Cada vez se dan menos clases de esquí de nivel alto en comparación con las que se imparten a principiantes. Sin embargo, teniendo en cuenta que el “boom” de la nieve empezó hace un par de décadas lo lógico sería encontrar hoy un montón de avanzados y expertos deseando tomar alguna lección. Hay, por el contrario, una masa enorme de aficionados de nivel medio y alto que gastan fuertes cantidades en viajes y equipos, pero no ven ventajas o atractivo alguno en invertir un euro en todos los beneficios de recibir clases: mejorar su seguridad a través de un mejor conocimiento del medio, su salud a través de una buena técnica, su autoestima gracias a unas habilidades mayores o sencillamente en la genuina satisfacción que proporciona la superación y el aprendizaje… ¿Por qué?
En la modesta encuesta que presentamos aquí hace unas semanas se pueden encontrar algunas pistas sobre el porqué de este “fenómeno”. Más de un 40% de las personas piensan que las clases de esquí son muy caras para lo que ofrecen (y en las respuestas escritas esta opinión era abrumadora) lo que se refuerza con la percepción general de que el modelo de clase tradicional está desfasado. Toca, creo, hacer una reflexión al respecto si queremos vender clases de nivel alto.
Es una opinión personal, pero creo que hay dos vías con las que podríamos conseguir que muchas personas se sintieran atraídas por las clases, aunque fuera por curiosidad. En este sentido ya hemos dado algunas sugerencias en anteriores artículos:
Por un lado está la posibilidad de diversificar la oferta: el modelo parece estar obsoleto y, según los comentarios, las clases son una total decepción. Hace años compartía en un artículito la idea del modelo de los entrenamientos en los clubes, eso que hoy llamamos “skicamps”. Cursos desde un día a toda una temporada, de todas las disciplinas (también sobre seguridad, sobre material, etc.) en las que cada profesional pueda hacer su pequeña aportación a aquellos que puedan estar interesados. Es sólo una idea de tantas posibles, y dándole un par de vueltas creativas se pueden introducir muchas pequeñas innovaciones atractivas en el formato de las clases.
Por otro lado, y a tenor de las conclusiones del sondeo, parece también necesario mejorar la calidad del servicio que se presta. Cualquiera que vaya a dar clases se ha hartado de ver vídeos de gente buena y se sabe de memoria todos los artículos que publica Nevasport (en este sentido, a veces sorprende hablar con compañeros que ni siquiera saben de la existencia de esta web o que jamás leen nada relacionado con la profesión, lo que me hace peguntarme si son realmente conscientes del mundo en el que se intentan ganar la vida). Tal vez un alumno medio no esquíe como nosotros pero, seguramente, debido a la enorme cantidad de información escrita y visual hoy disponible, tendrá un “ojo clínico” razonablemente desarrollado. Si a eso le añadimos que nuestro alumno avanzado suele tener un perfil económico y social medio-alto como mínimo, vamos a estar frente a alguien que probablemente haya viajado bastante, que pueda comparar y que sea difícil de contentar, como de hecho se adivina en muchas de las respuestas de la encuesta arriba citada.
Como ya decía hace unas semanas la solución que se me ocurre es cultivarnos, aprender, entrenar, mejorar, mejorar y mejorar, y no sólo en nuestro nivel de esquí, sino en todo lo relacionado con la transmisión de esas competencias: habilidades de comunicación, conocimiento del entorno y de todo aquello que afecte a la profesión, dominio de las tecnologías que facilitan el aprendizaje, etc.
Finalmente, también hay que completar el círculo haciendo ver de manera explícita las ventajas de tomar clases; eso que dicen hoy día de "entablar un diálogo con los clientes, conocer sus deseos y sus necesidades y trabajar juntos para satisfacerlas". Esto ya es responsabilidad de la gente del márquetin, los directivos y tal, ja, ja, pero nosotros - que somos los que más tiempo pasamos con los alumnos - podemos ayudarlos un poco dando ejemplo cada día, mostrando allí arriba, en las pistas, que amamos lo que hacemos, que no paramos de ejercitarlo y que estamos dispuestos a compartirlo poniendo toda la carne en el asador. Ignoro si eso sólo traerá más clientes a las escuelas, juas, juas, pero desde luego lo contrario – el no prestar atención a la imagen y a la provisión de un buen servicio – parece ser que los lleva espantando durante mucho tiempo.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2014