Era hora de embarcar. Todas nuestras inquietudes quedaron atrás, pero a su vez aparecen nuevas emociones. Nos embarga el nerviosismo. Tanta preparación ¿Servirá de algo o será un desastre?
Compruebo una vez más el pasaporte. A ver si lo he mirado mal y está caducado y me mandan de vuelta. Nuevos temores. A ver si al final lo leí mal y era necesario un visado. Espero que no sea complicado entenderse con la gente. Espero que sea cierto lo que comentan de los japoneses. Espero no haberme equivocado en la reserva de los hoteles. A ver si puse mal las fechas de JR Pass.
Pero es una mezcla extraña, porque al mismo tiempo temblamos de excitación. Este viaje va a ser único. Estoy seguro que va a salir todo muy bien. Si algo sale mal, nos reiremos de ello a lo largo del tiempo.
Facturamos las maletas y por fin llegó la hora. Bien. Estamos volando. Por fin. Tanto esfuerzo empieza a verse materializado. La "fase I" ha comenzado. Esperemos cumplir todos los hitos.
Un viaje interminable a lo largo de medio mundo que nos da para hablar, comentar, reir y al fin y al cabo, reforzar nuestra amistad.
Después de 16 horas y un enlace llegamos a Narita, el aeropuerto internacional de Tokyo y pasamos el control de aduanas sin el menor de los problemas, todo lo mas, el rellenar un sencillo formulario de inmigración que se entrega en el control de aduanas y por el cual nos conceden una estancia máxima de 90 días ¡Já! 90 días ¡Más quisiera!
Y por fin estamos en Japón. Pero estamos en Narita, esto está a 60 km. de Tokyo ¿Y ahora qué?
Bueno, pues Japón dispone de uno de los servicios de transporte públicos más completo y eficaz del mundo. Una de las mejores bazas que dispone el viajero que quiere visitar Japón es la posibilidad de adquirir el JR-Pass.
El JR-Pass es un bono que te permite la utilización ilimitada de trenes, ya sean regionales o de alta velocidad a un precio bastante razonable.
Existen tarjetas para periodos de 7, 14 y 21 días. En el momento en el que se utilicen al menos tres trenes ya se ha compensado el precio que se paga por un bono de 7 días. Nosotros cogimos el de 21 días porque aunque en Hokkaido sabíamos que no íbamos a utilizar el tren, por precio nos compensaba antes que utilizar dos bonos de 7 días.
La tarjeta se puede solicitar vía internet y llega al día o a los dos días de haberla solicitado y el tiempo de validez de la tarjeta comienza en el momento en el que se utilice por primera vez.
Página oficial del JR-Pass en el que se pueden adquirir los bonos
El bono que os llegue a casa, una vez en Japón, tendréis que canjearlo en alguna de las oficinas del JR-Pass que se encuentran en la mayoría de las estaciones de tren y en los aeropuertos.
Entonces os darán una tarjeta sellada que deberéis mostrar en las entradas a las estaciones del JR y tendréis libre acceso.
Si sabéis que vais a viajar en tren en un día y hora determinados, lo más conveniente es reservar los asientos del tren para que no haya problemas, pero si lo improvisáis, tampoco es problema, ya que existen en la mayoría de los trenes vagones con asientos no reservados y en el periodo que estuvimos nosotros, no encontramos ningún problema en este tipo de vagones, siempre encontramos sitio.
Advierto, eso sí, que la línea de tren que une Narita con Tokyo necesita reserva previa, advertencia que hago para que luego no tengáis problemas como los que tuvimos nosotros el día de la vuelta, ya que con nuestra comprensible ignorancia inicial, no nos dimos cuenta que a la ida nos reservaron los asientos para poder ir a Tokyo. Y es importante, ya que este tren que sólo dispone de vagones para asientos reservados.
Superado el control de pasaportes, recogidos los equipajes y desorientados que estábamos, en seguida nos dimos cuenta de lo fácil que resulta moverse en el transporte público japonés. Encontramos enseguida las indicaciones para acceder a la estación del JR y también encontrámos fácilmente una oficina en la que pudimos canjear el bono de forma muy sencilla.
Así que nos dirigimos a la estación de tren y por allí preguntamos cómo llegar a Tokyo. Todas las estaciones tienen un "Ticket Counter", una oficina en la que puedes realizar cualquier consulta, sacar los tickets para reservar los asientos o para exponer cualquier problema que te surja.
En esta oficina preguntamos para ir a Tokyo y nos dijeron que era final de línea y que podíamos tomar el tren. Nos sacaron la reserva de los asientos y subimos al tren.
A pesar del largo viaje y la diferencia horaria, nos encontramos felices de estar aquí. Parece que todo está saliendo bien. Pero ¡que cansancio! Además del tiempo que llevamos viajando, tenemos que superar una diferencia horaria de 8 horas.
Y por fin llegamos a Tokyo. Al final salió todo muy bien. Conseguimos llegar al hotel, conseguimos adaptarnos al horario, conseguimos información que amablemente nos facilitaba el propio personal del hotel, en un inglés difícilmente entendible pero con mucha voluntad por hacerse entender. Este país nos empezaba a cautivar.
Y visitamos Tokyo.
Y como teníamos el JR-Pass, teníamos libertad de movimiento, al menos libertad ferroviaria, y fuimos a Nikko
Y llegó el día y visitamos Kyoto.
Y visitamos Miyajima, espectacular Miyajima
Al que pudimos asistir a una de las danzas cortesanas de Bugaku, que se celebran únicamente los días 2, 3 y 5 de enero, una danza en la que los guerreros adoptan formas inverosímiles siguiendo un estricto protocolo, y nos sentimos privilegiados, afortunados y todo por poder presenciar una simple danza.
Y visitamos Nara
Y visitamos en un accidentado viaje, Shima-Hanto, donde, cómo no, tuvimos nuestra primera anécdota y es que hasta ahora estaba saliendo todo muy bien, pero tenía que ocurrir.
Resultó que el tren que comunica Kyoto con Shima-Hanto pertenece a otra compañía que no es la Japan Railway y, tan expertos que nos habíamos vuelto, sacamos el billete en una expendedora de las que abundan por todo el territorio nipón y nos subimos felizmente al tren hasta que, en mitad de trayecto, el revisor nos dice que estábamos en unos asientos reservados, pero reservados por otras personas y, además, daba la casualidad de que el tren estaba completo, por lo que nos tuvimos que bajar en una ciudad que se encontraba a mitad de camino.
¿Y ahora que hacemos? A ver como nos las apañamos en lo que convenimos llamar el Japón profundo.
Curiosamente, fue el sitio donde mejor nos pudimos comunicar, ya que el personal de la estación hablaba un inglés académico que dejaba al que suscribe y sus compañeras en inferioridad lingüística, por lo que fácilmente pudimos resolver esta desagradable situación y continuar el viaje dos horas después.
Sirva esta anécdota como advertencia a aquellos viajeros que se aventuren por este país para recordarles que en Japón todas las líneas ferroviarias son privadas y que no existe monopolio. El JR-Pass sólo permite el acceso a las líneas de la Japan Railway que son las más importantes del país, pero no son todas las que hay y tampoco llega a todos los sitios.
Pero ahí no acaba todo.
En Shima-Hanto, todos los 5 de enero se celebra el casamiento de las rocas sintoístas. O eso creíamos después de leer lo que indicaba la guía del National Geographic.
Cuando por fin llegamos, sin esperanza de poder contemplar dicho evento, nos enteramos que este ritual sagrado se celebra en el mes diciembre, una mala pasada que nos jugó la guía y una anécdota para contar acerca de como dedicamos un día entero para contemplar "dos piedras con una cuerda". Estos días al final son inolvidables y siempre los recordaremos entre risas.
Pero el viaje continuaba y por fin llegó la hora, ya es la hora, por fin probaremos la nieve nipona, por fin comprobaremos si realmente mereció la pena reservar unos días para el esquí. Por fin sabremos si lo que nos venden los vídeos y las imágenes colgadas en Internet son ciertas o pura ciencia ficción.
Y nos dirigimos en tren hasta el aeropuerto de Kansai gracias a la facilidad de utilización del JR-Pass. Kansai, una brutal obra de ingeniería, una isla artificial construida en medio del mar.
Si una cosa desean los japoneses, es que los extranjeros puedan conocer su país. Tanto es así que para evitarnos tener que hacer más de 1.000 km. de viaje, que podría durar unas trece o catorce horas y en el que debíamos realizar infinidad de transbordos con las maletas a cuestas, decidimos utilizar el transporte aéreo.
Pues bien, ANA tiene una tarifa plana para extranjeros en la que cobra unos 100 € por trayecto independientemente del día, la hora o el trayecto a realizar. Algo verdaderamente increíble y que por supuesto, pudimos aprovechar.
Web de reservas de ANA para España y Portugal
Y ya por el camino pudimos comprobar que nieve no iba a faltar. Al menos, desapareció el suspense que hasta ahora nos había estado persiguiendo. Seguro que esquiamos, bien o mal pero esquiamos. La alegría nos invade.
Y cuando llegamos al mar, pudimos comprobar con asombro como esta porción de agua que divide el país en islas establa moteada por puntos blancos que resultaban ser inmensos bloques de hielo que surcaban el mar esperando su trágico final.
Y, no sin frotarnos antes los ojos ante la incredulidad de lo que estábamos viendo, divisamos la costa nevada ¡Qué cerca está nuestro destino!
Bueno ¿Y ahora qué? ¿Cómo llegamos a Niseko?
Cuando en los meses anteriores estuve buscando información de como podríamos trasladarnos desde el aeropuerto de New Chitoise hasta Niseko, la información parecía confusa y aparentemente difícil.
Las opciones que se nos presentaban era la de ir en tren, necesitando realizar un trasbordo en Sapporo y una vez en la estación de esquí, utilizar los servicios de un taxi que nos llevara al hotel o la otra opción era la de utilizar una línea de autobús, la Chuo Line, que se menciona en la propia página de información de Niseko pero con el inconveniente de unos horarios limitados que nos hacían temer que íbamos a tener problemas para encontrar sitio.
Llegué a plantearme incluso hacer noche en Sapporo, pero eso hubiera supuesto perder un día de esquí, por lo que había que buscar alternativas, y la alternativa a priori fue la de viajar pronto para así poder llegar con holgura a los horarios de autobús y rezar para que hubieran plazas disponibles.
La ventaja de utilizar el autobús con respecto al tren es que es un viaje directo y que te deja en la misma estación de esquí.
Por tanto, una vez bajamos del avión nos dispusimos a buscar dicha línea, pero aún podríamos seguir sorprendiéndonos. La capacidad de asombro de los japoneses no tiene límite aparente.
En el mismo aeropuerto nos encontramos por casualidad un área llena de mostradores de empresas de autobuses y empresas turísticas. Nos dirigimos a una de ellas aleatoriamente para preguntarles donde podríamos encontrar la línea Chuo y también le comentamos nuestra intención de ir a Niseko para que nos informaran sobre las alternativas que tendríamos en caso de no haber plazas disponibles en el autobús.
Pues resultó que la mayoría de estas empresas realizan el mismo trayecto y al mismo precio, es decir, por unos 2.300 Yenes, aproximadamente unos 20 Euros y con unos horarios muy amplios, hasta las 20.00 h. o 21.00 h. no recuerdo muy bien.
Además dió la casualidad de que la empresa que elegimos aleatoriamente nos dejaba en la puerta de nuestro hotel, por lo que sin dudarlo, escogimos dicho servicio que nos llevó felizmente a nuestro hotel en un cómodo trayecto de tres horas.
Dicen que la mejor forma de ver un país es en tren o autobús. Y en Niseko esta afirmación cobra peso. Pudimos contemplar el lago Toyako
En cuyo centro se encuentra una isla, Nakajima, que al fin y al cabo es un volcan y nos recuerda que estamos en un país enclavado en mitad del cinturón de fuego.
Y seguimos avanzando y nos damos cuenta que estamos atravesando un parque nacional, en el que existen diversas especies protegidas, como los osos.
Aunque la biodiversidad es más amplia, y así lo indica la propia señalización de la carretera, con el objetivo, supongo, de concienciar a los conductores sobre el tramo que están atravesando.
Y según vamos avanzando, vamos encontrando cada vez más y más nieve. Nuestra sangre hierve. Esperaba encontrar nieve ¿Pero tanta?
Y vemos que hay un buen paquetón, o ese era mi concepto de paquetón hasta la fecha. Íbamos adentrándonos cada vez más y más y los espesores iban también a más.
Esto empieza a ser preocupante. Parece que hay mucha nieve. Me asaltan nuevas dudas ¿Nos quedaremos bloqueados? ¿Seremos capaces de avanzar? ¿Cómo es posible que un vehículo tan grande no haga ni el mínimo amago de salirse de la carretera? La verdad, no sabíamos lo bien preparados que están en la isla para convivir con la nieve.
Y dicen que los vehículos grandes no son aptos para circular en nieve. Pues menos mal que el nuestro es pequeño ¡Y no llevamos cadenas!
Pero que cantidad de nieve, y está nevando, esto promete. Ya divisamos a lo lejos las pistas.
El autobús va parando en cada uno de los diferentes sectores de la estación, a excepción de Hanozo. Y ya podemos comprobar cual es el espesor en una de las partes más bajas de la estación.
Si esto es aquí abajo ¿Qué nos espera? ¿No será muy peligroso? Una cosa es cierta, nieve no nos va a faltar.
Por fin, llegamos al hotel. Pues nada, a registrarse y a descansar, que después de estar todo el día viajando ya no apetece otra cosa.
El cansancio me impide disfrutar de mi embriaguez, del sueño perseguido desde hace años y es que por fin estoy aquí. Mañana será otro día. Espero.
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