Llevaban un rato hablando del tema en esa larga silla de esa estación Italiana cuando Jose soltó la típica frase que en sábado por la noche acaba con todos en comisaría....
- ¿A que no hay huevos?
Un pensamiento y medio después Juan contestó... - Con una condición, quien gane no paga la multa. ¿De acuerdo? -
- ¡¡De acuerdo!! - soltaron al unísono Pepe y Jose
Jose prosiguió - Vale, pero recordar que es muy importante. No debéis salir a menos de cinco segundos el uno del otro, si no no va a funcionar. Hay un margen entre una carga y la siguiente que hemos de respetar. Si no lo hacemos bien, no servirá de nada.
- Vale. ¿Quien sale primero? -preguntó Juan
- Bueno como yo soy el más rápido, mejor yo -soltó Jose
- ¡Eso no te lo crees ni tu, capullo! - contestó Pepe
- !Ja ja ja ja ja! -rieron todos.
- Bueno, pues lo echamos a suertes y salimos cada seis o siete segundos. Así seguro que si uno va más rápido que el otro, no se comerá el tiempo.
- Oks.
Arriba de todo de la pista y un sorteo más tarde se decidió el turno de salida. Saldrían Pepe, Juan y Jose por ese orden y en intervalos de siete segundos.
- Acordaos -continuó Jose- si falla algo no valen excusas. Gana el más rápido, el que vaya a más velocidad. Cuando acabemos, frenamos y nos juntamos delante del bar por donde andan los otros dos.
En ese soleado y frío martes de enero, el último día de sus cortas vacaciones, cuando ya no quedaba casi gente esquiando, los tres miraron atentamente para abajo de esa anchisima y larga pista. Prácticamente no quedaban esquiadores ya.
- ¿Los ves? - preguntó Jose.
- No... espera...
- Saca la cámara y mira con el teleobjetivo.
- Oks. ¡voy!.... ¡Si!, ¡Si!, ¡Aun están, siguen ahí!
- ¡De puta madre! ¿¿Preparados??
- Si si... ¡Dale ya Pepe!
- ¡¡Acordaos de contar!! ¡¡Voy!! - gritó Pepe
Pepe se puso a dar pasos de patinador como un loco y enseguida se puso en huevo bajando en schuss a toda castaña.
Unos tensos seis o siete segundos después, Juan soltó un grito e hizo lo mismo que Pepe, mientras Jose gritaba "¡A por todaaaaas!" y contando seis segundos más tambien se lanzó tras las trazas de los otros dos.
Con un intervalo suficiente, los tres tarados se comieron la pista a toda velocidad y cuando Pepe pasó a una velocidad de locura cerca de dos figuras de amarillo verdoso paradas al borde de la pista, una sonrisa se dibujó en su cara.
El plan había salido perfecto. La bajada en schuss fue súper intensa y sobre todo, muy muy muy rápida... demasiado, al no estar la pista cerrada al público.
Estaban parados ahí los tres, delante del bar, excitadísimos pero sin decir palabra, respirando brutalmente intentando recobrar el aire a toda costa y mirando a su alrededor cuando Juan soltó.
- Ahí vienen... ni un solo comentario... sólo habla Jose.
Se acercaban corriendo dos policías de pistas gritando como locos y haciendo gestos, hasta que llegaron a ellos y siguieron gritando improperios a los tres, que les miraban impasibles haciendo ver que no sabían de que iba el tema.
Muchos gritos, rápidas frases en italiano y múltiples gestos después, Jose dijo en perfecto inglés con la voz más calmada que pudo y súper serio.
- Lo sentimos mucho agentes, no teníamos ni idea y como no había nadie en pista, pensábamos que nos podíamos dar este homenaje después de cinco magníficos días en su preciosa estación.
Esto calmó un poco el ánimo de los dos policías. Uno de ellos sacó una maquinita y empezó a picar el teclado rápidamente y de ella salió un papelito con unos números
- This is for you- Jose lo guardó en la mano sin mirar.
Unos tecleados más tarde...
- This is for you - dijo el poli entregándole un papel a Pepe.
Y finalmente...
- And this is for you- acabó el policía.
Jose miró inocentemente al poli de la maquinita y le preguntó suavemente...
- Are you sure the order is correct?
El policía abrió los ojos como platos y contestó con un molesto "Of course".
Los tres se miraron con una sonrisa, abrieron el plegado del papel, miraron los números y ante los atónitos ojos de los dos polis, Juan lanzó un grito de júbilo
- ¡¡¡Ciento cuatro!! ¡¡¡Ciento cuatro putos kilómetros por hora!!! - gritó.
- Ostias, yo solo noventa y nueve - dijo lacónicamente Jose
- Yo ciento uno... vaya putada - acabó Pepe...
Y empezaron a reírse y felicitarse mutuamente alzando las multas y riendo sin parar, mientras los dos polis les miraban pasmados. Eso fue ya demasiado para su paciencia y acto seguido pidieron un coche por radio y escoltaron ya menos amablemente a los tres, camino de comisaría.