Manzaneda: presente de 40 años de historia
Tras las recientes nevadas, se puso de nuevo de manifiesto como en la estación más al oeste de España, la temporada poco tiene que ver con la del resto de las estaciones de la Península. En efecto, Cabeza de Manzaneda está situada en el Macizo Galaico, más al sur que cualquier otra de sus vecinas de la cantábrica. Aquí, los bolos graníticos hacen su presencia en distintos puntos de la estación convirtiendo el paisaje en un lugar mágico. Quizá, meigas encantadas, convertidas en piedra por algún poderoso feitizo, son las guardianas de esta montaña, de 1778 metros de altitud, primogénita entre sus hermanas de menor altura e incapaces de protegerla de los duros temporales que entran desde el Atlántico que nos pueden regalar hasta un metro de nieve en escasas horas o castigar con abudantes precipitaciones que inabilitan la estación para la práctica del esquí en tiempo record.
Quien vaya a Manzaneda deberá ir pertrechado para un tiempo cambiante y caprichoso: para una mañana de sol “rachado” y una tarde de un “xélido fuxir do vento”; para un cielo despejado que nos permitirá divisar su lejana amiga, Trevinca, o para una densa niebla que no nos permitirá ver, entre los pinos, las decenas de traviesos trasnos que juegan con las piedras que tapizarán poco a poco las pistas, colocándolas una y otra vez en nuestro camino mientras la nieve va desapareciendo, obligándonos a ser precavidos con la velocidad, pero desconociendo que en el fondo, es entretenido esquivarlas y con su desagradable actividad, nos dan un entretenido pasatiempo.
Cualquier actitud pequeña, es grande en Manzaneda. Qué se puede pedir de una estación de pocos kilómetros que pocas veces consigue abrir “hasta abajo” y con buen tiempo; que resiste al olvido de los que reparten el presupuesto gallego desde localidades coruñesas, cuyos esquiadores son más amantes de estaciones lejanas o de grandes proyectos culturales. Sin cañones, sin “cartiños”, y con fuertes presiones políticas, Manzaneda hace lo que puede, como el esquiador que la disfrute.
No es una estación al uso, pues no está situada en el eje comunicador de dos zonas de importancia económica y su carretera ha atravesado pueblos “de difícil pronunciación” (jugad a decir “Chandrexa de Queixa” con un polvorón en la boca) y mayor olvido. Carreteras infernales han convertido llegar a Manzaneda en el principio de la aventura, pues históricamente el acceso a la comarca ha sido dificultoso y el de la montaña ha disfrutado de carreteras serpenteantes, recodos y poco ancho que en días de nevada intensa hacían las delicias de los avezados conductores. Las recientes modificaciones en el acceso desde Trives han sabido a poco (falta un ínfimo tramo) y han quitado uno de los duros inconvenientes que solían encontrar los visitantes.
Así, todos llegaremos al punto en que la carretera principal se separa del tramo que da acceso a la estación de Cabeza de Manzaneda. Este tramo desde hace años es un lujoso acceso de anchos carriles.
Desde él, las vistas entre pinares al punto más alto de la estación, empiezan a ensalivarnos la boca, mientras que forzudos “penedos” de granito, atisban a los visitantes que se acercan a pasar el día.
La llegada a la estación está marcada por el mítico emblema de Manzaneda.
En este punto es donde se inició el área esquiable, pues aquí se situaba la base de la mítica pista “i”
A los pies de la antigua pista “i” se construyó el hotel que en una fría montaña de un lejano día fue consumido por el calor de las llamas dejando más tarde su solar al edificio de apartamentos que tras varias modificaciones, existe en la actualidad.
A su lado vemos los bungalows que a día de hoy no gozan de su mejor época, pero no ha muchos años había en sus alrededores un parque indio con tipis, un fuerte, coches y familias pertrechadas de esquís y niños que disfrutaban de su envidiable localización. Hoy esperan un presupuesto que no acaba de hacerse oficial para su restauración, una actividad turística o un uso distinto.
También en esta zona se encuentra un merendero y un campo de golf “rústico”.Desde este punto, cuando está abierta la carretera “hasta arriba”, nace el desvío que sube a las antenas; pero quiera Dios que el día que el lector suba a conocer Manzaneda, ésta esté “hasta arriba” de nieve y por tanto, esta carretera esté PECHADA.
Si ello es así, continuará su vehículo unos metros más arriba si el estado de ocupación del parking lo permite (que suele hacerlo) y se encontrará la actual cota base de la estación. Construída en los años 70 es un claro ejemplo de cuando el dinero se invierte con ánimo de dar servicio en un lugar donde no había nada y donde habitualmente, por desgracia, no suele haber nadie.
El edificio de la cafetería, los bloques de apartamentos con evocadores nombres de la geografía gallega donse se alberga el apartahotel, y el edificio multiservicios (con piscina climatizada, pub, club social, etc) conocieron en los recientes años a su vecino pabellón, que en los días de nieve y sol, con su acabado metálico, parece salir del suelo como si de criptonita fueran sus paredes, entre los verdes pinos cargados de nieve.
Vecino de los campos de fútbol y de las pistas de tenis es el picadero.
Toda esta zona está preparada para utilizar Manzaneda como estación de montaña cuando las posibilidades níveas no permiten otra cosa. Sin embargo, poca gente disfruta de estas instalaciones, habitualmente no más allá de los propietarios de los apartamentos y las excursiones de colegiales, y la oferta turística de aprovechamiento de las infraestructuras es escasa y de poco éxito, ya que las equipaciones deportivas no suelen tener el fuerte tirón que la zona necesita. Sin embargo, allí están. Siempre a punto.
o que no podrá faltar, en cualquier caso, es una foto entre el pinar situado frente al acceso de la cafetería de la zona inferior. El entramado de pinos, tan cercanos unos a otros, parece un mágico paisaje de la Selva Negra.
El edificio de las taquillas era el edifico de la primera estación motora. Las recientes modificaciones de uso cambiaron el local del alquiler por las taquillas de forfaits, permitiendo que la Plaza de Senra fuera mejor aprovechada por las colas de los esquiadores. Entre el edificio y el primer bolo granítico que nos encontraremos en el dominio esquiable, se encuentra una rampa que da acceso a la base del telesilla Manzaneda.
Dos apuntes históricos de esta zona, la pequeña Virgen pétrea que corona el bolo granítico y el arco amarillo que se encuentra frente al edificio, marcando el punto desde donde partía el viejo telesilla biplaza que había en la estación. Y dos servicios para el cliente: la tienda a pie de pistas, para poder comprar esos guantes que creímos no nos harían falta y los baños, para quien necesite de ellos.
Pero unos metros más arriba disfrutamos de una de las joyas de las estaciones del Noroeste de España y de un verdadero servicio. Sí, es cierto que Manzaneda no tiene cañones de alta presión, pero su remonte principal es de lo mejor. El desembragable de Manzaneda es un lujo que nos pone arriba en pocos minutos.
La subida, nos permite deleitar la vista con la mayor parte de las pistas y decidir por donde vamos a hacer la siguiente bajada. Es habitual encontarse a los snowboarders y freeriders disfrutando de pequeños saltos hechos bajo las pilonas.
A la izquierda de la silla, quizá tras apartar con el bastón una ramita de un pino que ha crecido demasiado, aparece la pista Lusitania que hace las delicias de esquiadores intrépidos, pues es un nuevo trazado recuperado en los últimos años, que permite alargar un poquito más los metros de “Las Cucharas”.
Y a la derecha de la silla disfrutamos de las vistas sobre las pistas centrales. A gusto del esquiador se tomará una ruta u otra, haciendo en cada bajada su itinerario. También se disfruta de la vista de la zona “intermedia”, que es desde la zona desde la que parte la segunda silla, la de la Fontefría que también alcanza la cota máxima de la estación.
Nadie debería nunca, en este momento, dejar de mirar hacia atrás, para deleitarse con el paisaje. Desde este punto, se divisan a lo lejos las vecinas Sierra del Courel, de los Ancares, y al este en la Sierra do Eixe su hermana Peña Trevinca , cota máxima de las Tierras Gallegas, germen del esqui gallego allá por los años 30 y malograda estación de esquí con la crisis de los 70.
El tramo final, pasada la zona intermedia, comienza el “paso estrecho”. Hace varios años que se amplió y ya no es tan estrecho, pero sigue actuando como un cuello de embudo en el que desembocan las pistas situadas más al este de la zona superior en su camino hacia la intermedia. Aquí va terminando la cota de los pinos que adornan la estación.
En la parte superior, una loma rasa permite la existencia de varias pistas de trazado paralelo, con buenos anchos y gran facilidad, que es en las que todos iniciamos nuestros primeros giros encadenados.
Desde aquí las vistas de las antenas son siempre divertidas los días de grandes nevadas, porque la intemperie en la que se encuentran las estructuras de la zona superior, azotadas por los vientos húmedos del Atlántico, la nieve y las bajas temperaturas, siempre dejan fantasmagóricas figuras en la zona.
La llegada de la silla, nos permite acceder tras unos diez pasos cuesta arriba a la zona de iniciación, con un telesquí. También permite el acceso hasta la cafetería de la Fontefría y el paseo por la zona superior, pues la silla de Manzaneda tiene uso “turístico”, permitiendo a cualquier visitante por un módico precio disfrutar de un paseo en telesilla. Además, como es desembragable, este uso no importuna a los esquiadores, que no tienen que subir a “trompicones”, para permitir a los turistas bajarse de las sillas.
Otra zona de la estación, la de Corzos, es accesible desde el plato superior, dejando atrás el edificio de la Fontefría, antiguo hotel y hoy cafetería. No es recomendable desviarse hasta ella a esquiadores de poca experiencia, porque aunque es una pequeña loma cuesta abajo desde la zona superior con dos pistas rojas y un itinerario su dificultad mayor estriba en que el telesquí que permite salir de ella tiene un fuerte tirón en su arranque que tumba a muchos niños y principantes obligando a muchos padres y a muchos compañeros a salir de Corzos cuesta arriba, con los esquís al hombro, y entonces la pequeña loma, se hace laaaargaaaaa...Por desgracia, su orientación y la necesidad de mayores espesores que en el resto de la estación hacen que esta zona esté cerrada más veces de las que serían deseables, dado que es la zona en la que se suelen hacer las competiciones.
Finalmente, la parte del dominio más bonita, la de la derecha de las pistas centrales, según la dirección de ascenso de la silla de Manzaneda, discurre entre pinares con pistas estrechas creadas entre caminos forestales o entre viejos cortafuegos. Los pinos, obligados a crecer a una altura no deseable, con fuertes vientos y con la pesada carga de la nieve en invierno, hacen lo que la Naturaleza malamente les permite: sobrevivir. Y para ello se retuercen los de la zona intermedia, y se quedan bajos los de la zona superior. Cubiertos de nieve, parece un pequeño paraje de enanitos feos y narigudos, transformados en pinos por una meiga rencorosa.
Si se suele decir que el encanto de una estación es tener trazados desde los que no se vean los remontes y en el que los únicos compañeros del esquiador sean sus bastones y el sonido del deslizar de los esquís en la nieve, éste es el encanto de Manzaneda.
El trazado de la pista Manolo tiene este punto, siempre con tres giros divertidos.
Manzaneda no tiene pistas de difíciles trazados, pero sí de un bellísimo y romántico encanto. La pista Manolo, Refuxio o Las Liebres permitirán al esquiador transportarse a otro tipo de itinerarios que no es posible hacer en las estaciones más cercanas, peladas de árboles y de pistas desde las que casi siempre se ven los cercanos remontes. Sin embargo, no todos los esquiadores valoran este hermosísimo detalle.
La pistas Fontefría y Antenas, paralelas al telesquí de Fontefría son ideales para continuar el aprendizaje tras salir de la pequeña pendiente de la zona de O Xeixo,
Pero para mi gusto, la Bello es ideal para iniciarse. En el primer tramo, ancho, el esquiador encadenará giros en una pendiente ancha, larga y tendida. Desde este punto, de nuevo, las vistas sobre las sierras vecinas son dignas de tomar una foto. Las cercanas poblaciones de Manzaneda, Trives, o el lejano valle de A Rúa en la comarca de Valdeorras, con el pantano, e incluso el Bierzo en León se divisan en los días despejados.
En el tramo intermedio de la Bello, una divertida pala le permitirá conocer la emoción de las fuertes pendientes en dos rápidos giros antes de tomar el desvío al telesquí del “Pluviómetro” o seguir de frente hacia la base encadenando el trazado de la Bello con la parte final de la Refuxio, pasando al lado del antiguo refugio que le da nombre y llegando a la cabeza de la pista “i” ahora abandonada.
Si el visitante tiene suerte, verá a familias de esquiadores bajando entre los árboles,ampliando así el número de kilómetros esquiables hasta donde nos alcanze nuestra imaginación, e incluso los más fanáticos inventan pistas entre los veraniegos recorridos de las mountain bike que luego nos muestran a los demás.
Y si el esquiador ha tomado el desvío del telesquí del Pluviómetro podrá encontrarse con las pistas que este telesquí tiene a ambos costados, otras dos de las pistas más técnicas de Manzaneda: el Pluviómetro I y II son dos pistas rojas, una de ellas ancha, con mucho juego para escoger trazada, pero barrida por el viento en su inicio y otra protegida por los pinos, que permite acceder al snowpark, pero más estrecha y que sólo permite por tanto ir para abajo sin grandes huellas.
Esa zona desde la que parte el telesqui, la base de la zona intermedia, es también el inicio del fin. Cuando el tiempo empieza a comerse a bocados la nieve que hace nuestras delicias, el acceso a la base de la estación desde este punto está caracterizado por las pistas del Río y Barbeirón, muy anchas y fáciles.
Existen varios trazados para llegar a la base de la estación, pero todos los tomamos a toda pastilla, llevados de esa incómoda sensación de que la pista se acaba, y la cola de la silla nos espera. Nada más falso: el actual remonte tiene una increíble capacidad e incluso en los días de más afluencia de público, no se espera más de cinco minutos en tomar el remonte, para de nuevo, suspirar en la silla y pensar que aquellas palabras del Cid “... que buen vasallo, si hubiera buen señor...” nacieron para Manzaneda...
PostData.- Este reportaje se escribió el lunes 16 de abril de 2012, con fotos tomadas ese día, con el fin de olvidar una caída que me llevó al hospital de Meritxell y me nobligó a 10 largos meses de rehabilitación. Al volver de Manzaneda, justo un año después, tras una casual nevada que ya nadie esperaba, uno se para en Trives para comprar su famosa bica, y con el dulce sabor de boca, se llena su mente de dolorosos recuerdos y grandes esperanzas. Feliz fin de temporada!. Gracias Manzaneda y ojalá sigamos juntos 40 años más.