Estamos a pocos días de empezar la temporada de esquí, pero como algunos ya no podíamos aguantar las ansias por deslizar sobre esquís, nos liamos la manta a la cabeza y lo hicimos igualmente.
Nos reuníamos un buen grupo de amigos, todos unos apasionados del esquí y la montaña, y decidimos hacer algo un poco atípico para empezar la nueva temporada con buen pie y, sobretodo con muchas risas y alegría.
Sería un día distinto, un día en el que no iríamos a estrenar la equipación nueva que tantas ganas tenemos de probar para ver qué tal va, al contrario, era un día en el que sacaríamos del armario material viejo, muy usado, y que no nos importara si se destrozaba un poco.
Llegamos al punto de encuentro, risas y nervios, el ambiente era lo más parecido a un día de powder, algo de desayuno, cargar coches y para arriba hasta llegar al lugar del pecado.
Se descarga todo y nos empezamos a preparar.
Y una vez todo preparado y vestidos para la ocasión, foto de grupo.
Pero claro, no hay aventura en la que no se tenga que andar un poco.
Tras un rato de andar por el bosque, aparecía ante nosotros la soñada pala, lo tenía todo, una pendiente de vértigo, un inicio estrechito para más adelante cruzar un couloir realmente estrecho y luego la pala se ensanchaba para nuestro gozo...
¿Qué bonito suena verdad? Y todo sería un sueño si aquello hubiera estado cubierto por un metro de nieve polvo fría y seca, pero no, aquello estaba cubierto por una bonita capa de piedras, unas grandes, otras más pequeñas y otras casi de gravilla.
Pero a reír y disfrutar habíamos ido, ¿no? Así que tocaba apretarse bien las viejas botas, en mi caso eran una Lange L10 con muchísimos años y más duras que una piedra (ese día estaban en su hábitat, jajaja). Aunque no serían las mejores para una locura de este calibre, eran las únicas que tenía en casa y que pensaba que todavía podrían aguantar sin romperse.
Nervios, emoción y el corazón aceleradísimo era lo que tenía y sentía en los momentos previos, la verdad es que dar el primer giro y ver como funcionaría eso me tenía un poco acongojado, así que decidía salir el último para ver como se desenvolvían los otros y, madre mía, con el nivel de esquí sobre nieve que tienen todos, era alucinante verles bajar saltando con una soltura digna de unas bailarinas.
Poco se puede contar de la bajada, sin sensaciones de flotar, tampoco ninguna sensación de cortar la nieve cual cuchillo caliente en mantequilla, sólo saltos, intentar aguantar el equilibrio y llegar abajo de una pieza.
¿Lo conseguimos?
No sé quiénes se lo pasaban mejor, los peques, las adolescentes o los viejóvenes, jajajaja
Después de un buen rato bajando, posiblemente fue el descenso en el que he tardado, reído y cansado más de toda mi vida, jajajaja, además de el más técnico sin lugar a dudas, otro jajajaja, llegaba la recompensa, primero estar todos enteros y luego, unas bebidas y zumos fresquitos que nos estaban esperando y, como no, la foto de rigor de los bienaventurados que nos habíamos reunido esa mañana.
Luego, ir a comer en familia y para casa a contar las batallitas del día.
Espero que hayáis disfrutado las fotos tanto como lo hicimos nosotros, y pensar que estamos ya a pocos días de empezar a deslizar de verdad por encima de esa nieve que tantas alegrías nos da.
Y como siempre os digo...
Si queréis saber más...