia con un espectacular día de sol y nieve reciente.
El único problema es que es sábado, y como se preveía y había sido avisado todo se llena de gente, tanto esquiadores como peatones variados, que, efectivamente, se hacen presentes en todos los rincones, a pie por las pistas, abundantes en las zonas mas bajas, algunos de picnic, otros acompañando al lado al debutante en el esquí... Mucha gente. Pero he conseguido empezar a esquiar en el mismo minuto de la apertura, así que tengo un rato de disfrutar de la zona mas antigua y accesible todavía transitable, y luego me desplazo a la de remontes mas nuevos y laderas mas altas en la que el esquí es la principal actividad, aunque no la única, desde luego. Los paseantes cunden mucho en este lugar.
Uludag es una estación al sur de Estambul, a unas dos horas de carretera, ya en la parte asiática del país. No es demasiado grande, declara 28 km. De pistas, con veinticuatro remontes, en su mayoría telesquís, varias sillas fijas acompañadas de tres desembragables que dan servicio a la mejor y mas aprovechable parte de la estación, y una cabina que sube desde la ciudad de Bursa y alimenta de turistas en verano e invierno la zona. Se distingue claramente las dos zonas, la mas antigua, con los remontes menos modernos, así como el resto de infraestructuras a su alrededor y la que se levanta en torno a la llegada de la nueva cabina, con hoteles de aspecto y nivel alpino y remontes y entorno en el mismo tono. Ambas interesantes, la mas antigua con pistas entre bosques muy entretenidas, y la otra con amplias pistas divertidas y variadas, que dan para pasar un buen día de esquí. Además, se ven zonas que parecen interesantes para los buscadores de conejos, pero al no ser yo unos de ellos, no puedo dar fe de ello en primera persona.
No esperéis nadie encontrar una cerveza en los cafés que hay sembrados a lo largo y ancho del monte. Supongo que si en los hoteles y algún que otro restaurante de mas nivel. Pero refrescos, café y té y comidas varias al uso del lugar, si que las hay, ricas y baratas. Prácticamente todos tienen en la puerta, dentro o en ambos lugares una parrilla humeante desprendiendo apetitosos aromas.
En definitiva, un sitio que vale la pena conocer si uno anda cerca, que da para un par de días de esquí entretenidos y que tiene la diferencia, para nosotros, de estar en otro continente.
Para mí, la primera vez que esquío fuera de Europa. Cerca, pero fuera.
Y tras este estupendo día, emprendo marcha en busca de un camping que he localizado en buen lugar para reunirme mas tarde con Farandi y continuar ruta. Mi vehículo vivienda reclama tareas varias de mantenimiento en sus dos vertientes. Lavadoras, cambio de aguas, pequeñas reparaciones externas e internas.... Y el usuario unas duchas largas y un “toilette” que no tenga que pensar si está lleno o vacío. Y poder derrochar un poquito de agua. Solo un poquito ¡¡eh!!
Dos días de relax, reunión en un pueblecito a la orilla del Mar Negro (¿Cuándo volveré a estar aparcado a la orilla del mar otra vez? Me vale cualquier mar...) y continuamos viaje hacia Bulgaria.
Hemos estado esquiando en Asia.
SL2, ratón.