Hubo una época en que todos los mapas de esquí se hacían a mano. Alguien imaginaba la montaña, visualizaba las pistas y las plasmaba en una acuarela que después de pasar por la imprenta se convertía en el plano oficial de la estación. Dejando de lado trabajos poco honrosos que todos tenemos en nuestra cabeza, el resto se han ido convirtiendo en obras maestras. Tanto es así que no son pocas las estaciones que los venden como una pieza valorada de su merchandising.
James Niehues ha estado pintando a mano estos planos durante más de 30 años. Ahora con 72 anuncia que lo deja, que se compra una autocaravana y que se va con su mujer a recorrer aquellas montañas que tanto ha pintado y que no tantas veces ha pisado.
Nacido en Colorado (Estados Unidos), acabó en esta profesión más porque el destino lo empujó que por casualidad. De niño sufrió una larga enfermedad que le obligó a pasarse postrado en cama durante muchos meses, y fue así cuando empezó a pintar los óleos que le regaló su madre. Al chico se le dio tan bien, que hizo de esa aptitud su profesión. Ya en el colegio empezó a colaborar con una pequeña agencia de publicidad y fue entonces cuando recibió el encargo de su primer mapa.
Le enganchó. Pese a que se hizo de manera rudimentaria, es decir, con unas cuantas fotos aportadas por el cliente, aquello de pintar las zonas de las montañas que la gente iba a recorrer, le encantó. No obstante, la carrera militar de cuatro años más el poco interés que había por entonces por crear mapas de pistas de calidad, hizo que Niehues fuera alternando su vida laboral, primero en una imprenta y más tarde de nuevo en una agencia de publicidad.
Pero aquello no era para lo que Niehues había nacido y él lo sabia. Fue entonces cuando fue a conocer a Bill Brown. Aquel hombre monopolizaba el trabajo de la creación de mapas de pistas en Estados Unidos. En un momento en que las estaciones vieron la necesidad de tener un mapa de pistas bien hecho, Brown era el preferido por todas ellas para pintarlo. Niehues llegó en un momento que ya buscaba retirarse, así que le propuso que pintase un encargo de una estación de esquí. Si el cliente no se daba cuenta del cambio, el trabajo era suyo. Y coló.
Brown fue un verdadero mentor para Niehues, quien le enseñó mucha de la técnica de aquella época hasta que al cabo de poco tiempo cumplió su deseo y se retiró para para hacer trabajos en vídeo. Niehues por aquel entonces tenía 40 años, estaba desempleado y cogió así el testigo. A partir de entonces sería él "el hombre detrás de los mapas de pistas".
32 años después ha pintado más de 350 planos de 200 estaciones de esquí de Norteamérica, y de media docena repartidos por Serbia, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur. Para hacerlo previamente se ha subido a una avioneta, ha sobrevolado la estación de su cliente y ha fotografiado todo al detalle, tanto por el aire como sobre la misma montaña. Toma las imágenes a diferentes alturas (de 600 metros para bajar a los 150) para ser consciente de la perspectiva. Todo esto le requiere de una semana de trabajo, tras la cual hace un boceto con todos los datos recopilados, y se mete en su estudio a trabajar otras dos o tres semanas más.
Desde el año 2000 muchas estaciones de esquí hacen estos mapas con empresas que usan avanzados programas informáticos. Niehues ha sido, hasta su jubilación, el testigo vivo de que hay pasiones que se siguen haciendo a mano. Para los mapas utiliza diferentes técnicas. Comienza con acrílico en aerógrafo y sigue con gouache y acuarelas para pintar al detalle elementos como los árboles en sus diferentes colores según la cota. Después de todo su proceso, un diseñador añade los datos técnicos.
Ya no hay tantas estaciones que quieran sus planos realizados de manera artesanal, pero aún así ha seguido recibiendo unos 25 grandes proyectos al año, prácticamente todos de complejos invernales, aunque en los últimos años con el auge de la desestacionalización, también ha recibido pedidos para pintar lo senderos de bike-parks. Cada uno de estos mapas cuesta entre 5.000 y 15.000 dólares y mucho esfuerzo. Cuenta Niehues que ha habido épocas que ha tenido que trabajar con un cabestrillo que le sujetase el brazo a mano alzada.
No obstante Niehues defiende que su trabajo nunca lo podrá hacer un ordenador con la misma exactitud. De hecho prefiere sobrevolar la estación con una avioneta a usar las imágenes satelite de Google Earth. Para Niehues éstas son unos seis metros inexacta,
Hoy sigue recibiendo aportaciones, pasando actualmente de los 176.000 dólares. de 1.759 patrocinadores. Todos ellos recibirán su libro de mesa de café con los mejores mapas de Norteamérica. Aunque la mala noticia es que solo hace envíos a Estados Unidos y Canadá. Y es que ¿qué buen aficionado al esquí no desearía tener un ejemplar así en su casa?