Epílogo de Fluir en el esquí. Y ahora, sí: esquiar con fluidez
Se puede alcanzar un estado de fluencia esquiando y, sin embargo, no esquiar con fluidez. Al contrario, se puede esquiar fluidamente sin entrar en los estados de trance que hemos descrito en este libro. Esquiar con fluidez implica llevar a cabo un movimiento eficiente, expresivo y armonioso a la vez. Casi nada. Quienes recuerden el capítulo sobre el baile no habrán olvidado que esquiar comparte algunos elementos perceptivo-motrices con la danza y que, para suerte nuestra, resulta bastante más fácil esquiar fluidamente que bailar con virtuosismo.
Para esquiar con eficiencia, con expresividad y con armonía tenemos ya algunas herramientas. Sabemos que las sensaciones que percibimos nos permiten interactuar con el medio. Los sentidos también nos ayudan a predecir y ordenar el movimiento, es decir, a descender con ritmo. Y eso incluso en un entorno cambiante. Al desarrollar ese sistema perceptivo dosificamos mejor la amplitud o la velocidad de cada gesto y aplicamos así, con enorme precisión, mayor o menor presión, orientamos más o menos las extremidades en todos sus rangos posibles y nos fundimos con las fuerzas externas que nosotros mismos contribuimos a generar, en aquel baile de sensaciones que describíamos unos capítulos atrás.
También hemos aprendido que un foco externo -por ejemplo, un punto en el espacio o el efecto de lo que hacemos- nos ayuda a ejecutar los movimientos como mayor eficiencia, pues el cuerpo se auto organiza para alcanzar tal punto o para experimentar tal grado de fuerza, sin necesidad de complejísimas reflexiones explícitas sobre la técnica necesaria.
Y el tercer elemento que puede ayudarnos a esquiar con fluidez es el poder de la metáfora. Sí. Recordaremos que hablamos de que, al reconstruir el movimiento en nuestra mente, se activaban las mismas áreas que en la ejecución de los gestos reales, y que eso nos "programa" para llevarlos a cabo. Decíamos también que existen distintos tipos de esta imaginería, como la visualización, a la que luego se podía añadir otros sentidos "en capas" para componer una imagen mental lo más vívida posible. El lenguaje o las imágenes metafóricas producen ese mismo efecto y, precisamente, estimulan respuestas sensoriales, cinestésicas, emocionales e incluso estéticas. Por eso, si pensamos al esquiar que volamos por encima de los baches, por poner un ejemplo, amortiguaremos con mayor eficiencia que si tratamos de analizar ese complejo y exigente movimiento; si imaginamos ser el agua que desciende por entre el carril, si visualizamos un delfín emergiendo del mar al esquiar en nieve en polvo o si imaginamos una patinadora cortando el hielo con limpieza mientras se inclina, para bajar nosotros por una pista de nieve dura, tal vez estemos consiguiendo, no solo un descenso más eficiente, sino una combinación armónica de movimientos funcionales y, a la vez, expresivos.
Muchos bailarines excepcionales recurren a este tipo de imágenes metafóricas para describir cómo producen una combinación de movimientos virtuosos. No se detienen en sus aspectos biomecánicos, sino que representan el gesto global, no solo en su aspecto físico sino en, justo el que buscamos, el expresivo y armónico. Con una intención estética que va indefectiblemente unida a la funcionalidad, tal vez porque nuestra percepción subjetiva de la estetica no sea otra cosa que eficiencia funcional natural. Por todas estas evidencias, las escuelas de esquí más modernas han abandonado el análisis del movimiento como herramienta exclusiva, y utilizan lo que se llama aprendizaje implícito, basado en focos externos o en representaciones mentales completas del movimiento y de sus efectos. Para esquiar con fluidez, pues, al margen de entrenar hasta automatizar determinados gestos -como hacen hasta la extenuación los profesionales de la danza- puede ayudarnos el lenguaje metafórico y las analogías que sugiere: vuela, flota, ruge, sé esa patinadora que toma un ángulo imposible mientras corta el hielo sobre unos escasos milímetros de acero. Sé algo más que una posturita o una mera sucesión de movimientos técnicos. Esquiarás con fluidez comunicando al exterior la emoción que experimentas en el momento y, probablemente, la percepción propia de ese intercambio cuasi artístico, más allá de la técnica, te realimente positivamente para expresarte en cada curva aun con mayor armonía.
Carolo, diciembre de 2019
¡Buenas huellas juventú!