Cerro Castor. Ushuaia. Tierra del Fuego. La Patagonia Argentina nos despide desde el extremo Sur del Sur del Mundo.
San Martín de Los Andes y Chapelco. Bariloche y Cerro Catedral, más Laderas Perito Moreno. Habíamos hecho muchos kilómetros en la Patagonia Continental para perseguir el sueño que, paradójicamente, nos desvela desde hace años: la nieve.
Para finalizar nuestra temporada patagónica era el momento de volar Ushuaia, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Porque Tierra de Fuego (a secas) es una isla (chica) en el canal de Beagle, al sur de la grande. Y porque ahí está Cerro Castor, ese centro de esquí que según mi humilde modo de ver no descolla en nada, pero cumple en todos los aspectos que vale la pena evaluar, y en algunos sobradamente. El más equilibrado de los centros de esquí de Sudamérica, como me gusta decir, aunque en mi escala de gustos personales se encuentre séptimo.








Y como parte de la ceremonia, del rito viajero de perseguir la nieve, noche de esperas en aeropuertos y vuelos. El centralismo argentino hace que aún desde ciudades importantes como nuestra Mendoza, para volar a destinos turísticos reconocidos igualmente haya que hacer conexión en la ciudad de Buenos Aires. Salís de tu casa a las 21:00, llegás a Ushuaia a las 09:00. Doce horas para 3.000 km.



Al llegar, el clima sonríe. Para un esquiador "clima sonriente" es "cielo cerrado y nevando", de ser posible. "Sol y calorcito" quedarán para los días de playa. Y fue llegar y al Cerro. Hay que aprovechar el día, aunque la mala visibilidad atente contra la buena salud de músculos, huesos y articulaciones.




Departamentos Ukurj, donde su propietario Andrés nos hace sentir como en casa




Ya el segundo día es "el" día. Nieve por encima de los tobillos. A cuidar la centralidad de la posición y disfrutar como si no hubiera un mañana aún con esquíes muy pisteros. Quien esto escribe lo consiguió por primera vez, disfrutar el powder con titanal y camber bajo las botas. Cuestión de convencerse que se puede, que los buenos esquiadores esquían por cualquier lado aún con dos tablas de planchar bajo los pies. No es mi caso como imaginarán... pero dí un pasito adelante en mi nivel de esquí. Feliz como niño que aprende a andar en bicicleta.





Tercer día y ya empezamos con el turismo. Hay que cuidar piernas (cosa que no haríamos con el estómago, pero eso es otro tema). Y el primer sitio paradigmático a visitar es el mirador del Paso Garibaldi. Divisoria Continental, es ahí donde la Argentina deja de ser trasandina para extender sus casi tres millones de kilómetros hacia el Oriente de Los Andes.

Museo de motocicletas camino a Tholuin





Mis compañeros de viaje, siguiendo mi consejo, querían conocer Tholuin, lugar que en mi primera visita me había dejado una espléndida impresión. Y desde ahí, un gusto grande: Kilómetros de asfalto, kilómetros de tierra y por fin, el océano Atlantico Sur, en Cabo San Pablo. En la playa buscábamos un atractivo especial, el desvencijado casco corroído del carguero "Desdémona", varado y abandonado 40 años atrás. Casi 80 metros de eslora, conmueve desde su cobertura de óxido y soledad.


Típica estancia fueguina






Hermosa jornada que daría paso a otra para hacer lo que vinimos hacer pues, esquiar.











Aprovechando el auto de alquiler en su último día, más turismo. Sí sí, ya sé, esta es una web de esquí. Todavía quedaban dos días que se dedicarían a Cerro Castor en su totalidad. Pero queríamos conocer Puerto Armanza, la que tal vez sea la cuarta localidad de la provincia por cantidad de habitantes... unos cien. Corazón de la pesca artesanal de Centolla, los pescadores vieron que su rol en el negocio gastronómico puede exceder el de simples proveedores de los restaurantes de Ushuaia. Hay seis o siete establecimientos muy muy modestos, pero donde la centolla del almuerzo se pescó apenas unas horas antes.


Arriba Puerto Williams, en la isla Navarino, Chile. Hacia ahí apunta el cañón de la foto de abajo



Platos de centolla, delicias de la gastronomía fueguina
Para después de almuerzo, un gusto personal. Una íntima necesidad, más bien diría. Por una solitaria aunque rica en paisajes ruta provincial de tierra, siguiendo la costa del canal Beagle hacia el Este pudimos conocerlas a la distancia, 40 años después de que la Argentina y Chile estuvieran al borde de una guerra fraticida por ellas. Las islas Picton, Nueva y Lenox, hoy territorio chileno.

Al frente isla Picton. Detrás a la izquierda isla Lenox. Detrás a la derecha, isla Nueva. A la derecha extremo de la isla Navarino.
Y entonces sí, cerramos como se debe un viaje de esquí, esquiando en el correcto Cerro Castor. Hielo para valientes en la mañana. Pero como dicen algunos maestros nevasportianos, "No hay pistas duras, hay malos esquiadores". O la más amable (y mi preferida) "no existen pistas duras, existen cantos desafilados". Fueron dos días de angulación máxima... casi tan máxima como las derrapadas. "Es lo que hay", como nos gusta decir a los argentinos cuando quedan expuestas nuestras limitaciones.







Arriba, plato de merluza negra. Abajo, cordero a la llama. Con la centolla, los platos más representativos de la cocina fueguina.

Sumando la visita que hiciéramos a Las Leñas esta temporada, que todavía no termina, nos vio desfilar por cinco de los "Ocho grandes" centros de esquí que tiene la Argentina. Caviahue, Cerro Bayo y La Hoya (especialmente esta última) quedan como materia pendiente para 2.023, cuando renovemos la ilusión de disfrutar bajadas memorables una y otra vez.
