La Pinilla: gran estación, pésima dirección
El sueño de un visionario italiano, José Pirinoli, decidió a mitad de los 60 que la última montaña del Sistema Central antes de la Meseta era el lugar para crear una estación de esquí. En sus viajes, siempre veía nieve esa última cara Norte e imaginaba palas de esquí. Armado de una pasión tan contagiosa como poco cerebral, puso en marcha una bendita locura que hoy cuenta con una afición que es “militante” y un pueblo, Riaza, que compró la estación en pérdidas por un euro para evitar que se cerrara. Y que la defiende a capa y espada, todavía y siempre resistiendo al invasor.
La Pinilla, propiedad de Riaza pero instalada en el término vecino de Cerezo de Arriba, tiene tres activos que la han mantenido con vida. El primero, el afán de Riaza (poco más de 2.000 habitantes) de conservarla. Los riazanos son los galos irreductibles. El segundo, la cercanía de Madrid (una hora en coche), que hace que en cuanto hay nieve, pase lo que pase, la estación reviente. Y la tercera, una montaña mágica: es una estación pequeña pero con enorme personalidad, un plató de aprendizaje y luego un laberinto de palas y pistas con mucho encanto y mucha variedad en tan corto escenario: bosque, palas rojas, rojas negruzcas, azules con sorpresa…
Esa magia, y esa pasión tremenda de la afición pinillera y del pueblo de Riaza de sobreponerse a todo mantienen a flote, con rachas de buena y mala salud, una estación imposible. Imposible porque en el Sistema Central, con base a 1.500, plató a 1.800 y cota máxima a 2.000, no sólo no hay nieve, sino que cuesta trabajo encontrar temperatura para su fabricación. Imposible porque las Leyes de Murphy son las Leyes de La Pinilla. Este año, un invierno duro para todos, se ha encontrado en La Pinilla con golpes de mala suerte (o lo que sea) como que un delincuente cabreado sabotee 50 cañones de la estación y los deje fuera de servicio. O que un ladrón, soplete en mano, robe 7.000 euros de la caja fuerte.
Después, hay otro viento en contra que no es azaroso. La Pinilla tiene un director, Angel González, muy desafortunado. Es una estación municipal, y ello precisa de una austeridad tremenda. Es un milagro que un pueblo un pequeño tenga una estación de esquí. Es un modelo que en nuestro Reto 33 Estaciones hemos encontrado en Tavascán (Lladorre) y La Covatilla (Béjar). Son pueblos que sin las ayudas de sus Comunidades Autónomas luchan por mantener la vida del pueblo en invierno con sus estaciones de esquí. En Tavascán, el director es el conductor de la ambulancia del Valle y regidor del ayuntamiento. En La Covatilla, el director da clases de esquí, hace relevos en los remontes e incluso sube a la pisanieves. En La Pinilla, el director toma café mientras los clientes se agolpan en colas y montan en cólera por la última avería del telesilla de entrada, el Superexpress.
La dirección actual de La Pinilla ha convertido la austeridad en una excusa para recortarlo todo. Con tal de dar beneficio y sacar pecho, todo vale. Todo se rompe. Nada se abre. Y eso acaba siendo caro. El año pasado, por citar un ejemplo muy claro, el ahorro en mantenimiento del telesilla llevó a tener la estación cerrada en el momento estrella (llena de nieve) porque se rompió. Es un gran ejemplo de lo que pasa en La Pinilla: la estación llena de nieve y pisada, pero cerrada porque el telesilla estaba roto porque no se había hecho el mantenimiento, se tardó diez días en abrir porque el proveedor del telesilla estaba enfadado con el director por su mal trato y no agilizó la reparación y, finalmente, porque el telecabina que existe en paralelo no estaba operativo porque, para ahorrar, no se había pasado la revisión legal.
El resultado fue catastrófico: diez días con la estación cerrada a tope de nieve por “ahorrar” en el mantenimiento del telesilla, en la revisión del telecabina y en relaciones públicas con el proveedor. ¿Ahorro? Fue el peor gasto, con la estación cerrada los diez mejores días del año.
Es sólo un ejemplo, que ha vuelto a reproducirse este año. El único ánimo de González es presentar beneficio, y una pésima gestión de comunicación y nulo marketing, está llevando la estación al límite.
Y eso que La Pinilla es realmente una estación con magia. Por eso la defienden sus fieles militantes. Porque engancha. Tiene pistas auténticas y algunos elementos envidiables: una gran red de cañones, tornos electrónicos en los remontes (mal colocados) y una montaña mágica y con pendientes variables y diferentes ambientes. Hasta tiene un hotel, moderno, que siempre está vacío porque para una habitación no se va a abrir… Y siempre para conseguir la segunda hay que alquilar la primera.
La Pinilla tiene tradición, historia, una gran afición y es un lugar de culto al esquí. Sin duda, es lo más divertido que puede esquiarse en los alrededores de Madrid. Tiene trabajadores profesionales que llevan 40 años gestionando nieve. Pero el aroma vintage general, la inexistencia de gestión online y los contratiempos constantes enfadan y generan las críticas de clientes que vienen de lejos para encontrarse problemas y más problemas.
La Pinilla bajó su cota (aún pueden verse las ruinas del remonte más alto en el Pico del Lobo, a casi 2.300 metros, hoy zona militar) y algunas de sus palas extremas. Existen proyectos de recuperar el dominio histórico y de recuperar pistas emblemáticas. Pero siempre se choca con el inmovilismo y la austeridad mal entendida: el día de nuestra visita, con la estación a reventar de nieve y público, ni siquiera se abrió el telecabina para agilizar colas y hasta algunas perchas emblemáticas, como la de Focas o la del Stadium, permanecían cerradas, para ahorrar.
Si no la conoces, tienes que venir a La Pinilla. En muchas estaciones se dice que si esquían en ella, ya sabes esquiar en todas partes. Si eso es verdad en algún lugar del mundo, es en La Pinilla. Una estación llena de trucos, un pueblo espectacular de pie de pista (Riaza), con gastronomía, diversión y servicios, Madrid a una hora y la Nacional I apenas a 15 kilómetros, con carretera limpia y buena nieve. Es además una estación de esquí con un bikepark de referencia en verano. Aunque por el camino que lleva actualmente, pronto dejará de ser una estación de esquí con bikepark para convertirse en un bikepark donde algunas veces se esquía.