Esquí para discapacitados (3)
ESQUIAR SIN VER:
¿Cuántas veces nos hemos parado al principio de una pista, y hemos pensado, madre mía, menuda pendiente?, Seguro que muchas, pero le hemos echado valor, y al final, bien, o mal, con más o menos miedo, pero la hemos bajado.
Pues, imaginaros lo que sería hacer lo mismo, pero sin ver, seguramente no lo haríamos, pensaríamos que es una locura, y desistiríamos de sentir esa sensación de libertad que nos ofrece la montaña al deslizarnos por sus laderas cubiertas de nieve.
Necesitaríamos mucho valor para hacerlo, pero, hay personas, que sin ver, se deslizan por la nieve, esquían, y disfrutan de las mismas sensaciones que nosotros, solo que ellos no pueden ver los paisajes.
Necesitan de mucho valor y entrega para hacerlo, pues a pesar de que, de vez en cuando he tapado mis ojos, (simplemente para andar), no puedo describir las sensaciones de perdida del espacio, y esa sensación de vacío que me queda, todo ello unido a el miedo a la oscuridad.
No puedo, ni me atrevo a definir lo que estas personas sienten, pues las sensaciones de una persona vidente, a las de un invidente, son muy diferentes.
Aprender es cuestión de dedicación, y muchas caídas, una cosa habitual en el esquí alpino, sea para personas con discapacidad o no.
Alguna de las cosas que más pueden atraer a las personas a la práctica del esquí puede ser la sensación de velocidad, y el hecho de deslizarse, puesto que el hecho de desplazarnos mediante unos esquíes, hace que en una estación de esquí seamos todos iguales.
La practica del esquí, no solo es posible para una persona ciega, o con deficiencia visual, sino que este deporte es positivo para el desarrollo de la psicomotricidad, la percepción, y la orientación espacial, a la vez que integrador, al practicarse en los mismos lugares que los videntes.
A estas personas, cuando se les ve sobre las pistas, con sus chalecos amarillos con el anagrama ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles), es casi imposible imaginar que son diferentes al resto de los esquiadores. Son ciegos o tienen alguna deficiencia visual pero se deslizan con increíble seguridad y velocidad, acompañados generalmente por otro esquiador.
Esta persona, acompañante, es, sin duda, una de las personas, en la cual depositan toda su confianza, esa persona, que dedica tiempo, y demuestra una gran psicología, pues debe saber en cada momento, tanto la preparación, como el estado de ánimo de la persona invidente, a la cual va a guiar durante todo el descenso.
También, el guía ha de confiar en su esquiador, en que responderá como él espera y que será capaz de frenar a tiempo si surge un imprevisto. Pero sobretodo de confianza en ellos mismos. Tanto el uno como el otro han de estar seguros de lo que están haciendo.
La compenetración guía-esquiador es muy importante, ya que el uno se convierte en los ojos del otro y los dos esquiadores bajan a una, como uno solo.
El deporte en sí es espectáculo, pero ver esquiar a dos personas en perfecta sintonía es muy emocionante y despierta el interés y la admiración de quién lo contempla.
Por supuesto que la coordinación perfecta no se consigue en dos días y que requiere un buen nivel de esquí y muchas horas de entreno.
Las personas con resto visual suficiente, aquellas que no son completamente ciegas, siguen al guía visualmente, el cual esquía a pocos metros por delante. El esquiador ha de seguirle de forma precisa, intentando pisar la trazada de sus esquís. El guía puede hacerle gestos muy claros para darle información o ayudarse con la voz.
Las parejas de guía-esquiador con resto visual pueden alcanzar una velocidad equiparable a la de los esquiadores sin minusvalía alguna.
En el caso de los esquiadores totalmente ciegos la velocidad es menor, ya que se guían únicamente por el sonido, siguiendo la voz del guía la cual es amplificada por un altavoz que lleva en la espalda.
Ciertamente, el esquí para ciegos no precisa de ningún tipo de adaptación especial, ni en el equipo ni en las pistas; únicamente se necesitará un guía.
Sin duda y fundamental, está el hecho del contacto directo con la naturaleza y el medio, la sensación de velocidad, de autonomía, de deslizamiento del cuerpo sin necesidad de intermediarios ni de ayuda externas... un mundo de sensaciones que sólo un deporte como el esquí puede llegar a transmitir, aumentando la sensación de vida y disfrute y por lo tanto proporcionando la motivación y autoestima necesarias para que cualquier persona con minusvalía pueda llegar a esperar lo mejor de la vida.
Y por último, aunque no menos importante, el esquí es un deporte relativamente fácil de aprender (no a nivel profesional, claro está).
EQUIPO NECESARIO
Tal y como ya hemos comentado, para que una persona con minusvalía en la visión practique esquí, no precisa disponer de un equipo especial, no hay que adaptar los esquís, ni los bastones... ni siquiera necesita de pistas exclusivas.
Lo que sí es recomendable, por motivos de seguridad, es que tanto el esquiador ciego como la persona que le guíe se identifiquen por medio de unos petos especiales. De esta forma evitaremos que otros esquiadores pasen por medio de los dos, provocando la pérdida de contacto entre ambos.
Porque si hay un elemento imprescindible en el esquí practicado por personas ciegas, este no es otro que el de la presencia de un guía, que irá facilitando al esquiador toda la información que precisa para saber cómo debe ir moviéndose en cada momento.
El guía tiene la misión de seleccionar la línea que ambos seguirán en el descenso y el esquiador se limitará a seguir todas sus indicaciones. Una vez iniciada la bajada, el guía irá indicando lo que debe hacer, las condiciones de la pista, cualquier cambio que aparezca... sus ojos son los del esquiador; deben por tanto ver por ambos, permaneciendo bien despierto y atentos para poder reaccionar con rapidez en caso de que sea necesario.
Existen dos formas de guiar:
* Colocándose detrás del esquiador, orientándole en todo momento por medio de instrucciones verbales: para ello se precisa de un ancho especial de la pista y la ausencia de obstáculos impredecibles; por ello es menos practicado que el siguiente.
* Colocándose delante del esquiador: un método mucho más seguro, puesto que deja tiempo a la reacción y no se deben facilitar tantas instrucciones sobre orientación. El esquiador se guiará por las palabras del guía junto con el propio sonido que éste emite al esquiar.
Huelga decir que la compenetración entre esquiador y guía debe ser total, puesto que una mínima duda entre ambos puede conllevar peligros del todo innecesarios. La confianza es sin duda la palabra clave en el esquí de personas ciegas, una confianza esquiador-guía que deberá ser recíproca: el esquiador debe estar seguro de que el guía seguirá el camino más fácil y que le dará la información adecuada en el momento justo; pero a la vez el guía deberá estar seguro de que el esquiador responderá como él desea, que seguirá todas sus instrucciones.
Una compenetración que por supuesto no se consigue en dos días y que requerirá de un duro esfuerzo por ambas partes.
SEGURIDAD
Todos conocemos los riesgos a los que nos enfrentamos cuando practicamos esquí; cada uno de nosotros es consciente de sus capacidades y sabe hasta donde puede acatar los riesgos. Pero todos estos riesgos deben minimizarse cuando estamos hablando de personas ciegas o con cualquier tipo de minusvalía.
Tener que pasar por una nueva lesión puede suponer para ellos un golpe más duro que para cualquier otro, a lo que se suma el miedo que sin duda crecerá.
Es fundamental que el instructor cree un ambiente seguro de trabajo, un lugar en el que el nuevo esquiador se encuentre cómodo, pero sobre todo, seguro. Debe estudiar que todo se encuentra bajo control: protección de zonas sensibles, protección ante el frío o la humedad, evitar malas posiciones, etc.
Con todo ello, sigo diciendo, que estas personas están dotadas de un valor, y una fuerza de voluntad digna de mencionar, y es por ello que les dedico este reportaje.
Agradecimientos especiales por su colaboración desinteresada a:
Doña Silvana Mestre, responsable de esquí de la Federación Española de Deportes para Ciegos.
Doña Mariona Masdemont Morente, Coordinadora del Comité de Esquí de la Federación Catalana de Deportes de Minusválidos Físicos.
Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE)