Juan, que era un buen esquiador, tenía no obstante una terrible fobia a subir al telesilla y al telecabina. Lo pasaba tan mal, a veces, que se había planteado renunciar a su deporte favorito. En esta ocasión se encontraba en una hermosa estación de los Alpes dispuesto a superar su miedo y no pudo pasar del primer intento, pues a pesar de que se repetía “No ocurre nada ¿Por qué he de tener miedo?” terribles sensaciones físicas se le apoderaban y le resultaban tan insoportables que creía que le producirían la muerte o que tendría que arrojarse al vacío para no soportarlas.
Abatido se sentó en una piedra y lloró de rabia. En este estado vio a una marmota, que acababa de terminar su turno de vigilancia y se disponía a descansar. Tan mal se sentía que no pudo evitar dirigirse a ella diciéndole:
---- Oye marmota ¿Me podrías hacer un favor?
---- Si está en mi pata, desde luego (le contestó la marmota)
---- He visto como indicabas a los tuyos, con un pitido, la existencia de un peligro y como cuando no les avisabas de ello, comían y se desplazaban con toda tranquilidad. ¿Serias tan amable de acompañarme al telesilla y avisarme de si existe algún peligro?
La marmota consultó su reloj biológico y viendo que no tenía ningún compromiso urgente accedió.
Ya en la telesilla coincidieron con un guasón que dirigiéndose a Juan le dijo:
---- ¿Qué, a enseñar a esquiar al crío?
---- No es un crío es una marmota (contestó airado Juan)
---- ¿Y esquía la marmota?
---- Si, si es necesario para comer. (Respondió la marmota ante la sorpresa del guasón que ya no se atrevió a abrir la boca).
Al iniciar la silla el recorrido se produjo el siguiente dialogo:
---- (Juan) ¿Existe peligro en esta silla?
---- (marmota) No, esta cogida a un cable.
---- (Juan) Pero se puede soltar.
---- (marmota) Si claro, también el suelo que yo piso o la roca en la que me apoyo pueden ceder, pero eso no es un peligro es simplemente algo que imprevisiblemente puede ocurrir.
---- (Juan) Pero este artilugio lo ha construido un hombre ¿Y si se ha equivocado al hacerlo o al cuidarlo).
---- (marmota) La naturaleza, al igual que las técnicas del hombre, también está sometida al azar. El azar no puede ser controlado por ninguna especie y por ello no resulta inteligente tratar de preverlo. Tampoco debe ser obstáculo para disfrutar de la vida.
Al oír estas palabras Juan se tranquilizó y después de tantas amarguras se dispuso a fumar un cigarro. La marmota entonces exclamó:
---- ¡¡¡ PELIGRO!!!
---- ¿Por qué? ¿Acaso el daño del tabaco no se produce también por azar al igual que la posible caída de una telesilla? (preguntó Juan)
---- ¿Te subirías a una telesilla si te dijeran que el 30 % de las sillas van a caer al vacío irremisiblemente? El tabaco encierra un riesgo previsible y lo inteligente es no correrlo.
Con un sabor agridulce Juan agradeció
el favor a la marmota. Había comprendido uno de los secretos
de la fobia y también se podía imaginar por qué
los animales y las plantas no fumaban.
Página 6: El miedo y la confianza