Mi amigo Johannes, Entrenador Nacional austriaco que ha instruido desde pequeños a varios deportistas que hoy militan en el equipo de su país, siempre dice lo mismo: en esquí hay cosas “que se hacen”, y hay cosas “que pasan”.
Y así es; no me canso de leer en los foros si esto es así o esto se hace asá, cuando, en realidad muchas veces son, sencillamente, cosas que ocurren de manera natural por la propia biomecánica de nuestro cuerpo, y que se hacen de forma totalmente inconsciente. Veamos unos ejemplos muy conocidos de cosas que, simplemente, pasan:
Adelantar el esquí interior
Una de las preguntas recurrentes de los foros es si se debe adelantar el esquí (o la pierna, la cadera o el hombro) interior. Bien; la respuesta es fácil. Pongámonos en la escalera de casa, de lado, las botas puestas, con un pie en un escalón y el otro en el de más arriba. Intentemos poner un pie justo al lado el otro y veremos que es prácticamente ¡Imposible! El pie de más arriba tenderá a descansar, naturalmente, más adelantado que el de abajo. Del mismo modo, en la nieve, en el plano inclinado de la pista, cuando estamos completando una curva, el pie interior va a querer estar más adelantado que el otro por una pura y simple cuestión física.
¿Necesito pensar en adelantar el pie conscientemente? No. Mejor me concentraré en lo que hace el esquí exterior, que es el dominante y en el que tendrá en ese momento la mayor responsabilidad sobre la conducción. Es más, aunque esto sea tema para todo un nuevo artículo, es muy probable que, algunos, por una cuestión de equilibrio tendamos a adelantar ese pie interior en exceso (como pasa a tantos veteranos) de modo que, en todo caso, si algo hay que hacer, será intentar retrasarlo si fuera necesario.
Poner presión en las colas
Otro de los clásicos es si se debe poner más presión en las colas al final de un viraje. En efecto, es más que probable que esto ocurra de manera natural, pero no tendremos que provocarlo nosotros, sino que la propia Naturaleza con su herramienta la gravedad, lo hará por nosotros a medida que describimos la curva.
Si nosotros provocamos esto en un plano o a poca velocidad, es posible que no pase nada e incluso nos genere una sensación de dinamismo pero, si lo hacemos en una fuerte pendiente o en una nieve más dura, empezaremos a perder el control y es posible que salgamos catapultados a la primera de cambio. Además, si adquirimos esa habilidad de llevar el peso en exceso a las colas, a la larga, tendremos destrozadas las articulaciones de las rodillas.
En la foto podemos observar algunos de los gestos que, malinterpretados, nos pueden inducir a error. Por ejemplo, la posición flexionada de la figura 4 al absorber, que hace "parecer" que la presión recae en las colas; el brazo levantado de la figura 6 para regular el precario equilibrio en esa fase concreta de la curva o, finalmente, el esquí interior adelantado de las figuras 6 y 7. Dejarse llevar por las ilusiones ópticas de una imagen "congelada" o por sensaciones subjetivas, nos puede hacer malinterpretar la técnica y distraernos con gestos innecesarios o incorrectos. Esquiador Richard Berger. Fotomontaje del libro "Esquí, rendimiento y emoción". Ediciones Desnivel 2008. © Carlos Guerrero Castillo.
Levantar el brazo exterior para inclinar
Es muy habitual ver a los corredores de Gigante levantar el brazo exterior al comienzo de las curvas. Así, hace años, por una mala interpretación de este gesto, se ensañaba a hacer “carving” levantando el brazo e inclinando excesivamente, sin la correspondiente angulación de cadera.
Un corredor, sin embargo, puede levantar el brazo por tres razones, y ninguna de ellas suele ser a propósito: la primera es para vencer la enorme fuerza externa que lleva en una dirección, y poder cambiar los ángulos, proyectando todo su cuerpo hacia el otro lado; la segunda es porque, justo en el momento del cambio, cuando reacciona el esquí, la fuerza es enorme y mueve el brazo para equilibrarse en medio de ese “rebote”; la tercera es por una razón similar, y le hará levantar el brazo inconscientemente, tras iniciar la curva, por el simple hecho de estar levemente desequilibrado sobre el esquí interior. En todos los casos, el corredor intentará bajar ese brazo lo antes posible para equilibrarse sobre el esquí dominante.
En conclusión: el brazo exterior no se levanta a propósito. Es algo que pasa; que nuestro cuerpo hace para buscar un “apoyo” inmaterial entre las fuerzas a las que está sometido, y poder así equilibrarse. En seguida habrá que bajarlo, buscando quizás el modo de clavar el bastón al final de la vuelta y ayudar así a presionar el exterior.
Todas estas cosas "que pasan", por consiguiente, pueden ocurrir y ocurrirán, pero no tenemos por qué hacerlas intencionadamente. Es más, el hecho de hacerlas adrede puede que nos distraiga de otras cosas más importantes (como focalizarnos en el esquí dominante, o distribuir la presión adecuadamente y equilibrarnos) o que incluso nos aboque a cometer errores por una malinterpretación de lo que debemos hacer. Concentrémonos, pues, en esas cosas simples que “tengamos que hacer” que, lo demás, lo que tenga que “pasar” pasará, y ya la Naturaleza, seguramente, se encargará de hacerlo por nosotros.
¡Buenas Huellas!
Carolo © 2011