Llessui, una estación en el olvido
Dicen que la nostalgia es la pena por el recuerdo de un bien perdido; en mi caso, la nostalgia natural por los recuerdos de la infancia se mezcla con la pena añadida de que nunca volveré a disfrutar en una estación de esquí de la que, según parece, sólo queda un rastro fantasmal en forma de unos cuantos hierros retorcidos.
Mi familia empezó a ir a Llessui en 1967, en cuanto se abrió, ya fuera por amistad con Alfons Segalàs o por el parentesco directo con alguno de los inversores (que no hizo precisamente un gran negocio sino todo lo contrario).
Aunque no esquiamos allí durante muchos años: Llessui cerró definitivamente en 1987, pero a mediados de los setenta dejamos de ir con regularidad. A la gran distancia que había entre Llessui y Barcelona (ahora Google Maps dice que son casi cuatro horas, pero con las carreteras y los coches de entonces era mucho más) se sumaba la incertidumbre total acerca de si merecería la pena el viaje, ya que la estación cerraba por viento con frecuencia.
Este reportaje contiene las fotos del álbum de mi padre entre 1967 y 1970 e intentaré acompañarlas de lo poco que recuerdo de aquellos tiempos.
El refugio.
Invierno de 1967
Verano de 1967, imagino que en una visita previa para conocer la nueva estación – la rubita de la izquierda soy yo. Y esas prendas de abrigo improvisadas son los viejos anoraks de mis padres, de lona recia. Ya no esquiaban con eso, pero seguían a mano para casos de necesidad.
1967
Precisamente, por ser una estación muy expuesta al viento y al frío, mis padres tardaron en llevarnos a Llessui, no parecía un lugar adecuado para niños. De las pocas cosas que recuerdo es que en la silla de subida, paso obligado para llegar a cualquier remonte, te daban una manta para protegerte un poco. Así funciona la memoria de los niños: no podré contar grandes cosas de Llessui, pero recuerdo la mantita de cuadros, que la ventisca dejaba tiesa como el cartón, como si todavía la tuviera sobre las rodillas.
Entonces ninguna de las estaciones de esquí del Pirineo estaban preparadas para los niños; de hecho, el esquí no era cosa de niños. Mis padres intentaban evitarnos lo peor y nos llevaban en primavera: recuerdo que fue en Llessui donde descubrí que la nieve podía levantarse en un precioso abanico cuando uno derrapaba y que eso se llamaba "nieve polvo". Durante mis primeros años de esquí, la nieve, la única forma de nieve que conocí, era esa masa granulada que llamamos
nieve primavera y que ahora todo el mundo desprecia tanto. Y que a mí, en cambio, me gusta bastante.
Tampoco tenía pistas fáciles para debutantes, ya que el remonte más sencillo era un arrastre (si no recuerdo mal, llamado La Carena) relativamente difícil, ya que daba un buen tirón inicial. Carena es una palabra catalana que significa cresta de una montaña. Y por ahí subía el arrastre; todavía recuerdo con cierto miedo que a la derecha había algo que a mí me parecía entonces un barranco.
En estas fotos yo soy la de los pantalones claros y la otra es mi hermana pequeña.
Como bien se ve, también había colas. Eso sí, mucho más ordenadas que las de ahora. Al fondo, el Montsent o Montseny de Pallars
Quien lleva la camilla es mi primo y va dentro una de mis hermanas. Que no tenía nada, sólo estaba dando un paseo.
1970
Mis hermanas mayores
El telearrastre que llevaba a lo más alto era Els Altars (y, si no recuerdo mal, describía una curva que entonces me parecía muy peligrosa).
De ahí arriba son las dos fotos siguientes:
Un largo camino....
Que muchas veces tenía como recompensa una nieve abundante y poca gente:
De aquellos tiempos conservo muy pocos recuerdos: estas fotografías y esta insignia, que no sé ni de dónde saqué: