En efecto, cualquier asiduo de los Pirineos --menos kilómetros de pista, pero más sol-- enseguida se sorprende con Zermatt por dos singularidades. Parece que los descensos no tengan fin. Para acceder a lo lo más alto, el ascenso se realiza a través de un tren cremallera, al estilo del de Núria, o con un teleférico sumergido en las entrañas de la montaña; un verdadero metro alpino.
Merece la pena acercarse a los Alpes y descubrir un mundo que se abre como un paraíso a los ojos del esquiador pirenaico. Es allí donde Zermatt, a un suspiro de la frontera italiana, con la maravillosa postal del Cervino o Matterhorn, que parece elevarse desde cualquier rincón, surge con 400 kilómetros de pistas y un pueblecito, de cuento, donde se enclava el sector turístico y vive la población original.
Hoy, en Zermatt, todavía hay trineos, tirados por caballos, los que acompañan a los turistas a los hoteles de lujo, desde la estación central, los que también se pueden alquilar para dar una vuelta por la localidad, envueltas las piernas en una manta que protege del frío. O los que sirven a los lugareños para que viajen sus hijos pequeños, como sustitutivo del tradicional cochecito a ruedas.
Si alguien decide emprender la aventura de Zermatt, por ejemplo en las próximas vacaciones de Semana Santa, enseguida se sorprenderá de que en la población está absolutamente prohibido el tráfico rodado de cualquier vehículo a motor.
Aparte de los trineos tirados por caballos, funcionan, a modo de taxis, unos vehículos eléctricos parecidos a los coches de los campos de golf. El turista, el visitante, el esquiador, cualquiera de ellos debe dejar aparcado el vehículo a cinco kilómetros de Zermatt. Los habitantes disponen de un párking exclusivo a la entrada de la misma población.
Fórmulas de viaje
El famoso tren rojo, que serpentea entre riscos alpinos, es el único medio para llegar a Zermatt. Una vez allí, nada más descender, aparece la oficina de turismo, donde Summermatter o cualquiera de sus colaboradores, en diferencias lenguas, entre ellas el castellano, atienden y sacan de dudas a los despistados visitantes.
Diversos mayoristas especializados en esquí, o las propias páginas de internet para los que prefieren la organización por su cuenta, ofrecen varias alternativas, sin que los precios sean un escándalo para probar la experiencia de las inagotables pistas de Zermatt y hasta para disfrutar de la conexión con Cervinia, ya en Italia, si el viento permite el funcionamiento del teleférico que une ambas estaciones.
Así, la compañía aérea Swiss (901 11 67 12) dispone de diversos vuelos de conexión directa desde Barcelona y Madrid con Ginebra y Zúrich. Desde allí el tren es la alternativa para llegar a los Alpes.
Pero como no sólo de esquí vive el turista, para los más intrépidos, para aquéllos a los que les agrade vivir una sensación diferente, en la oficina de turismo de Zermatt se puede contratar una estancia por una noche en el iglú-hotel, diseñado con la colaboración de un artista canadiense de origen esquimal, construido en los propios pies de la cumbre del Cervino.
Un yacuzi externo, con el agua a 40 grados centígrados, sirve de reto para burlar a la fría temperatura externa, con el termómetro por debajo de los 20 bajo cero. Al salir del agua se tiembla un poco. Faltaría menos.
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