Estamos en un año de fuertes rachas de viento, dominando el del oeste o 'gallego'. Fenómeno que tiene consecuencias negativas para los responsables de las estaciones y para los esquiadores. Repercute a los primeros porque la capa de nieve se deteriora y desaparece con rapidez; y a los segundos a causa de la transformación de la nieve 'polvo'-de consistencia ligera y no compacta que permite deslizarse por ella con rapidez- en 'costra', nieve húmeda y pesada que dificulta practicar este deporte.
Cuando en estos casos acompaña la niebla, se producen peligrosas acumulaciones de nieve que obstaculizan la marcha del esquiador. En estas condiciones lo más prudente es evitar salir a esquiar ya que estas pistas suelen ser las que más número de lesionados registran y en las que es conveniente mientras se esquía desarrollar un movimiento de flexión-recuperación que se debe exagerar al máximo.
De la 'sopa' a la 'costra'
Se conocen distintos tipos de nieve húmeda y pesada, dependiendo de la cantidad de agua que contengan. La 'sopa', se trata de una nieve muy líquida y para la cual hay que llevar los esquís planos, con poco canteo y evitar derrapar ante la facilidad de deslizarse y de provocarse caídas frecuentemente. La nieve 'costra' también se le denomina a la endurecida por el frío nocturno. Es la más traicionera de cuantas se pueden encontrar, y aunque la capa superior es firme, es común que el esquiador se hunda.
No es recomendable enfrentarse a ninguna de las superficies mencionadas sin contar con un equipo de esquí a punto, especialmente en temporadas en las que la climatología es atípica como en estas fechas, y cuando el tiempo está cambiante que no permite determinar con seguridad el tipo de nieve que habrá en la montaña. Por eso es imprescindible que los esquís estén perfectamente encerados.
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