¿Te asusta pensar que la inflación en España se puede plantar en el 8%? Pues imagina estar en un país donde el incremento es del... 150%.
La que fue considerada como la 'Suiza de Oriente Medio', hoy vive una de las mayores crisis económicas del mundo. Según el Banco Mundial, la peor desde 1850. Allí no hay inflación, sino superinflación: los precios han subido un 150% en el último año. La Libra Libanesa hoy apenas vale nada, 0,00060 céntimos de euro.
Para colmo, la explosión de un almacén de productos inflamables en el Puerto de Beirut, destrozó media ciudad y se saldó con 250 muertos.
Ante esta situación, en el Líbano hoy más del 50% de las personas están por debajo del umbral de la pobreza marcado por la ONU y un 20% está en extrema pobreza.
Líbano tiene principalmente tres estaciones de esquí: Faraya-Mzaar (80 km de pistas), Los Cedros y Faraya-Kfardebian (85 km). Fueron creadas por militares franceses cuando aquello era una de sus colonias. Con el tiempo han ido acogiendo no solo a los propios libaneses que se podían pagar un forfait, sino a ciudadanos del Golfo Pérsico, que se sentían más cómodos en estas pistas que en las de Europa.
En un contexto en el que en Líbano falta de todo, desde medicinas a elementos básicos como pan o carburantes, y hasta un suministro estable de electricidad, es complicado pensar que se mantenga un turismo para esquiadores. Y es que aunque los árabes del Golfo suelen venir en invierno, la pandemia del COVID ha limitado sus movimientos, además de que la profunda crisis del país, ha hecho que muchos se lo piensen por la falta de servicios básicos.
Mientras esquias en el Líbano, puedes ver el mar. @facebook.com/FarayaMzaar
Probablemente no haya muchas estaciones de esquí en el mundo para las que una buena parte de la nieve recién caída sea un problema perjudicial para el negocio. Faraya, cuyas pistas alcanzan casi los 2.500 metros, es la más importante del Líbano y la mayor de Oriente Medio. Pero se encuentra en un país en bancarrota después de haber sido saqueada durante décadas por un cartel de señores de la guerra, líderes de clanes y mafiosos.
Por esta razón, ya no existe un servicio de limpieza de carreteras. Las que llegan a las estaciones de esquí tampoco. Falta carburante, y mucho menos no se puede pagar a los funcionarios. Así que cuando nieva, son los propios comerciantes y empresarios de estos complejos invernales los que tienen que tratar de limpiar la carretera, lo que hace pensárselo dos veces a los pocos turistas internacionales.
Tampoco hay una conexión eléctrica. Allí arriba todo funciona con generadores diésel. Esto pasa en muchas zonas del planeta. Así que queda mucho trabajo por hacer para reducir la huella de carbono, a parte de que los europeos compremos coches eléctricos.
Como el carburante es escaso y caro, estos generadores apenas pueden funcionar unas horas al día que suelen coincidir con el funcionamientos de los telesillas. Así es complicado, por no decir imposible, tratar de atraer turistas extranjeros a unos hoteles, que no saben cuanta electricidad podrán tener en un fin de semana.
¿El esquiador de un día? Teniendo en cuenta que las estaciones de Faraya están a apenas 50 kilómetros de Beirut (3.300.000 habitantes), se podría confiar en este posible mercado. Pero los sueldos han bajado rapidísimamente, mientras los precios han subido al mismo ritmo. Un forfait cuesta hoy tanto como el sueldo medio de un trabajador de Líbano.
Así que las familias suben, pero unas se dedican a jugar en la nieve, que 'es gratis', y otras, las que todavía pueden, esquían previo pago de un prohibitivo forfait.
Entre estas últimas están los millonarios. E incluso los nuevos ricos. Porque siempre hay quien sabe sacar beneficios de las cenizas. Estos se amontonan en los pocos restaurantes exclusivos que han quedado en Faraya. Allí cuesta encontrar una reserva y una plaza de aparcamiento a buen recaudo para sus Mercedes, Porsche y coches de alta gama. Suben y bajan de nuevo a la capital, Beirut.
Solo una pequeña élite de millonarios mantiene su estatus económico
Estos principalmente pagan en libras libanesas. La crisis ha trazado una nueva línea divisoria social: entre quienes pueden obtener "dólares frescos" en efectivo o del extranjero y a quienes se los niegan. Durante décadas, la moneda estuvo vinculada al dólar estadounidense a una tasa de 1:1500. El nivel de vida era mucho más alto que en otros países árabes.
Pero la relativa prosperidad no tenía fundamento. La economía no produce casi nada y exporta aún menos. La situación se mantuvo estable por un sistema piramidal. La Reserva Federal tomó prestados dólares de bancos privados y recurrió a estafas y acuerdos retorcidos que mantuvieron las apariencias, pero agravaron el problema. Todas las advertencias fueron ignoradas.
La élite ganó millones, la riqueza relativa ayudó a evitar que la población se rebelara contra la clase política corrupta que asolaba el Líbano. Hace poco más de dos años, los libaneses finalmente se dieron por vencidos y tomaron las calles en masa. La pirámide de la deuda también se derrumbó.
Desde entonces, ha habido un control rígido e ilegal del movimiento de capitales. Los dólares en las cuentas del Líbano prácticamente no valen nada, los bancos no los pagan e impiden las transferencias internacionales. En el mercado negro, la Libra Libanesa está alrededor de 1:21.000.
Y como casi todo tiene que importarse en el Líbano, los precios se han disparado. Cualquiera que compre un forfait para esquiar en Mzaar o Kfardebian ahora lo paga a 'precio de dólares'. En libras libanesas, el valor de un pase corresponde a un tercio del salario mensual de un oficial del ejército o el total del salario mínimo. Una cena posterior en “Le Montagnou” probablemente habría consumido una gran parte de todos sus ingresos.
Está la cosa tan mal, que un avance como el código QR para ver los menús, aquí es muy celebrado, porque de esta manera no tienen que imprimirlos en un papel, que también escasea y que se ha de comprar en el mercado negro. Y es que, aunque alguna cosa se puede pagar en dólares, la mayoría de libaneses maneja las Libras, moneda oficial del país. Pero los empresarios luego han de comprar en Dólares porque es la moneda que suelen aceptar los vendedores y distribuidores, porque da más seguridad. Por tanto, cuanto más baja la Libra, más se reducen los beneficios.
Con la gran mayoría de libaneses sin poder pagarse un forfait o incluso la gasolina para poder llegar a la nieve de las estaciones de esquí y sin que los turistas árabes del Golfo puedan pensar en quedarse unos días por la falta de servicios, la pregunta sería, quién está esquiando esta temporada en las pistas del Faraya.
Y la respuesta está principalmente en los libaneses que viven en el extranjero. Personas que siguen atraídas por pasar unos días en casa, y que les gusta la idea de tomar una vacaciones esquiando en su país natal. Sin ellos, no solo los pocos hoteles de estas montañas se enfrentarían a la bancarrota. Todo el país se habría derrumbado si no fuera por los 'expatriados' en el extranjero que mantienen a flote a las familias con inyecciones regulares de divisas.
Según las estadísticas, las remesas del exterior representan un tercio del producto interno bruto. Son personas que tienen conciencia de lo que está pasando aquí.
Pero también están los 'nuevos ricos'. Gente que ha hecho dinero solamente tras el colapso de la economía. Se acercaron a políticos corruptos, o supieron hacer negocio gracias a la escasez de carburante.
En el Líbano, sin embargo, no se trata solo de cómo alguien obtuvo su dinero, sino también de a qué grupo étnico pertenece. Ya sea cristiano, druso, sunita o musulmán chiíta. La división del país en este sentido todavía parece ser más importante que la creciente brecha social.
Las pistas de esquí de Faraya son terreno cristiano. Cuando la gente aquí se queja del cambio de clientela, muchos suenan como las "madames" de los barrios cristianos de clase alta de Beirut, lamentando el glamour de los años pasados.
También están los chiítas. La gran mayoría de ellos pertenecen a la gente sencilla y pobre. Ellos también vienen a Faraya, pero pasan sus excursiones en campos nevados fuera de las pistas de esquí, donde sus hijos juegan mientras los adultos observan desde sillas de plástico.
No se esperan grandes cambios a corto plazo en el Líbano. Para poder rescatar al país, la comunidad internacional exige reformas políticas y económicas. Analistas y diplomáticos occidentales han puesto sus expectativas en los próximos comicios parlamentarios, con la esperanza de un cambio político que saque al país del caos en el que está sumergido.
Estas elecciones, que se espera se celebren el próximo 15 de mayo, son una oportunidad para las demandas y aspiraciones de las protestas de 2019, en las que se exigía el fin del sectarismo y de la élite política que ha estado gobernando por más de 40 años al país desde el final de la Guerra Civil en 1961.
Mientras tanto en las montañas de Faraya, elevadas sobre el smog que domina constantemente un Beirut, donde todo se mueve a base de generadores diésel, los telesillas tratarán de seguir dando vueltas a la espera de tiempos mejores.
Por si la situación económica tan grave no fuera suficiente, resulta que las estaciones del Líbano están viviendo uno de los mejores invierno. Muchas semanas con más de seis metros de nieve.