La Lunada, viaje a la esencia del esquí
Al llegar a La Lunada nos encontramos a un hombre que ya no volverá a cumplir los 70. Viste camisa, jersey y pantalones de pana y sube por la carretera andando con una tabla de snow bajo el brazo. En un punto de sale de la carretera, entra en la pista de debutantes y se tira con la tabla. Ha decidido no usar el remonte (una cuerda de remolque) porque se ha caído antes al agarrarse. Sube por la carretera, se tira con la tabla y vuelve a subir.
Ese hombre podría ser la imagen del slogan que corre por Facebook de que “hay que morir joven, pero lo más tarde posible”. Pero también es la imagen de La Lunada, la otra cara del esquí, desprovisto de marketing, postureo y comodidades. Y repleto de afición. Si hay nieve, se esquía. Lo demás es accesorio.
Exacto. Si hay nieve, se esquía. Por eso, en el Portillo de Lunada, junto a Espinosa de los Monteros, un grupo de bilbaínos movió la costumbre de esquiar desde el Puerto de la Sia al de Lunada en los años 60. Y luego hicieron una sociedad, pusieron un remonte en el 67 y…
Y por eso, este año, un grupo de empresarios soñadores, cántabros y madrileños, han recuperado La Lunada después de dos años abandonada. El primer día de nieve abundante, la estación reventó de gente. Una avalancha. 400 esquiadores. Fue caótico. Incluso reventó alguna polea de los remontes. “Es que en el snow se hace mucha fuerza subiendo y el remonte no estaba pensado para el snow… Porque es más viejo que el snow”, nos comenta, medio en broma y medio en serio, el mecánico de la estación, que arranca especialmente para nosotros una percha por la que subimos a otro planeta.
La Lunada es otro mundo. Si hay nieve, se esquía. Por eso, Jesús Gutiérrez, el gerente de la estación, duda cuando le preguntamos por el número de pistas. El concepto de “pista” es difuso en Lunada. Los nuevos tiempos les han obligado a comprar una pisanieves, tienen un camión quitanieves (más moderno que el que está expuesto en la carretera, que podéis ver en una foto) y sueñan con una silla que lleve cómodamente a los esquiadores arriba de todo, al Pico de la Miel.
Los tiempos obligan y todo ello es necesario para ir mejorando la estación y adaptarla a los tiempos que corren, que sea viablemente económicamente para la empresa que gestiona esta estación municipal (Espinosa tiene menos de 2.000 habitantes). Pero la esencia de la Lunada es una foto que hay en la cafetería, en la que los pioneros de los 50 posan con traje y tablas de la época en La Sía.
La esencia es: “si hay nieve, se esquía”. Y como en La Lunada todos los años hay mucha nieve (“tenemos siempre mucho más espesor que Alto Campoo”, nos dice Jesús Rodríguez), incluso a los 1.200 metros de la estación, pues se esquía. Y por eso “pista” es un concepto difuso, para una tierra con enorme tradición de esquí de montaña y en la que la idea es que la percha te lleve arriba y luego te tiras por donde quieres… En esta estación, las pistas no tienen nombre, porque se esquía por la montaña, ladera abajo, por donde quieres, por donde la ladera u los canales te dejan.
Es otro mundo, otro concepto de esquí. Menos lujoso, más incómodo…. Más auténtico. Nos arrancan un remonte sólo para nosotros y bajamos por donde nos deja la montaña (el espesor de un metro ha caído con el sol en tres días y hay maleza asomando por todas partes) sin tener nada claro si bajamos por pista o por fuera de pista.
“Nuestro sueño sería desmontar estos remontes y poner una silla que subiera arriba de todo. Y lo que vamos a hacer es tener muchas más actividades, karts sin motor, una tirolina y descenso de barrancos”, continúa Jesús Rodríguez, que cuenta con un nombre ilustre, Luis Fernández Ochoa, en el alquiler de material.
“Esta es una estación pequeña, diferente, muy cercana, en la que te permite conocer a la gente, ideas nuevas, es muy familiar…”. Pues sí. Estamos en el Reto 33 Estaciones, La Lunada es la decimoquinta (de 33 totales) que esquiamos y tenemos que decir que no hemos visto nada parecido. Ni remotamente. Es auténtica. No reserves una semana de vacaciones para venir. Pero amas el esquí, algún día tienes que visitarla. Y los que viven por la zona, cántabros, vascos y burgaleses, tienen una vía de escape aquí al lado. Porque, en La Lunada, si hay nieve, se esquía. Lo demás no importa. Digo esto porque el señor del pantalón de pana lleva ya seis bajadas (y subidas por la carretera) mientras estamos hablando en la cafetería…