Este fin de semana, por circunstancias, no podíamos subir a la Cerdanya, así que enseguida puse sobre la mesa la opción de escaparnos a la Vall de Boí. Y tras la experiencia vivida, puedo asegurar que ha sido un acierto.
Los días previos, las temperaturas habían sido muy altas y con algunas lluvias en el Pirineo, así que había que ver lo que nos encontrábamos. Pero en seguida vimos que la cosa pintaba más que bien, con un aspecto mejor al de la última vez que estuvimos por aquí:

Subiendo Express a primera hora

Vista de la estación des de Vaques

Puig Falcó
Estos días de febrero son de mucha afluencia y en Boí Taüll no fue excepción. No obstante, a pesar de que el parking se llenó bastante pronto, en pistas, como siempre, estuvimos muy tranquilos y era muy fácil encontrar tu momento de pista vacía.

Era la primera vez que usaba el traje Odermatt tras el accidente que lo dejó muy maltrecho. Por suerte, me han hecho un trabajo finísimo y casi ni se nota no que le pasó.

En lo alto de Puig Falcó
Pero el sábado nos aguardaba una pequeña sorpresa más. Había nevado un poco y, aunque estaba algo difícil de esquiar, pudimos catar alguna zona sin pisar que supo a gloria.
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Estamos en febrero y el sol no tarda en cubrir toda la estación, dejando ver el Balcó del Cerbí y todas las posibilidades que ofrece.

Las pistas principales de la estación están abiertas. A destacar la nueva pista Regalèssia, azul, que permite bajar desde lo alto de Resort Express por una pista asequible y evitar, si se quiere, La Pala, un muro que baja por la izquierda.

En general, muy buena nieve en todas partes e incluso al final del día, a pesar de que transforma, se sigue esquiando de cine.

Volta del Tuc, al fondo

Cerví
En resumen, un gran fin de semana de esquí en un destino tan bueno como, a veces, infravalorado.
Pero no podíamos irnos de aquí sin volver a catar las fabulosas hamburguesas que ofrece el Cow-Boí.

Y como siempre digo cuando pasamos por aquí...
