Ya ha pasado el tiempo en que se decía que la técnica había cambiado. En realidad, no es exactamente que ésta haya cambiado, sino que hoy día, gracias a los esquís parabólicos, casi todos podemos hace cosas que antes estaban reservadas a los muy buenos esquiadores. Además, creo que una de las mayores ventajas del tallaje exagerado de los nuevos esquís es que, como nos transmiten sensaciones más francas que las viejas tablas rectas, es más fácil “entablar un diálogo” con ellos, interpretar sus reacciones y, en consecuencia, llevar a cabo gestos más eficientes para conducirlos. En definitiva, los esquís modernos nos han enseñado a esquiar mejor.
Y esto no sólo ocurre en la pista. En el fuera de pista o en las bañeras el esquí también ha evolucionado. Donde antes se tendía a pivotar para iniciar una vuelta, hoy se puede rolar los pies cambiando los cantos de manera más eficiente y, donde antes se derrapaba, hoy se conduce cortando en la nieve profunda o “carveando” entre bache y bache…
Tomemos el ejemplo de los baches modernos (que puede ser aplicado también al esquí fuera de pista). Tradicionalmente se ha enseñado a frenar absorbiendo, pivotar los esquís y derraparlos por el surco entre bañeras hasta llevar a cabo la nueva frenada. Esta manera tosca de esquiar los baches ha cambiado, y hoy, los esquís van más de frente a la máxima pendiente, la velocidad se controla desde el principio de la vuelta, presionado e intentando conducir por la pared del surco entre baches y, de este modo, durante la absorción no es necesario frenar de manera tan brusca, no es preciso cruzar tanto los esquís y el desencadenamiento se lleva a cabo mediante el rolido de los pies, no mediante el viejo pivotamiento. Esto es, ni más ni menos, lo que ya hacían ciertos corredores de baches hace años, pero hoy está al alcance de la mano (o de los pies, ja, ja) de los aficionados en buena forma, exactamente igual que ha pasado con el esquí de pista.
Como decía, lo miso es aplicable al esquí fuera de pista. La progresividad en el desencadenamiento de las vueltas, la conducción fluida, la independencia de las piernas… todo ello son inestimables aliados a la hora de evolucionar por las nieves sin tratar, y no es raro ver hoy a simples aficionados haciendo giros de gigante en nieves profundas, tal como antes sólo veíamos llevar a cabo a muy buenos especialistas.
En resumen, los esquís parabólicos no son sólo más fáciles de utilizar en todo tipo de nieves, sino que nos transmiten buenas sensaciones ayudándonos a regular el movimiento y a llevar a cabo gestos más precisos y con menor gasto de energía. Gestos, al fin y al cabo, más eficientes, pero que también nos proporcionan mejores sensaciones, más emoción, más placer al esquiar.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2006