Felicidad. A veces esquivo estado del espíritu, que sin embargo algunos privilegiados tenemos (al menos en su forma más básica) al alcance de la mano. Porque la encontramos en la nieve, así de fácil. En esos momentos de botas, abrigos, cascos, guantes y antiparras, filas cortas o largas, frío, ansiedad, telesillas, altura y como no, nieve para derrapar, cantear o o simplemente deslizar, esquiadores y snowboarders somos felices. Con eso, tan poco pero tanto para algunos locos que elegimos esta mezcla de actividad deportiva, afición y tantas otras cosas más.
Locos buscando locos. En eso suele convertirse la dificil pero emocionanante tarea de formar un grupo para perseguir la nieve, y encontrarla ahí donde esté. Gente del palo, con los mismos raros intereses de (otra vez) soportar cargarse de abrigos, protecciones, paciencia en las esperas y subidas y felicidad plena en cada bajada.

Supuesta base de investigación espacial china en lo profundo de la estepa neuquina. La seguridad es digna de una base militar secreta
Objetivo Bariloche, la reina de los destinos de invierno. Y no jodan con otras ciudades de su preferencia, la reina es Bariló. Punto. Mil doscientos kilómetros de risas, anécdotas, curvas y velocidades vertiginosas o turísticas, según quién al volante. Paisajes monótonos y también otros que quitan el hipo. La noche, el lago, el destino ante los ojos de estos cansados pero felices viajeros. A seguir fortaleciendo el grupo hasta altas horas de la noche, antes y después de la informal comida. Si habían penas, preocupaciones, deudas o miedos, incertidumbre por un viaje que podía frustrarse, o por hermanarse por unos días con perfectos desconocidos, lo que sea que nos ocupara, todo quedaba atrás. Mañana se esquía.

Bello e imponente, el volcán Lanin marca el límite oriental del cinturón de fuego del Pacífico
Todos a bordo, el Cerro Catedral espera. Más ansiesdad, más sonrisas dibujadas a cuenta de lo que vendrá. Nuevos y viejos conocidos, nuevos y viejos esquiadores, cargados de anécdotas y experiencias pasadas o a punto de conocer otra dimensión deportiva, lúdica y humana. Fueron las primeras líneas de la temporada para todos, siempre las más esperadas, esas que se hacen desear, y ya conseguidas te hacen querer más y más. Un día de expericias nuevas para todos en realidad: el cerro estrenaba aerosillas, sectores y pistas esta temporada, y queríamos conocerlos.
La tradicional telecabina "Amancay"
Como nos tiene acostumbrados Cerro Catedral, paisajes maravillosos
Todos felices, tocó regresar a los alojamientos en medio de más risas, bromas y relatos de grandes y pequeñas batallas ganadas a la jornada. Cenar y dormir. Y al otro día más esquí.
O eso creíamos. Los ansiosos proponemos, el clima manda. Viento en cumbre, la montaña se cierra. No vale la pena tratar de sacarle el jugo al sector muy acotado que queda habilitado. A pasear, que el día no se termina aunque la lluvia ya se haga presente. "Balcón del Gutierrez", para salir de la base del Catedral, confirmó que a una 4x4 siempre hay que estarle agradecido, por caso de ser parte de la minoría que accede a ver una de las postales de ensueño de la Patagona Andina . Y ahí nomás "Circuito Chico", otro paisaje de cuento de hadas que uno no se cansa de visitar y visitar, es la excusa para más momentos compartidos, regados de camaradería y amistad. Definitivamente ya nos convertimos en un grupo de amigos, lo más valioso que podía entregarnos esta aventura es realidad.
Receta para contrarrestar un día frustrado de esquí: Reunión grupal, darse ánimos, repetir hasta que se haga carne que mañana será un día mejor y, fundamental, planear y ejecutar una comilona pantagruélica. Dicen que lo peor del ser humano se suele ver en los momentos difíciles. Pues si el momento difícil es no haber esquiado, esto parece ser catalizador para sacar lo mejor de las artes culinarias de cada uno. Cuidado, el remedio puede ser adictivo. En nuestro caso, seguramente hiper sensibles a la pérdida de una jornada de laderas blancas, debió ser repetido el resto de las noches, aún luego de haber podido esquiar. Podríamos superarlo si quisiéramos. No es el caso.
Pollo al curry, receta de autor de uno de nuestros cheffs
Ciervo con puré rosa
Y otra mañana llena de expectativas nos encontraba persiguiendo el manto blanco, que durante la noche parecía haber pintado las laderas rionegrinas. ¿Buscamos laderas?: ¡Vamos a Laderas Perito Moreno!, ahí seguro nos cansaríamos de esquiar. Peeeero... ¡es el clima, estúpido! habría dicho Bill Clinton si se le hubiese permitido ser parte de tan selecto y fraternal grupo. Base del cerro, sólo para corroborar lo que se temía: el viento se hacía amo de la jornada otra vez. Dos días sin esquiar. Dos. Dos, dos, dos. Nunca vivido para los hasta ese momento afortunados protagonistas de este relato .
Para peor, los últimos análisis empíricos realizados por esos mismos protagonistas demostraban cláramente que las horas de esquí son inversamente proporcionales a la grasa abdominal. El almuerzo se cernía amenazante sobre los atribulados frustrados esquiadores. Pero primero un poco más de forzado turismo.
El Bolsón y Lago Puelo nos recibían con esa tranquilidad montañesa de comarca chica que imaginábamos, pero pocos en el grupo conocíamos. Dos pequeñas ciudades hermanadas por una ruta troncal central, casi un mismo núcleo urbano que sin embargo están situadas en dos provincias diferentes. Uno va por esa calle princial y el control policial es, a la vez, control fronterizo interprovincial. Allá, al final de esa ruta/avenida, el lago (Puelo), según algunos el de aguas más templadas de la Patagonia. Ciervo y cordero. ¿Qué qué tiene que ver con turismo?: que ya a quien esto escribe le dieron ganas de hablar de comida... otra vez. ¡Pensar que la idea de estas líneas es tratar de transmitir sensaciones, incluso sentimientos!. Pollo al curry para la cena. Ya está, se dijo, no tiene vuelta atrás. Envidien nomás, porque encima, al otro día sí (por fin) se esquiaba.
Se repetía el camino. Esa otrora pequeña joya del esquí argentino, Laderas Perito Moreno, que no para de crecer a base de ilusiones, tesón, inversiones y sobre todo esfuerzo de su capital humano, esta vez mostraría sus mejores galas, nevada nocturna previa incluída. Otro lindo caminito para 4x4. Claro que con risas y camaradería, el camino no es más que la excusa para que los lazos humanos se estrechen, en natural proceso de gestar amistad sincera. Incipiente, pero noble y sentida. Once kilómetros desde la mítica ruta 40 de subidas con pozos y barro, bajadas con pozos y barro, curvas y contracurvas con pozos y barro para llegar a una (aunque también con piso de tierra y piedra) correcta y cuidada playa de estacionamiento gratuita. A no amilanarse que en auto también se llega, con paciencia y cuidado, sin romper nada.
Hermoso cerro. Lindos sus paisajes, sus pistas, linda su gente. Se respira ese aire a Patagonia profunda, de definición difusa pero existencia real más allá de toda duda. Ciudad y campo tal vez como términos aproximados, aunque no totalmente representativos de lo que despierta ese pedacito de cordillera en nuestra percepción personal. Cada uno lo siente como cada uno lo vive.
En ese entorno ideal, en medio de la felicidad de descensos épicos y jornada estirada hasta el límite de lo posible, mancha (aprobio, ignominia, infamia o cualquier término grandilocuente perfectamente se podrían utilizar) para quienes faltamos al compromiso humano básico de estar para los que nos esperan y necesitan. Y el esfuerzo tardío por remediarlo, no es más que la clara demostración de que no estuvimos cuando debimos y pudimos, a tiempo y sin mayor esfuerzo. Aunque el perdón te esté esperando vestido de abrazo.
Ah, el carácter de simples seres humanos llenos de falencias que padecen nuestros cercanos, no evitó que esa noche la cena fuera un manjar digno de dioses toda perfección. Como siempre, bah...
¿Por qué tiene que llegar "el último día"?. Vaya uno a saber, pero siempre llega. Última visita a Cerro Catedral, últimas líneas sobre la nieve que se mantenía disfrutable. Mezcla de hielo, papa, caminos interminables, algunos con barro y piedras, se hace justicia si se dice que la mayor parte del terreno nos regalaba una jornada final memorable. Memorable también porque nos encontró a algunos descendiendo velozmente detrás de una camilla al grito pelado de "cortejo fúnebre". Una bromita inocente para el amortajado integrante del grupo que recibió el artero golpe de un descontrolado snowboarder. Los amigos se vieron en las malas... y se encontraron en la enfermería. Por suerte un lesionado nunca es excusa para otra (sí sí, otra) cena memorable.
El summit de la parte culinaria de esta aventura, paella de mariscos con el auxilio de "bastón polivalente"
Y al otro día tocó regresar. Dejábamos buena parte de esa alegría gestada en Bariloche, pero nos llevábamos entrañables recuerdos, vivencias y la promesa de reencontrarla cada vez que la magia de la nieve nos volviera a aunar.
A mis amigos compañeros de aventura, gracias de corazón por compartir momentos como los vividos