Ponemos rumbo a Pamporovo, la primera de las estaciones que hemos marcado en el camino a través de este país. El camino es bueno mientras dura la autopista, luego se convierte en una sucesión de baches a través de un valle precioso desde el que se accede a la estación. En principio, todo va bien bajo una ligera evada, pero la cosa va cuajando y se me complica la vida. Pese a los neumáticos de invierno, hay un momento en que mi aparato dice basta. La combinación de tracción delantera con un gran voladizo trasero que carga mucho peso, resta eficacia y adherencia a las ruedas y en una rampa un poco mas empinada que las anteriores, se planta y dicen lo de “hasta aquí hemos llegado”. No hay problema, se ponen las cadenas y a seguir. Pero lo que no hay que poner es el freno de mano. Se puede quedar congelado y trabado. No lo hace a la primera, por suerte. Farandi que iba delante, ha bajado a ayudarme, dejando la autocaravana en el primer sitio que puede sin molestar demasiado, y pegándose una carrera de cuidado, pobrecito mío, para auxiliar al yayo. Finalizada la maniobra, volvemos a buscar su máquina y seguir, estamos a apenas un par de kilómetros de la estación. Y nos encontramos a la policía montándole el número según aparecemos. Me expulsan inmediatamente y me busco la vida como puedo, con resultados fatales, pues vuelvo a meter la pata con el freno de mano.
Esta vez voy yo en su auxilio, ponemos sus cadenas, con lo que consigue entrar en el aparcamiento con las ruedas haciendo ya cosas raras y la policía tomando todos los datos del mundo mundial para multarle lo mas que puedan, han olido a guri y hacen presa de manera inmisericorde. Inestimable ayuda en esos momentos por parte de Sergio007 y moshkis, que gracias a sendas cónyuges búlgaras, nos facilitan traducciones y comunicaciones mas fluidas, aunque sin resultado en cuanto al tema sanciones.
Mientras, yo ya la he liado. Cuando vuelvo y trato de entrar al parquin, el tren trasero está absolutamente bloqueado. Ni para adelante ni para atrás. Solo resbalan sobre el hielo, lo que me permite al menos no quedarme en medio del cruce, sino solo a un lado. Intentos de desbloqueo de todas las maneras que la imaginación y los medios permiten.
Todo completamente infructuoso. Así que se impone la solución drástica. Asistencia en carretera. Con las demoras lógicas de la situación, todo se resuelve en un plazo razonable y en unas horas, no demasiadas, acabamos Jamoneta y yo subidos en una grúa camino de un taller en Smolyan. Los grueros, unos artistas, no era fácil subir ni bajar mi cacharro a la plataforma sin rascar la trasera, pero lo hicieron si un rasguño. De los rasguños ya me he ido encargando yo.
Noche en la puerta del taller y a la mañana siguiente me atienden con amabilidad y eficacia. Revisan todo el sistema de frenos, ajustan lo necesario y limpian de restos de hielos y agua la zona, dejándolo en perfecto estado. Todo antes de las nueve de la mañana, así que emprendo camino de nuevo hacia la estación a encontrarme con Farandi y esquiar lo que se pueda.
De nuevo, la subida, esta vez por otro camino, se pone delicada, y esta no quiero estropearlo, así que en el primer sitio adecuado encadeno de nuevo y pasito a pasito llego arriba sin novedad.
Ya se ha recorrido la estación entera el esquiador arriesgado, así que con un forfait de medio día repetimos (repite) lo que ya ha conocido.
Me gusta. Disfruto de una nieve estupenda con la que parecen fáciles hasta las pistas negras, además de algunas largas y divertidas azules y rojas.
Mucha gente, todo entre pinos y bastante bien servido de remontes, unos mas nuevos que otros, pero bastante bien distribuidos que la hacen agradable de moverse y aprovechar el tiempo de esquí. No es una estación con un gran desnivel, pero pese a ello hay unas cuantas pistas con pendientes mas que interesantes.
Para el que suscribe, hasta demasiado interesante, pero este arriesgado muchacho que me acompaña (o al que acompaño) me está pegando algunos vicios, y ya hasta entro en esos sitios incluso voluntariamente.
Empezamos con el pie malo, pero hemos salido con el otro.
Nada mas dar por terminado el momento esquí, arrancamos dirección Bansko, segundo hito en el camino búlgaro. Nos decidimos por el camino mas largo pero mas seguro en cuanto a carreteras y meteorología, lo que propicia una revisión de ruta a medio camino, y un cambio de rumbo que nos lleva a recalar en Borovets, que pensábamos visitar tras Bansko. La decisión, acertada. El camino elegido, menos. De nuevo una sucesión de baches durante cuarenta kilómetros para llegar a la estación. Encontramos una interminable sucesión de hoteles, bares, estripises, mas bares, alguna tienda y un sinfín de ingleses mayormente borrachos, que vamos esquivando según avanzamos en busca de lugar de pernocta. Todo tiene un cierto tufo a Magalluf que resulta muy familiar. Solo faltan balcones y piscinas.
Encontramos aparcamiento y nos damos una vuelta de exploración, que confirma el acierto de nuestra situación, con un remonte casi en la puerta, y además un lugar a salvo de la horda británica donde cenar algo y regalarnos unas cervezas tranquilos.
Mañana de buen tiempo y de cabeza a las pistas según abren. Conseguimos escapar de la marabunta que mas tarde (supongo que consecuencias de la nocturnidad) tomará los remontes, y esquiamos tranquilos un par de horas.
Luego, intentando cambiar de zona, nos encontramos la madre de todas la colas en la cabina que sube al sector mas alto de la estación.
Vuelta a la primera parte y repetición de lo que mas nos ha gustado, hasta que hacemos una segunda aproximación a lo que no conocemos. Esta vez la demora no es tan grande, pero nos comemos veinticinco minutos de espera, mas otros tantos de subida.
El telecabina no se puede decir que sea de última generación, así que se toma su tiempo.
Disfruto un rato de la zona alta, pero me pasa factura el esfuerzo, la cola, el exceso de peso y la falta de forma.
Así que en dos bajadas me rindo. Dejo a la otra mitad del grupo la tarea de explorar lo que nos ha faltado y tomo un bonito camino, divertido y juguetón, que me devuelve a la base y a nuestro campamento. En mejores condiciones hubiese repetido, en estas me di por satisfecho con sobrevivir.
Otra estación muy entretenida, con variedad de sectores y pistas, que encontramos de nuevo con buena nieve y nos proporcionó otro día de disfrute. Otra vez esquiando en pistas que me exigen mucho para mi pobre condición, pero que me ha dejado satisfecho y deseoso de más. Respecto a la estación, los remontes, excepto la cabina que necesita urgente renovación dado que da acceso a todo un gran sector de las pistas, son correctos, modernos y rápidos y bien concebidos para distribuir la gente en las diversas pistas. Mucha rojas de las que hacen disfrutar, algunas azules y verdes largas y cómodas y una negra divertida que fue repetida varias veces, ya que era la que llevaba a nuestro lugar de estancia y además nos cayó muy bien.
Una rápida comida al sol y de nuevo cadenas para los escasos metros que me sacaban del aparcamiento, esta vez Farandi se libró pero yo metí una rueda en un hoyo helado, y no hubo otro remedio.
Y desde allí a Bansko. Esta vez si vamos por el camino correcto en cuanto a firme, y se hace rápido y cómodo.
En Bansko, de nuevo park4night nos proporciona lugar fácil, cómodo, cercano a la cabina que lleva hasta la zona de esquí y prácticamente en el centro del pueblo.
Estamos en la estación mas afamada de Bulgaria, la mas conocida fuera de sus fronteras. Su base, a novecientos metros, es una gran urbanización construida en torno al antiguo núcleo rural, con hoteles, apartamentos, multitud de comercios, en definitiva un “resort” que busca alcanzar los niveles de los que encontramos en los Alpes.
De allí parte una cabina que lleva a pistas, con un largo recorrido que luego se puede hacer a la inversa esquiando. Este es su mayor inconveniente, ya que las colas a primera hora para subir son inmensas. Eso propicia una multitud de minibuses y taxis subiendo, ya que se puede alcanzar el frente de nieve por carretera. Hay varios aparcamientos arriba, pero son pequeños y están llenos enseguida. No investigamos si hacen reservas, pero si vimos uno con autocaravanas. Así que por cinco euros que cuesta el bus se evita una hora de espera. Y suben zumbando. Nosotros usamos ese método.
La estación, estupenda. Además, acompañados de un día soleado y luminoso que nos permitió disfrutar de toda su extensión y sus paisajes. Muchas y variadas pistas para todos los niveles, largas, variadas y muy bien servidas por remontes en su mayoría modernos y rápidos. Muchas de ellas entre pinos (bors, se llaman allí) Pasamos una jornada intensa, prácticamente no quedó ninguna pista por probar, y todas ellas nos dejaron muy satisfechos. La última bajada, si se organiza uno puede hacerse el desnivel completo de la estación, desde 2600m. hasta los 900 del pueblo.
Y luego, paseo y homenaje gastronómico en un simpático local con música en directo. Una día completo y plenamente satisfactorio.
Al siguiente, sábado, la multitud se ha multiplicado, lo que nos hace pensar si valdrá la pena subir a unas pistas que se adivinan completamente atestadas.
Y estando pensando en que hacer, recibimos una invitación de Georgi, un amigo de moshkis con el que éste nos ha puesto en contacto a raíz de los problemas de Pamporovo. Nos espera a partir de las doce para una barbacoa en su casa, con su familia. La decisión está tomada. Barbacoa. Y acertada decisión.
Pasamos la mañana, el mediodía y parte de la tarde (no quisimos alargarnos más, pese a su insistencia) disfrutando de carnes a la parrilla, variados guisos locales, vino de confección propia y licores caseros. Pese a las dificultades idiomáticas, y con ayuda del inglés, disfrutamos de esta estupenda familia, Georgi, su novia, y sus padres. Padre que merece capítulo aparte, es un personaje espectacular. Además de ser el que fabrica el vino y la rakía, licor de la zona parecido al orujo, y que se toma “para calentar” antes de empezar a comer, este caballero, de setenta y tres años, es profesor de esquí y snowboard en una escuela local. Nos cuenta que en el snow empezó hace pocos años, llevado por la curiosidad. Cuando llegó a la comida venía de las pistas, claro.
Nos retiramos un tanto perjudicados a descansar, y al día siguiente abandonamos Bulgaria con dirección de vuelta a Serbia, intentando recuperar Kopaonik, que se frustró en el primer intento, como ya quedó relatado.
Seguimos en la carreteras y en las pistas.
SL2, ratón.