Yo pasaba por delante y he entrado.
Antes, como ya he hecho en otros momentos, no voy a perder la ocasión de hablaros de mi libro, que para eso he venido hoy aquí.
Ya he comentado que no suelo hacer reportajes en el estilo “informativo”, casi todo está ya dicho de las estaciones que más interesan y que son sbradamente conocidas. Y suelo venir a contar mi vida, por pasar el rato. Y por dar un punto de vista que en ocasiones, y por mi forma de viajar y entender esto del esquí turista, es distinto y si puede aportar algo nuevo. Pues esta vez, no. Voy a contar como es una estación de esquí en la que he estado disfrutando todo el día y espero seguir disfrutando mañana.
Hace tiempo que me rondaba la idea de conocer Dolomitas, en la seguridad de que hay vida más allá de la Sellla Ronda y cercanías. Y este año, a falta de grandes viajes a extremos exóticos de los montes europeos, y en vista que de momento no es aconsejable recuperar la parte de recorrido por Ucrania que dejamos de lado hace casi dos años por razones que no vienen al caso, he decidido sacar el abono de temporada de Dolomiti Superskí y tratar de conocer esa periferia olvidada por muchos y desconocida por la mayoría.
De manera que he arrancado la autocaravana y me he tirado al monte. Al monte italiano, para ser concreto.
He empezado por la primera que se me ha cruzado en el camino. Alpe Cermis - Cavalese. Val di Fiemme, quizá el menos frecuentado de los dominios incluidos en el Dolomiti Superski Pass.
Planificando viaje, y con las miras puestas en Latemar-Obereggen, que caerá pronto, vi una estupenda y coqueta área para casitas rodantes en la misma puerta del remonte de entrada a esta estación, y con pista de bajada hasta la misma puerta. ¡¡Y qué pista!! Pero no nos adelantemos.
Así que ayer mismo, 15 de diciembre del año del señor 2023 aposenté mis reales en este rinconcito del mundo.
Y esta mañana, con un sol radiante (bueno, cielo despejadísimo, el sol medio escondido por los montes, que son las fecha que son) y pertrechado convenientemente para la ocasión, con todas las prendas que el código de vestimenta exige y los aperos correspondientes a la actividad, encaminé mis paso al antedicho remonte.
Poco público, pese a ser sábado, aunque no es la primerísima hora y a los muchos vehículos que llenan el aparcamiento.
La cabina que hace el primer tramo de subida viene desde el pueblo de Cavalese, de manera que aunque está al otro lado del que aquí llaman Fondovalle, y a cien metros más de altura, convierte este pueblo en un pie de pista.
Subo en la cabina, solo y sin espera alguna.
Cabina Doss dei Laressi. Primer tramo de subida.
Este primer remonte lleva hasta los 1280m. desde los solo 860m. del valle, y enlaza directamente sin escaleras ni caminatas con una segunda que asciende hasta 1993m.
Desde allí, se puede tomar una silla desembragable cuatro plazas hasta arriba, que son 2225m., o ir bajando hacia la otra que se toma en 1860m. y lleva al mismo punto que la primera.
Las vistas desde arriba son espectaculares, con todos los montes más conocidos a la vista, incluyendo Marmolada y el Macizo Sella, además de un “skyline” alpino en la lejanía que quita el hipo.
Ya está contada casi toda la estación, al menos en los que a remontes toca. Falta otra desembragable más, en un sector algo mas al oeste, que se toma a 1760m. y asciende hasta el punto más alto, 2250m.
En los dos puntos intermedios y en la cima hay varias zonas de restauración, descanso y también sectores reservados para iniciación y escuela, uno de ellos servido por un telesqui. De hecho, creo que la densidad de bares por kilómetro de pista debe ser mayor que en Austria.
Pongo un plano de la estación para que podáis entender todo este galimatías que he escrito, pero es que si lo inserto antes, no leéis nada, que os conozco.
Veinticuatro kilómetros de pistas que dan para mucho. 1407 metros de desnivel, que también ayudan para lo del juego. Y además, el mayor centro de esqui de fondo por aquí, con 150 km. De pistas, al parecer. En esto hablo de oídas.
Las pistas, todas, espectaculares. Para repetir y divertirse y volver a repetir. Todas divertidas, variadas en pendientes y direcciones, para juguetear con la pendiente y la velocidad, tanto azules, más suaves, como las rojas, en general potentes y exigentes, suficientemente largas pero que permiten bajarla completa a un esquiador en forma lamentable como yo y además pasándolo muy bien.
Y luego, mención aparte, la joya de la corona. La pista “Olimpia”. Baja desde la cima de la estación hasta el valle, 1400m. de desnivel a lo largo de 7,3km de longitud. Dividida en tres tramos, Olimpia I, II y III, son negros los dos primeros, con algunas palas importantes, pero en prácticamente too el recorrido ancha y permisiva dentro de su dificultad, y el último que llega hasta el valle esta pintado de rojo, aunque es prácticamente igual que lo anterior. No se si se deberá a que hay que hacer que parezca más fácil, para volver al aparcamiento, pero también tiene un par de palas “animadas”.
Se puede hacer la bajada completa sin parar en los puntos intermedios, para quien tenga piernas y esas cosas.
El tercer tramo de esta pista, entre la llegada de la cabina del valle y el aparcamiento tiene iluminación para esquí nocturno, que creo que es miércoles y domingos, según rezan los papeles.
El mayor peligro de esta pista es su paisaje. Se queda uno embobado mirando el horizonte, el entorno, el valle abajo y enfrente, iluminado por el sol, los pueblos... Y ¡zasca! Se te olvida que es una pista negra que hay que esquiarla y pasa lo que pasa.
En prácticamente todo el desnivel, el bosque rodea las pistas. Coníferas de un porte espectacular que cuando estén cubiertas de nieve tienen que configurar un entorno de postal alpina o libro de cuentos.
También he de significar aparte la pista azul “Via del Bosco”. Un largo y estrecho camino totalmente entre el bosque, con toboganes y curvas, casi un “skicross” de cuatro kilómetros y medio de largo, enormemente divertido y con una reglamentación y señalización muy curiosa.
Y esto es todo. No se puede contar mucho más, pero es que esto es mucho en muy poco.
Bueno, si. Yo también tuve mi “zona intermedia”.
Y luego la parada final.
Por aquí andaré, si alguien quiere algo. O jamón, que también.
SL2, ratón.