El otro día hablábamos de un momento dulce en las curvas deportivas. Un breve instante en el que notamos estar en una posición sólida, de dominio, y desde el que podemos hacer que los esquís corten limpiamente mientras aceleramos. Una inmensa mayoría de personas inician las curvas sin encontrar nunca ese momento porque, sencillamente, no se dan el tiempo y el espacio necesarios.
Desde que aprendemos a esquiar tendemos a girar al principio lo más rápido posible, pues sabemos que atravesarnos a la pendiente nos hace controlar la velocidad. Muchas personas mantienen ese hábito toda su vida y adquieren la habilidad de cambiar los cantos muy rápidamente. El problema es que, esa habilidad de cambiar rápido, no suele ir unida a una buena posición y la gente adquiere también la costumbre, ya no tan buena, de empezar las curvas retrasadas. Como los esquís modernos permiten ese tipo de trampas -empezar una curva atrás con un mero movimiento lateral, en vez de un movimiento combinado lateral y hacia adelante- la gente hace virajes razonablemente en una pista ancha y bien pisada, pero no consigue lo mismo en cuanto surge la más mínima dificultad.
La solución a todo esto ya la estamos imaginando: entre curvas, hay que darse tiempo para recuperar la posición. Para comprobar que, efectivamente, antes de hacer que el canto corte en la nieve, estamos sólidamente apoyados en el exterior. Que tenemos la sensación de que los pies están, en la pista, por encima o detrás de mi cuerpo, no a mi lado ni, mucho menos, por delante. Solo entonces, desde ese apoyo sólido, notaremos cómo generamos presión y dirección desde el principio de la curva, y nos notaremos con la suficiente confianza como para dejar que el esquí acelere cortando en la nieve hasta el final.
Esta estrategia sirve para todo tipo de curvas conducidas o derrapadas y, también, para radios cortos y largos. Por supuesto, como veíamos el otro día, no es la única manera de girar y, dependiendo de las necesidades, podemos elegir llevar a cabo más presión en otras partes del viraje. Esta, sin embargo, es la manera más difícil, pues tenemos que superar esa pequeña barrera mental de las prisas por girar, y darnos el margen necesario para comprobar que, entonces, una vez bien equilibrados con el esquí exterior por detrás de nosotros, solo entonces merece la pena comenzar un corte con decisión.
¡Buenas huellas!
Carolo, enero de 2020