Después de visitar, en años anteriores, Aspen, Park City, Alta, Whistler, Les 3 vallés, La Grave, y Les 4 vallées, éste año nos desplazamos al mito del esquí: estación de Zermatt-Matterhorn.
Siempre hemos organizado los viajes por nuestra cuenta, y éste no podía ser la excepción. Después de semanas de búsquedas y comparativos (económicos) a través de internet, llegamos la conclusión que la mejor forma de desplazarnos hasta allí (salida desde Barcelona) es mediante el avión (Easy Jet hasta Ginebra) y luego tren hasta Visp: allí cambio de tren directo hasta Zermatt (aunque más tarde contaré un pequeño problema que tuvimos con él, en el viaje de regreso): total del viaje, unas 7 horas (máximo de 300 euros/pax, en función del plazo de las reservas del avión, pues el precio del tren siempre es fijo). Para dormir, visitamos asiduamente la página de la propia estación (www.zermatt.ch/alojamiento) en búsqueda de un apartamento (opción más económica), situado lo más próximo a la estación de tren a Gornerggrat (es el punto de la estación más versátil para acceder a cualquiera de sus áreas esquiables, y el único que nunca cierra a pesar de mal tiempo). Cómo nos daba pereza llevar los esquís (y suponía un recargo importante en el avión), encontramos en la red una tienda donde nos alquilaban los skis perfectos para ésos días: Stockli Rotor 84 twin tip, un esquí de fabricación nacional (suizo), con un patín lo suficientemente holgado para alternar el esquí free ride y la pista.
El primer día de esquí nos saluda con temperaturas de -25°C, al sol, lo cual hace que la zona de esquí del Glaciar, así como el paso a Cervinia esté cerrado. Ése día nos concentramos en descubrir la zona de Sunnega Paradise y Riffelalp: pistas llenas de encanto, entre árboles, al más estilo Blackcomb: muchas de ellas incluso sin pisar. Muy recomendable la 8, al más puro estilo super-gigante (nos recordó una pista en Thyon, 4 vallées, llamada Moyenne de L’Ours donde se habían celebrado descensos del mundial, con unos cambios de rasante espectaculares). Para no perderse, el descenso bajo silla del Patrullarve (especialmente si acaba de caer nieve). Un restaurante, el de Tufteren, permite obtener las primeras vistas del imponente Matterhorn, y observar los ciervos que campan a sus anchas, y donde se les da de comer. En los bosques de alrededor no se permite el esquí fuera pista, pues es una zona natural protegida.
El segundo día de esquí se levanta con las mismas expectativas, -25°C, al sol, y con el paso a Cervinia cerrado. Decididamente nos disponemos igualmente a visitar la zona del Matterhorn Glacier. Desde Gornergratt nos dirigimos a Furi, donde un telecabina de nueva creación nos sube hasta la base (2.940m). De allí sale un telecabina, que sube hasta los nada despreciables 3.883 m, metiéndose entre las rocas y los hielos permanentes, dejando a un lado los imponentes Monte Rosa (montaña más alta de los Alpes Suizos) y el Matterhorn. La bajada del glaciar, en un día de invierno a pleno sol, y a -30°C, nos deja sin respiración. Recabamos fuerzas en el bar de Furgg: en una sola bajada hemos descabalgado 1.400m de desnivel. Seguimos por la tarde descubriendo la parte baja del glaciar, en la zona de Schwarzsee Paradise, descubriendo nuevas trazas en la 59 y 60, pistas sin pisar, y con unas vistas sobre el valle, excepcionales.
El tercer día nos depara la mayor de las sorpresas agradables: la temperatura ha subido, y queda por tanto abierta la zona del Hohtalli y el mítico Stockhorn: objetivo del viaje. La zona de Triftji es la zona más free-ride de toda la estación: dos montañas enteras de nieve polvo, sin pisar, con desniveles de hasta 1.200m. Decididamente nos dirigimos hacia Gant, de donde parte la cabina que nos deja en el área. Pasamos el día allí, abriendo trazas sin parar, descubriendo nuevas rutas a cada una de las bajadas. La cabina que une el Hohtälli con el Rote Nase, es al más puro James Bond: sólo hay una cabina (no como es usual de haber dos, una para cada sentido), con una capacidad máxima de 10 personas, y con llegada a una especie de pedestal que te obliga a coger un ascensor para salir a la pista. Cualquiera de las bajadas es fascinante, flotando sobre el polvo, como si de un día de heli-ski se tratase. Muy recomendable la bajada 30 y 31 (y muy desconocidas, pues sólo una vez, de las tantas que bajamos, nos llegamos a encontrar a alguien). Un paraíso free-ride al más puro estilo Mont-gelé (Les 4 vallées), o La Grave.
El cuarto día nos sorprende con unas temperaturas muy moderadas, con entre-claros en el cielo. El área de Gant-Stockhorn nos ha gustado tanto, que no podemos resistirnos volver cuando en la estación del tren a Gornergratt nos informan de que está completamente abierta. Dos pequeñas sorpresas nos deparará el día: primero la zona de Findeln (bajada a través de la 10, sin pisar, territorio completamente free-ride), uno de los pueblos con mayor encanto de los Alpes, y segundo el descubrimiento de la zona más exterior del Rothorn (también sin pisar).
El quinto día se nos presenta como el día del gran desnivel: el paso a Cervinia está abierto. Grandes colas de gente se apresuran a subir en el último tramo de la cabina al Matterhorn Glacier. Cómo la temperatura ha aumentado (tan sólo -15°C), nos decidimos a subir al paso de Theodul (3.300m), mediante el teleski. Probablemente el hecho de que el teleski sea de dos personas, ayuda a reconfortar-se delante del viento gélido que atraviesa nuestros cuerpos. La llegada a la cima ofrece, lo que es quizás la visión más espectacular de los Alpes, de cuantas haya: desde el Monte-Rosa hasta el Montblanc, en su cara Sur, y en su cara Norte, sus tres damas: Eiger, Monch y Jungfrau: los Alpes a nuestros pies, simplemente sin palabras. Empezamos el descenso a Valtournenche (1.400 m) a través de la pista 1: un descenso fácil, ancho, bien pisado, a gran velocidad, que define claramente el carácter de Cervinia. Pasamos el día en Cervinia, acumulando descenso tras descenso. Nos llevamos una gran decepción con el pueblo: su estética es la de los mega-resorts franceses, con descensos que no permiten salir fuera de la pista (al ser cara Sur, la nieve se deshace con mayor facilidad, tampoco abundan los árboles); aunque las pistas se encuentran perfectamente pisadas y disponen de un ancho suficiente para descender a alta velocidad. Ése día acumulamos en una sola jornada más de 7.000m de desnivel.
En el último día, el valle nos regala una formidable nevada. En principio no teníamos pensado esquiar ése día, y empezamos con salir a caminar siguiendo la ruta peatonal (perfectamente balizada) hacia Furi: un precioso paseo a través de los bosques a pie del Matterhorn. Nuestra sorpresa es que a medida que subimos la nevada va en aumento, hasta el punto que el camino se nos cierra por culpa de una avalancha. En ése instante pensamos que es el mejor momento para ir a buscar nuestros esquís y subir. Evidentemente la tormenta de nieve produce que más de la mitad de la estación esté cerrada, pero mantienen abierto el Sunnega Paradise, y el Hohtalli: suficiente. Una vez arriba, empezamos los descensos (ésta vez siguiendo las balizas de pista). Bajamos solos, a través de pistas que más bien parecen pasillos de polvo. Nunca antes habíamos experimentado las bajadas por pista con tanta flotabilidad. Los Rotor rompen, bajada tras bajada, el paquetal de nieve virgen que el valle nos regala. Otra vez afloran los recuerdos de Blackcomb, y de ésos días en Canadá, con nevadas que duraban semanas. Un día magnífico para despedirnos de la estación, y saber que volveremos. Zermatt es un todo en uno: es quizás la estación más completa de los Alpes, con zonas que van del descenso más vertiginoso, al descenso de mayor velocidad; un lugar donde el tiempo ha parado, y hace sentir la verdadera sensación de soledad, que proporciona la montaña.
En el viaje de regreso, y muy a pesar que nos había comentado que los trenes suizos son los de mayor fiabilidad del mundo, pasado el cruce de Saas-Fee en nuestro tren de bajada, éste chocó con uno de subida. No hubieron heridos, aunque el tren de subida no pudo reanudar el viaje (su último vagón estaba totalmente descarrilado) y el nuestro, gracias a la celeridad de actuación del conductor (quién rearmó el sistema eléctrico del tren) pudimos seguir hasta Visp y tomar el tren directo al aeropuerto de Ginebra: todo un susto con final feliz.
Saludos a tod@s,
Ens veiem al Stockhorn,
N.A.P & E.L.S