Aprender deportes requiere un esfuerzo físico y mental como sabemos. También de tiempo y dinero, por cierto. Si al enseñar a esquiar usamos palabras difíciles de entender, no solo añadimos confusión y estrés innecesario al proceso físico, sino que además perdemos ese escaso tiempo haciendo esfuerzos inútiles. Esfuerzos que pueden llegar a frustrar hasta hacernos abandonar o, en el mejor de los casos, creer que no somos capaces de aprender esa habilidad.
Muchos hemos usado términos confusos con la mejor voluntad, creyendo que servían. Yo el primero, de ahí que trate continuamente de remediarlo con artículos de este tipo. Los mitos, las verdades colectivas infundadas y los conceptos exóticos que se transmiten de boca en boca son una constante en la enseñanza de todos los deportes. No pasa nada, a pesar de ello todos hemos aprendido. No obstante, vamos a repasar hoy algunas de las que se siguen empleando en las pistas de manera totalmente acrítica, sin que nadie parezca preguntarse a qué se deben esas caras desconcertadas en sus alumnos, mirándose unos a otros e intentado confirmar que no solo ellos no se están enterando de nada. No hay ánimo de crítica destructiva en este artículo, sino de estimular la reflexión.
Meter cantos.
Cuando la gente pregunta qué hacer para esquiar en la nieve dura se le suele decir que “meta” más cantos. “Meter más cantos” es un concepto equívoco que no nos hará agarrarnos mejor. Para eso tenderemos que presionar más, preferentemente sobre el canto del esquí exterior. Si observamos una foto de alguien fuera de pista o en el hielo en la misma fase de la curva, veremos que el ángulo de los cantos es el mismo prácticamente en todas las nieves. El origen de este mito sobre más o menos canteo es, seguramente, esquiar girando los esquís lateralmente, de manera brusca. En nieves blandas y pisadas funciona, pero en cuanto se pone dura notamos en seguida que esta técnica tosca no va y derrapamos. Pero metiendo más canto a lo loco no lograremos nada; en todo caso, pasarnos, olvidarnos de la presión y agarrarnos todavía menos. El canteo es algo que se incrementa progresivamente a medida que cambia el plano de la pista y en cada fase de la curva. De un ángulo totalmente plano al inicio, al máximo grado en la fase de máxima pendiente. Ese canto sin presión, no sirve apenas de nada. La manera más eficaz de tomar el ángulo idóneo en cada fase y apretar proporcionalmente es imaginar que cortamos en la nieve a lo largo del viraje. De este modo estaremos, a la vez, presionando y canteando progresivamente, sin movimientos laterales o bruscos que serán los que nos harán perder agarre.
El bastón sirve para: señalar el ritmo, para girar alrededor, o para “marcar el giro”.
Todas las afirmaciones anteriores son en parte ciertas, pero, por su inexactitud, pueden confundir según en qué fase del aprendizaje las digamos. El bastón sirve, esencialmente, para presionar mejor sobre el exterior durante las curvas y para proyectarnos hacia adelante en el inicio de los virajes. Como sabemos por otros artículos, al buscar la nieve con la punta del bastón y tratar de clavarlo a la máxima pendiente, conseguimos por elemental mecánica corporal muchos beneficios con un simple gesto: flexionar tobillos y rodillas, angular la cadera, orientarnos hacia la pendiente y echarnos hacia adelante, terminando y empezando la nueva curva con enorme eficacia. Todo ello nos equilibra extraordinariamente sobre el esquí exterior, dándonos control para finalizar el viraje e iniciar el siguiente. Esta la palabra clave. Control sobre el esquí exterior. Cualquier otra información que demos a una persona que no tenga esto claro, contribuirá a confundirla y, así, pensando en alguna de las que citamos arriba, terminará clavando tarde, muy atrás, al monte en vez de al valle o sin llegar a completar las curvas. Todos estos problemillas suelen desaparecer en cuanto los alumnos descubren esta función tan sencilla que describimos primero, con unos argumentos físicos irrebatibles, fáciles de comprender y que inspiran, por ello, confianza al hacernos esquiar con más eficacia.
Virajes por flexión o por extensión.
El ciclo de un viraje tiene muchas fases: transición, cambio, máxima pendiente y salida de la máxima pendiente. Por eso, si decimos a secas, “viraje por equis”, no estamos especificando en qué momento concreto de la curva estamos haciendo la “equis”. Como en todos los virajes se extiende y se flexionan las piernas continuamente, resulta tremendamente confuso decir viraje por flexión o por extensión, y los alumnos no entienden cuándo o para qué tiene que extender o flexionar. Por esa razón, en este blog llevamos años especificando la fase en que se hace cada cosa, y en vez de “viraje por” decimos “cambio por” flexión (la fase del cambio de cantos se produce al flexionar las piernas) o “cambio por” extensión, al extender las piernas. Simple, claro y más preciso ¿no creen?
Viraje neutro.
El viraje llamado neutro tiene que ver con el caso anterior, pero merece ser analizado aparte. El enfoque biomecánico lo pone fácil; hacia el final de cada viraje una pierna está extendida y otra flexionada ¿verdad? Si el cambio de un nuevo viraje se empieza extendiendo la pierna interior, que estaba flexionada, se trata de un cambio por extensión. Si, por el contrario, el cambio se lleva a cabo flexionado la pierna exterior, que estaba extendida, se trata de un cambio por flexión. Cambio al extender, por extensión, cambio al flexionar, por flexión. Es así de asombrosamente simple en la mayoría de las escuelas del mundo. El citado viraje o cambio neutro es, sencillamente, uno de los anteriores; una forma caprichosa y confusa de nombrar algo que ya tiene otro nombre más claro. De hecho, jamás he conseguido que ningún compañero me lo explique de manera convincente, ni mucho menos he encontrado un escrito sobre el asunto que lo describa de manera fundada. Tal vez sea la razón por la que, que yo sepa, ninguna escuela fuera de España distingue ese tipo de cambio o viraje y, en todo caso, hablan de matices en la postura con nombres descriptivos que sí se encuentran en la literatura deportiva general.
Carga y presión.
Estas dos palabras -junto con apoyo- son sinónimos conceptuales. En beneficio de la sencillez y la eficacia suelen emplearse como tal en los idiomas del esquí que yo conozco. Sin embargo, aquí se tiende a diferenciarlas afirmando que son cosas distintas. Para peor, en cada sitio las utilizan caprichosamente y muchas veces de manera opuesta, lo que me hace confirmar que el matiz produce muchas confusiones y pocos beneficios. He conseguido que me lleguen a explicar de manera informal -nada científica- la diferencia entre carga y presión en el esquí, pero no he conseguido que me razonen qué aplicación tienen en la enseñanza y, mucho menos, en la práctica real, a toda leche en una pista roja o negra. Al practicar deportes no tenemos tiempo de hacer estas distinciones abstractas, y el pensamiento se limita a sensaciones generales sobre el movimiento o sus efectos: me coloco, me apoyo, aprieto, suelto, piso… cosas así, pero nada de matices analíticos, imposibles en esos rápidos lapsos de espacio y tiempo en los que el escenario cambia en cada centímetro del terreno. Se podría decir que, como ejercicio intelectual, para reflejar en un libro, la diferenciación entre carga y presión están muy bien y es elegante académicamente. Podría estar de acuerdo, pero la realidad es que, luego, los futuros profesores creen que estas veleidades teóricas son las que tienen que enseñar en sus clases de una hora a 50 euros, y con eso lo que consiguen es complicar, hacer perder tiempo y frustrar a personas que, como mucho, podrán utilizar esos términos abstractos para discutir en el bar, pero no para esquiar mejor.
Y por hoy ya esta bien. Aunque hay más, juas. Insisto en que todos hemos aprendido a pesar de estos errores tan generalizados en los que todos, me incluyo, hemos caído y seguiremos cayendo. Lo importante para mejorar, como sabemos, es la práctica y, afortunadamente, cuando estamos soltando nuestro espiche supertécnico, juas, los alumnos solo escuchan un zumbido dentro de sus cabezas, mientras piensan impacientes en el momento de bajar. Como lo que en realidad enseña a esquiar es esquiar; las bajadas, la repetición y la voluntad conjuran todos los errores de enseñanza que hayamos podido cometer. Así que no hay que preocuparse si hemos abusado de estos u otros términos confusos. No obstante, espero que sirva para reflexión de todos los que estamos implicados en la cosa esta de la enseñanza, y que vayamos entre todos puliendo poco a poco los métodos, a veces de hace un siglo, que seguimos empleando sin pensar.
¡Buenas huellas!
Carolo, enero de 2020