A los fiascos de La Tuca, en Val d´Aran, y Llessui, en el Pallars Sobirà (sin contar la agonía de Port del Compte) recientemente se ha conocido que Port Ainé, también en el Pallars Sobirà, puede terminar en la misma situación que la estación de Espot, en la misma comarca, es decir, en manos del Institut Català de Finances (ICF).
Es evidente que no es oro todo lo que reluce en nuestras comarcas pirenaicas y no conviene obsesionarnos con la nieve como si no hubiese otras fuentes de renta.
Simultáneamente, aparecen las ampliaciones de Baqueira, la iniciativa más reciente de Boi-Taüll hacia la montaña de Durro (parece que el grupo Nozal, nuevo propietario del complejo, ha entrado con la misma fuerza que lo hizo en Panticosa), y la futura estación prevista en Vall Fosca.
Podríamos entrar en consideraciones estrictamente económicas y decir que la tendencia implícita del mercado es la concentración y que la oferta turística del esquí alpino en el Pirineo occidental se centrará en dos puntos, Baqueira ya es uno (¿será el otro Boí-Taüll?) y lo demás quedará como residual.
Pero no queremos entrar en consideraciones teóricas y sí afirmar rotundamente que ya nadie puede poner en duda que una estación de esquí es, sólo, flor de un día, que lo que hay detrás de ella es el negocio inmobiliario y que los problemas del futuro que se los resuelva el ayuntamiento y la gente del lugar como puedan y sepan.
Ahora, más que nunca, es cuando hay que pensar en diversificar la producción, aunque sea a pequeña escala, y en la integración del territorio pirenaico con la inversión centrada en las modernas infraestructuras de la comunicación e información. Ni un palmo cuadrado, por ejemplo, de su territorio tiene que quedar al margen de la banda ancha. Las poderosas capacidades productivas y de bajos costes, paralelamente a la descentralización productiva, que permiten las nuevas tecnologías no han de ser monopolizadas por unos pocos, todo el territorio debe beneficiarse de ello.
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