
Esquiador: Dani Maza
Fotos: Eva Marquès Requena
Nivel: Iniciación / ✔ Medio / Experto
La técnica del esquí conlleva la suma de múltiples gestos que hay coordinar con fluidez y armonía, algo que puede llegar a ser realmente complicado si no los tenemos perfectamente automatizados. Para no volvernos locos pensando en mil cosas a la vez, lo que podemos hacer es centrarnos en trabajar y activar algunos gestos importantes para progresar sin tener que estar pendientes de todo lo que hacemos. Con un repaso mental rápido durante la bajada nos aseguraremos de que estamos haciendo bien ciertos puntos clave, sentando unas bases que serán muy positivas para nuestro esquí.
Mi experiencia como profesor (y como alumno) me ha demostrado que uno de los grandes problemas a la hora de progresar, es abordar demasiadas cosas a la vez. Esto no nos deja fluir, nos hace lentos y estáticos y provoca que vayamos siempre por detrás de la acción.
Así que aquí van tres, llamémosles, ‘trucos’ que nos ayudarán a no tener que pensar tanto y sentir más.
1-La mirada
Cuando esquiamos, la vista es un activo que con frecuencia no se aprovecha como es debido. Ahí donde va la vista van los hombros y a estos les siguen las caderas. Si bajamos la mirada hacia las espátulas de los esquís, nuestro cuerpo tenderá a rotar, impidiéndonos lo contrario -contrarrotar- por mucho que lo intentemos.
Además, si no miramos suficientemente lejos, no podremos anticipar los movimientos.

La vista debe ir siempre levantada y al frente, en la dirección de nuestra trayectoria, haciendo con suficiente antelación las lecturas correspondientes de lo que se nos avecina. Esto ayudará a que los hombros (y en consecuencia el resto del cuerpo) se posicionen correctamente y nos movamos con más naturalidad.
Utilizar bien la mirada facilita, sobre todo, la entrada de la curva, cuando buscamos inclinación; pero también al final del viraje, para anticiparnos al siguiente, favoreciendo la contrarrotación.
2-El brazo exterior, bajo
La angulación es un gesto técnico que nos permite regular la inclinación y minimizar el riesgo de sufrir una caída por una perdida imprevista de agarre de cantos. Pero no es un gesto fácil de entender y es frecuente perder tiempo durante la curva pensando en cómo aplicarlo.
Existe un truco, tan sencillo como eficaz, que consiste en, simplemente, bajar el brazo exterior al final del viraje. Si mantenemos el brazo en una posición baja al final de la curva ganaremos seguridad, pues de manera automática favorecemos la angulación.

Si por el contrario lo mantenemos alto -un gesto que vemos con frecuencia en las pistas-, el cuerpo tiende a quedarse recto. La consecuencia es que perdemos angulación y apoyo en el esquí exterior.
Si a esto le sumamos la mirada apuntando adonde toca, propiciamos también la contrarrotación. El resultado es que finalizaremos el viraje con una actitud técnica muy adecuada para empezar el siguiente. Se produce un positivo efecto dominó a la hora de enlazar los virajes.
3-¡Pedalea!
Este truco quizá sea un poco más difícil de aplicar, pero es igualmente muy importante.
En el momento del cambio, no es lo mismo que los dos pies pasen a la vez al siguiente viraje con un golpe de talón (un defecto muy común) que sentir cómo los pies “pedalean” de manera independiente entre un viraje y el siguiente, buscando intercambiar sus funciones. Es decir, mientras un pie “baja” el otro “sube”, invirtiendo así el rol entre ellos: el que era exterior pasa a ser interior, mientras que el interior será ahora el exterior. O lo que es lo mismo: una pierna extiende, la otra flexiona.

Es lo que en el lenguaje técnico se denomina movimiento alternativo simultáneo. Las piernas se mueven a la vez, pero en sentidos diferentes.
Este tercer truco nos va a permitir efectuar la transición de un viraje a otro de la manera más efectiva posible. La cuestión es que, para que de verdad notemos que funciona, debemos haber efectuado correctamente los otros dos trucos anteriores, completando de esta manera nuestro ‘efecto dominó’.
CONSEJO
La finalidad de centrarnos en estos tres trucos es aprovechar la ventaja de focalizar nuestra atención en gestos concretos y trabajar para efectuarlos de manera correcta, en lugar de querer hacer muchas cosas a la vez.
Se trata de ir paso a paso, intentado hacer correctamente y por separado cada uno de ellos antes de combinarlos. Porque si desde el primer momento queremos hacerlos a la vez… ¡se nos estará acumulando de nuevo el trabajo!
