Aventurarse en la montaña exige un nivel de esquí superior al habitual para defenderse en una pista. Nieve, pendiente, material, condiciones atmosféricas... todo es diferente, como también lo es el estilo. El más adecuado es el 'paralelo' o encadenamiento de virajes. Consiste en repartir el peso entre los dos esquís. El viraje se produce ayudado por la velocidad del descenso y el cambio del peso en el momento de girar.Esta es una modalidad física, exige fuerza y potencia. Es válida en casi todo tipo de nieves, especialmente en las de clase primavera. El cuerpo debe ir equilibrado, vigilando siempre el lugar donde se carga el peso: delante con la nieve dura de la mañana y desplazado hacia atrás con nieves pesadas o profundas para evitar que se enganchen las espátulas. En nieve costra (capa superior helada e interior primavera), deben realizarse giros amplios apoyados en la cola del esquí o mediante una rápida sucesión de flexión-recuperación. Un recurso poco académico para evitar caídas (con nieve pesada o grandes mochilas) es el viraje con apoyo sobre los bastones. Resulta fundamental en pendientes de 40º o más.
Uno de los riesgos del esquí de montaña está en las condiciones de la nieve. No conocemos de antemano su estado. Por eso es recomendable estudiar el terreno con detenimiento. Pero el principal peligro reside en los aludes, que son los causantes de la mayoría de los percances. Por este motivo un esquiador de fuera pista debe llevar siempre un detector de víctimas de avalancha (Arva), una pala y una sonda.Deben de ser especialmente cuidadosos los 'snowboarders' que con la tabla en la espalda se escapan en busca de libertad.