Esquiador: Dani Maza
Fotos: Eva Marquès Requena
Nivel: ✔ Iniciación / ✔ Medio / ✔ Experto
Una de las primeras cosas que me enseñaron como Demostrador de esquí es que, lo primero que debe analizar el profesor, es la posición de su alumno; revisar la forma como se sitúa sobre los esquís, cómo pisa, cómo coloca los hombros, los brazos y la cadera.
Todos los aspectos son importantes, pero la posición de la cadera es lo que más va a influir en nuestra habilidad técnica. Según cómo la situemos, trabajaremos correctamente con las piernas… o no.
Y aquí hacemos referencia a la importancia, también, de que, para esquiar, es necesaria una mínima condición física que nos permita trabajar sin limitaciones de movilidad ni fuerza.
La posición -en parado-
Durante años, los profesores estuvimos enseñando una posición base que, con el paso del tiempo, hemos visto que tenía carencias. La mostramos en esta imagen.
Podemos apreciar que la cadera queda desplazada hacia atrás y que, para compensar, los hombros se van hacia delante. A los que os dedicáis a la enseñanza del esquí, seguro que os es familiar la frase: “¡Saca el culo, levanta los brazos y encoge el abdomen!”.
Con esta posición provocamos que nuestro centro de gravedad “caiga” justo detrás de los pies y no sobre ellos, que es donde debería situarse. Esto limita nuestra movilidad en las piernas y en el resto del cuerpo, la cadera actúa como un lastre y tendremos que buscar soluciones alternativas a los problemas que nos crea esta posición.
Gracias al Pilates y otros entrenamientos de nueva generación, hemos podido entender que hay que llevar la cadera en retroversión, es decir, “girada” hacia delante/arriba. Un gesto que debe hacerse de una manera consciente, con el que ayudamos a situarla -la cadera- sobre la vertical de los pies y a que las cadenas musculares de todo el cuerpo trabajen adecuadamente.
Menos esfuerzo… ¡mejor resultado!
En la foto se ve claramente que la posición es mucho más natural y cómoda, respetando las flexiones de abdomen, rodilla y tobillo al mismo tiempo que, ahora sí, la cadera se sitúa sobre la vertical de las botas.
Con esta esta posición, el control tanto de los pies como de los hombros (que están más altos) es mucho mejor. En consecuencia, trabajar la técnica será más fácil y progresaremos más.
La posición -esquiando-
En esta primera imagen tenemos un final de curva en el que el esquiador sitúa su centro de gravedad muy desplazado hacia atrás. Este fallo (porque esquiar así es un fallo) viene de haber automatizado una posición de base equivocada.
La consecuencia es que cometemos otros errores, como rotar o bajar en exceso los hombros para intentar compensar la posición retrasada de nuestro centro de gravedad.
Y si la posición en el final de curva está mal, el inicio del siguiente viraje también lo ejecutaremos mal. Es un efecto dómino.
En esta otra foto, la diferencia en la posición del esquiador respecto de la anterior imagen es evidente. Al llevar la cadera más adelantada, el centro de gravedad queda “en su sitio” y, en consecuencia, el reparto de pesos es correcto. Además, podemos apreciar cómo los hombros mantienen una posición más erguida y natural, lo cual facilita su movilidad.
Desde esta posición podremos ejecutar el cambio de un viraje al siguiente de manera más cómoda y eficaz, haciendo que, en este caso, el efecto dómino actúe a nuestro favor y no en contra.
CONSEJO
Es muy fácil y recomendable practicar este ejercicio “en seco”, en casa. Descalzos, para notar bien los apoyos e imitar la posición base lo mejor posible. Buscaremos situar la cadera en la vertical de los pies, a la vez que flexionamos los tobillos y rodillas.
Al principio puede costar un poco, no es siempre fácil de sentir. Pero una vez lo tengamos, estaremos preparados para repetirlo en la nieve. Hay que encontrar primero la posición base en parado, para reproducirla después en movimiento. Es interesante hacerlo en curva, a ritmo muy suave para que nos dé tiempo a sentir lo que ocurre.
Asimilar el gesto lleva su tiempo, no hay que tener prisa… ¡pero sí constancia!