Centrarse internamente en lo que percibimos nos ayuda a esquiar mejor, por supuesto, pero no debemos olvidarnos de su relación íntima con el resto de los factores externos de los que venimos hablando en nuestros libros desde hace diez años: la atención al entorno y “los efectos del movimiento” que queremos llevar a cabo.
De muy chico aprendí que para dibujar un círculo en la pizarra había que imaginar el contorno y seguirlo con la mano. En “Esquiar con los pies” decía que con este truquillo podemos también imaginar una curva y trazarla fácilmente. Visualizar una curva en la nieve y tratar de seguirla con los pies, desde donde empieza hasta adonde acaba, es atender a un foco externo. Sentir lo que pasa durante esa misma curva bajo los pies, es atender a un foco principalmente interno de percepción sensorial. Ambas cosas son compatibles, como es natural.
Sin embargo, centrarnos demasiado en los focos internos – por ejemplo, en todas las sensaciones que percibimos – puede llevarnos a analizar en exceso y a que ello, en vez de ayudarnos, nos distraiga de lo que estamos haciendo. Por eso en mis libritos siempre hemos insistido en el modo de que estas habilidades se conviertan en automáticas y no tengamos que pensar demasiado en ellas. También decíamos que, a la hora de focalizarnos en instrucciones para aprender o para enseñar, tratemos de utilizar aquellas que describen el “efecto del movimiento” y los objetivos que perseguimos (“de pie”, “mira cuesta abajo”, “vuela", etcétera) y no quedarnos en analizar o describir el movimiento en si.
En este fuera de pista empinado y de nieve inestable mantenemos un doble foco interno y externo. Por una parte, internamente percibimos fuerzas como la fricción y tratamos de adaptar nuestros movimientos a ella. Por otra, fijamos la mirada en el itinerario (foco externo) y ello nos permite tomar mejores decisiones tácticas, además de fluir con gestos más eficientes como un clavada de bastón en el lugar adecuado y un "timing" (ritmo) que se adapte a las circunstancias concretas del descenso, permitiendonos dibujar mejor las curvas tal como las imaginamos en nuestro "mapa mental" de coordenadas espaciales y temporales.
En una bajada de baches se aprecia perfectamente el efecto positivo de mantener un foco eminentemente externo: la mirada está fija en la línea de máxima pendiente (los siguientes baches) y, en consecuencia, el bastón se mueve dinámico y con celeridad buscando su objetivo, los pies se atraviesan menos a la pendiente persiguiendo la línea más corta, el torso se manteniene estable gracias a la referencia visual concreta que suponen los baches de más abajo. La bajada, así, resulta más fluida, precisa y eficiente gracias a la suma de todos estos y otros beneficios.
Aunque no se conocen todavía las razones exactas, los estudios sobre atención motora constatan que la atención externa ofrece más beneficios en el aprendizaje y la práctica del deporte que la interna, aunque ambas puedan ser necesarias y se utilicen combinadas. El foco interno y el externo asociados nos permitirán, en fin, interactuar mejor con el entorno, disfrutando las emociones que experimentamos mientras llevamos a cabo los movimientos con mayor precisión y fluidez.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2012
Fotos Jan Vokaty, Mammoth Mountain 2011.
Las fotos aquí publicadas no son "demostraciones de escuela" y no tienen la intención de servir como modelo, sino como mero refuerzo gráfico para el texto. Tanto las ideas vertidas como las ilustraciones sólo muestran la visión y el estilo personal del autor. El esquí es un deporte complejo y que puede ser arriesgado; su aprendizaje y perfeccionamiento es un proceso continuo en el que todos, autor incluido, estamos inmersos; el lector debe interpretar estos artículos según su mejor criterio de prudencia.