Y muy a nuestro pesar, tenemos que abandonar el paraíso, porque nos propusimos conocer más allá de lo ya conocido y deseábamos explorar nuevos territorios desconocidos para nosotros.
Es así como tomamos nuestro autobús de vuelta, que nos vino a recoger muy cerca del hotel donde tiene su primera parada y después de pasar por las tres áreas de Niseko, fuimos abandonando el lugar, echando de vez en cuando una mirada hacia atrás para contemplar, hoy sí, por última vez el volcán sobre el que está situado la estación.
Y llegamos al aeropuerto de New Chitoise y recalamos en Sendai. Pero Sendai es un destino accidental, ya que nuestro objetivo es llegar a Yamagata, en lo más remoto del conocido Deep North, como lo describía Basho, un poeta del siglo XVII, cuando realizó un viaje por esta región
Y es que el norte profundo o lejano norte, es una zona montañosa, agreste y a menudo glacial, le resultó extremadamente remota. Parte de esta región aún lo es hoy en día.
Yamagata tiene aeropuerto y además está cerca de la ciudad, pero los vuelos son escasos, al no ser una ciudad demasiado grande y además son caros. ANA no ofrecía el servicio de conexión entre New Chitoise y Yamagata y JAL sí, pero a un precio que no consideramos apropiado. Tuvimos, por tanto, que plantearnos alguna alternativa.
La primera que se te viene a la cabeza es la del tren, ya que el JR-Pass da mucha flexibilidad a la hora de trasladarte utilizando este medio de transporte. Ir en tren suponía una paliza, porque además de las muchas horas que suponía el trayecto, eran necesarios infinidad de trasbordos, que cargados con las maletas lo consideramos inapropiado, además de tardar más de 10 horas.
Pero buscando un poco más, descubrimos una combinación que no estaba del todo mal, y era la del aeropuerto de Sendai. Mucha más oferta para este aeropuerto y además con la tarifa plana de ANA no nos suponía nada más que un coste adicional de 100 €.
Y como valor añadido, la conexión entre Sendai y Yamagata era sencilla. Una vez aterrizamos, tuvimos que tomar un metro que nos llevaría a la estación central de Yamagata y de ahí un tren regional que es línea directa y que tras unas cuantas paradas nos deja en el mismo Yamagata donde habíamos reservado el alojamiento.
El Norte profundo o Tohoku (que literalmente significa Nordeste) comprende un conjunto de regiones que tradicionalmente han sido zonas rurales y pobres. Aquí se puede encontrar el Japón más tradicional y existen unas cuantas zonas para visitar que merecen mucho la pena, tales como castillos o ciudades samuráis, que si se dispone de tiempo, bien merecen una visita.
Y aquí nos hayamos, en el país de la nieve o Yukiguni, en cuya costa occidental, la que da al mar de Japón es una de las zonas con mayor precipitación en forma de nieve del mundo, un paraíso, al fin y al cabo, para los amantes del esquí.
El hotel estaba cerca de la estación de tren y la reserva la quisimos hacer así para facilitar nuestros movimientos. Teníamos planeado realizar un día de esquí y otro día, el día de abandonar la ciudad, nos planteamos hacer algo de turismo en el conocido templo de Yamadera, para ya por la tarde finalizar nuestra visita a esta región.
Desde la ciudad de Yamagata hasta la estación de esquí, existe una línea regular de autobús, que no es un esquí bus, sino una línea que pasa por diversos pueblos hasta llegar al mismo pueblo desde donde nace la estación de esquí. El trayecto dura unos 40 minutos.
Y es que Zao, o mejor dicho, Zao Onsen es un pueblo, y uno de los destinos turísticos más antiguos y respetados de todo Japón, debido a su historia y a la tradicional utilización de los onsen, que llevan utilizándose en esta zona más de 1.900 años, cuando fueron descubiertos en el año 110.
El mismo pueblo de Zao es un paraíso de las aguas termales. Los onsen están enclavados en la misma base de la estación de esquí como se muestra en el plano de la propia estación, son públicos y están al aire libre, por lo que reciben la denominación de rotenburo. Zao es la población con los onsen más antiguos de todo el país.
Estos onsen se alimentan de los propios ríos con aguas ricas en ácido sulfúrico, azufre, hierro, aluminio, sulfato, cloruro y cuyo olor no resulta precisamente agradable, similar al de los huevos podridos, pero que según se dice, son aguas muy buenas para la piel y beneficiosas para la salud con propiedades curativas, muy indicado para diversas lesiones y dolencias, como cortaduras, quemaduras y las afecciones de la piel.
El agua de estos Onsen es muy ácida, de las más ácidas del país, cuyo valor de pH varía entre los valores de 1,25 y 1,6, por lo que se recomienda quitarse los anillos, relojes, collares y otros objetos metálicos antes de bañarse. Su acidez es superior al que contiene, por ejemplo, el zumo de limón. Cuando esta agua tan ácida entra en contacto con el aire, se oxida, lo que le da un característico tono blanquecino.
Estos ríos descienden de las mismas laderas, y resulta extraño estar esquiando al mismo tiempo que se huelen las aguas termales.
La estación de esquí recibe una media anual de 12 metros de nieve, lo que no la deja muy atrás de Niseko, pero por lo que más se la conoce a la estación es por los famosos monstruos de la nieve o Juhyo.
La estación, pese a lo que indican sus 50 kilómetros esquiables, es un complejo enorme que cubre unas 305 hectáreas de terreno esquiable y, además, dispone de la pista más larga de todo Japón, un recorrido de unos 10 km. de longitud y un desnivel máximo de casi 900 metros.
El horario de la estación de esquí y la oferta de forfaits son muy similares a lo que nos encontramos en Niseko y Rusutsu. Empezamos a creer que en todo Japón se aplica la misma política, es decir, un horario ininterrumpido que en este caso va desde las 08.15 h. hasta las 21.00 h.
La zona de los Juhyo, aunque está incluida dentro del forfait, no es accesible de noche, de forma que si se quiere visitar será necesario pagar un ticket aparte que cuesta unos 2.500 Yenes, aproximadamente 20 €.
Como se puede ver, existen las opciones de comprar forfait de cuatro y cinco horas, además de la opción del forfait de día, y todos son permitidos para su uso en el esquí nocturno.
Pero además, tienen un curioso sistema de forfait por puntos, de forma que está permitido su uso para determinados remontes que te llevan a alguno de los onsen o que te suben a alguno de los miradores de forma que cada uno de ellos te va restando una serie de puntos, que no son los mismos en todos los remontes. Algo muy similar a los tickets que antiguamente se utilizaban en algunas estaciones de España.
Y otro forfait muy curioso es el de 10 y 18 horas, que pueden ser utilizados cualquier día de la temporada, no es necesario que sean en horas consecutivas, pero los gastos se hacen por unidades de hora, es decir, si pasas un torno la primera vez, se descuenta una hora. Una hora en la que está permitido atravesar cualquier torno. Si se te pasa la hora y se quiere seguir esquiando, al pasar de nuevo el torno, se descuenta otra hora y así sucesivamente hasta que se acabe el crédito. Muy útil cuando se piensa en esquiar en horas sueltas para los ratos de antes o después de una jornada laboral. Muy indicado también para estudiantes.
En cuanto a las tiendas de alquiler de esquís, la verdad es que aquí no tienen precisamente muy buen material. Buscamos en unas cuantas tiendas, pero todas tenían una calidad similar, así que no nos quedó más remedio que alquilar un material mediocre que no nos permitió disfrutar como era debido de la nieve de esta estación.
Una nieve que es muy distinta a la nieve de Hokkaido, porque aunque también era de mucha calidad, ya no se trataba del famoso champagne-powder. Nieve no faltaba, aquí también caen ingentes cantidades, como ya he mencionado, una media de 12 metros anuales y de una calidad muy buena, una calidad, que esta vez sí, es similar a la que se puede encontrar en los Alpes.
Las primeras impresiones que tuvimos de Zao es que era una estación muy conocida por los japoneses pero no así por los extranjeros. No vimos a ningún extranjero en todo el día, sólo gente de la zona y algún visitante de otra región.
Tanto es así, que en la entrada del teleférico en el que compramos los tickets, se extendían una serie de puestos de comida que servían caldos calientes y desayunos japoneses, orientado, claro está, al público mayoritario de la estación.
Y este teleférico nos dejó en el monte Torkabuto, que según el plano, debe mostrar unas vistas impresionantes, pero desgraciadamente, lo único que veíamos era niebla, por lo que tras realizar las fotografías de rigor iniciamos nuestra jornada de esquí.
Una de las cosas que caracterizan la prefectura de Yamagata es que aproximadamente el 75 % de su superficie es arbolada y montañosa. La mayoría de los árboles presentes son en realidad pinos Aomori. Y la verdad es que el dato parece ser cierto a juzgar por las imágenes que se presentaban ante nuestros ojos.
Zao Onsen forma parte de las montañas Zao, sus pistas se extienden a lo largo del monte Jizo y su base se encuentra a unos 880 metros sobre el nivel del mar, por lo que en su día recibió la denominación de Takayu, que significa Onsen de Tierras Altas.
Estas montañas, son en su mayoría son volcánicas, hecho fácilmente comprobable porque no muy lejos de la estación se encuentra una de las atracciones turísticas que es posible visitar en verano. El lago del cráter Okama, también conocido como Gosiki-numa, el pantano de los cinco colores, denominación derivada del hecho de que sus aguas varían de color a lo largo del día y que junto a los monstruos de hielo es el símbolo representativo de Zao.
Y es que de nuevo nos encontramos otra estación de esquí enclavada en el entorno de un parque natural. Quizás sea que los japoneses saben respetar el medio ambiente. Desde luego el entorno es espectacular.
La estación, al igual que nos ocurrió en Rusutsu, no tiene una buena señalización, lo que agudiza nuestras dotes detectivescas y pone a prueba nuestro sentido de la orientación.
Se puede decir que se divide en dos zonas claramente diferenciadas, el área central, que aparece en la parte izquierda del plano, y el área de los Juhyo-gen o curso de los Juhyo. Para llegar de la primera a la segunda, es necesario quitarse los esquís y andar unos 300 metros, atravesando dos puentes que cruzan sendos ríos de aguas termales, hasta llegar a la segunda zona. Pero desde la segunda zona sí es posible llegar a la primera esquiando.
Comento este detalle porque en el plano de la estación se dice que estas dos áreas están comunicadas y se sugiere que se pueden cruzar esquiando, pero no es cierto, un detalle que pongo como ejemplo de la mala señalización.
La parte de atrás del área central es una zona tranquila y con pocos esquiadores, con pistas que también son sencillas, ideales para gente en progresión, ya que entre la sencillez de las mismas y la buena nieve que también se encuentra frecuentemente en esta estación, hacen sencilla la práctica del esquí hasta para el más torpe.
Los remontes de esta zona, eso sí, no son de última generación, pero ni falta que hacen.
Desde luego, no tuvimos mucha suerte con el día, porque si bien esperamos que la zona esté cubierta de nubes y siempre nevando, como indica su fama obligada por la orografía del lugar, lo que no esperábamos es que también estuviese en su parte alta envuelta en una densa niebla.
Y tal era así, que la dirección de la estación decidió encender las luces de los focos dedicados al esquí nocturno para mejorar en algo la visibilidad, lo que da una idea de la vocación de servicio orientado al cliente que tienen en general todos los japoneses, un detalle que noté en cualquier negocio por todo los lugares a los que viajamos.
Pero por suerte, esta niebla sólo se encontraba en la parte alta de la estación, y en cuanto descendíamos un poco, la visibilidad mejoraba enormemente, hasta tal punto que a veces nos quedábamos paralizados ante tanta belleza.
Para acceder al área central, hay que tomar un teleférico que tenía esta pinta.
Una obra de ingeniería que nos permitía salvar el desnivel en muy corto espacio de tiempo, pero a la japonesa, es decir, como sardinas en lata, lo que resultaba algo incómodo, pero que gracias a la educación japonesa, totalmente antagónica a la nuestra, se hacía bastante más llevadero el trayecto. Es increíble el gran respeto que tiene todo el mundo para con todo el mundo.
Gracias a este teleférico, es posible de disfrutar de estas maravillosas pistas sin apenas pasar por obstáculos artificiales y sin dañar apenas el entorno. Unas pistas que se disfrutan.
Pero uno de los motivos, digamos que el motivo principal por el que visitamos esta estación en lo más remoto de Japón era para poder disfrutar de los famosos monstruos de hielo o Juhyo.
Para poder verlo, teníamos que cambiar de zona, pero esta tarea, que parece fácil, no lo es tanto, porque la señalización de la estación como ya he dicho no es muy buena, por lo que dimos unas cuantas vueltas, hasta que por fin decidimos que lo mejor era descalzarse los esquís e ir andando por las calles hasta llegar al otro remonte.
Y aunque las calles están repletas de nieve, con aceras improvisadas hechas con máquinas de nieve, está totalmente prohibido ir con esquís por las mismas. Por lo que toca hacer un tramo andando con los esquís a cuestas sobre una superficie inestable.
Y una sorpresa más. Antes de entrar al otro teleférico, el que nos llevaría a conocer las famosas formaciones heladas, nos encontramos con una clara referencia al reino por excelencia del esquí alpino.
No fue la única. A lo largo de todo el reino blanco nipón encontramos muchas referencias a esta meca del esquí y también muchos de los alojamientos y restaurantes tenían nombre alemán.
El teleférico lo pueden utilizar tanto esquiadores como visitantes de a pie, ya que los monstruos de hielo son una atracción turística que mucha gente viene a contemplar. De hecho, cuando subíamos a la estación, vimos en la portada de un periódico local la fotografía de los Juhyo y nos dijeron que era el primer fin de semana que se podían disfrutar, y por eso era noticia ¡Menuda suerte hemos tenido!
Pero esta fortuna significaba pagar el precio de sufrir nuestra primera y única larga cola en todo nuestro tour de esquí. Para acceder tuvimos que esperar algo así como 30 minutos, hecho que nos hizo decidir no volver a utilizar este remonte en todo el día.
Y en la estación de subida al teleférico, unas cuantas fotos con la referencia de lo que veníamos buscando. Esto es lo que nos espera. Pero nos espera con "algo" de niebla.
De nuevo, para aprovechar al máximo los viajes, nos embutieron en la cabina de tal forma que no existía ningún espacio sobrante y con una sensación algo claustrofóbica.
Para llegar hasta arriba del todo, es necesario cambiar a otro telecabina, que esta vez sí, no tiene apenas cola, ya que ésta se contiene en la base del teleférico. Y una vez llegamos, nos encontramos el espectáculo ante nuestros ojos.
Estas formaciones se pueden observar desde un restaurante con un inmenso mirador, desde el que el turista esquiador no preparado para las bajas temperaturas puede observar cómodamente sin ponerse en peligro.
Pero los esquiadores, que llevamos un equipamiento adecuado, sí podríamos disfrutarlos desde más cerca y, la verdad, es que merecen y mucho la pena, aunque a decir verdad la pena fue la niebla que nos acompañó en toda nuestra jornada de esquí.
La niebla no nos abandonó en todo el día, por lo que el disfrute de este espectáculo quedó algo eclipsado y tan sólo nos podíamos imaginar como sería el espectáculo si pudiéramos ver el bosque helado al completo. Ni los intentos de la estación para aumentar la visibilidad encendiendo los focos daban su fruto.
Pero es que esta niebla es una de las condiciones necesarias para la formación de los Juhyo.
Como se puede ver en el cartel que la propia estación facilita para la lectura de los usuarios, los vientos, procedentes de Siberia, que vienen muy fríos y secos, se calientan y se cargan de humedad en el mar de Japón y al llegar a la isla, debido al relieve, y a la inmensa cadena montañosa que forman los Alpes Japoneses, el aire se ve obligado a subir y a enfriarse de forma que se condensa, debido a la menor presión y temperatura, pero al no encontrar contaminación (léase como tal partículas de polvo en suspensión y otros elementos similares), las gotas de agua que contienen las nubes condensadas se enfrían pero no se congelan.
Cuando estas gotas de agua sobreenfriadas chocan contra el relieve y contra la vegetación de estas montañas, éstas se congelan inmediatamente dando lugar a estas espectaculares formaciones que dan rienda suelta a nuestra imaginación.
Este fenómeno se le conoce técnicamente como lluvia engelante. Un fenómeno que es muy común en todas las montañas del mundo, pero que aquí cobra especial relevancia debido a que el proceso de congelación es continuo desde finales de enero hasta marzo, con unas temperaturas medias en todo ese periodo de unos -8 ºC.
La fecha más recomendada para disfrutar de estas formaciones es en febrero.
Y es que estas fantasmagóricas formaciones son muy comunes a lo largo de todas las montañas del norte profundo, pero pocos son los lugares que permiten su contemplación de forma tan cómoda ya que es de los pocos sitios accesibles donde se puede disfrutar de este espectáculo.
La estación permite esquiar en toda el área de los Juhyo, pudiendo disfrutar de los pocos fuera pista controlados, pero es algo que no hicimos rigiéndonos a lo que dictaba la prudencia, y es que con niebla no es aconsejable salirse de las pistas balizadas.
Aún así, pudimos disfrutar de las pistas que salen de este telecabina y que atraviesan las formaciones, permitiéndonos disfrutar de su belleza a lo largo de todo el trazado.
Y cómo no, precisamente en la cima, una vez más nos encontramos con la típica campana para anunciar tu presencia a los dioses.
Y una vez anunciada tu presencia, lo que se debe hacer es ir a presentar los respetos al Buda correspondiente y pedir un deseo. Aunque a veces esta tarea se torna difícil, sobre todo si las imágenes quedan enterradas en nieve.
Y una vez cumplido el protocolo, que no pocos hacían, tanto esquiadores como paseantes fugaces, nos calzamos los esquís y a seguir disfrutando todo lo que se pueda de estas maravillosas pistas. Primero rodeado de los monstruos de nieve, en una pista que los atraviesa por completo.
Y más abajo desaparece la niebla y se ensanchan los caminos.
Y las vistas espectaculares dan paso a bajadas salvajes como esta que muestro en las fotos, la pista Yokohura, que con 38º de inclinación, nieve sin tratar y bañeras, es la pista más difícil de la estación.
Y Mercedes se atrevió con ella y salió indemne, no sin pasar un poco de miedo, mitigado en parte por la ayuda que le ofrecíamos Mary Joe y yo.
Aunque muchos de los locales se atrevían con ella sin pudor ninguno. Convenimos en llamar al esquí japonés de esta zona como el esquí kamikaze, porque existían verdaderos novatos bajando la pista en cuña y cayendo de formas inverosímiles. Lo que yo aún me ando preguntando es como no salió nadie de allí lesionado. Les deben proteger los dioses a los que adoraron previamente en la cima del Juhyo-gen.
Pero en esta área también hay pistas para todos los niveles, pistas bien anchas, fáciles de esquiar que resultan relajadas y un placer para la vista. Y es que esta zona es la que mejores pistas tiene. Además para todos los niveles
Desde la cima en la que se contemplan los Juhyo y se da la campanada de salida, hasta la parte más baja de la estación, se puede esquiar de un tirón y sin paradas previas, conexiones o, lo más importante, sin remadas, en un trayecto que llega a los 10 kilómetros y que suponen un no despreciable desnivel de unos 800 metros.
La estación tiene muchas posibilidades de fuera pista, debido a la gran cantidad de nieve y al terreno tan amplio en el que se encuentra, pero resulta difícil practicarlo debido a la espesa vegetación.
Por lo que sólo es posible practicarlo en la zona de los Juhyo, donde los árboles no están tan juntos entre sí, aunque me dio la sensación que incluso en esa zona no era fácil, por lo que no es una estación recomendada para el fuera pista y es más bien una estación que se adapta bien a aquellos que gustan de bajar por pistas.
De hecho, en pistas no nos ocurría lo mismo que en Hokkaido, difícil, aunque no imposible, era que nos cubriera la nieve más allá de los tobillos.
La estación está muy enfocada al turismo japonés y no parece que pretenda captar al público foráneo. Y eso nos gusta.
Y aunque la nieve, en general estaba muy bien, en la parte baja de la estación perdía algo de calidad y estaba más húmeda, aunque sin ser algo exagerado. Claro, que veníamos del paraíso y para nosotros esto se convertía en mala nieve, pero era una apreciación totalmente subjetiva y carente de razón, porque esta nieve ya la quisiéramos para nuestras estaciones patrias la mayor parte de la temporada y no de forma ocasional.
Y decidimos regresar de nuevo a la otra zona, porque aunque el forfait nos permite esquí continuo hasta las 21.00 h. no ocurre lo mismo con la tienda de alquiler, que nos advirtió que cerraba a las 17.00 h. por lo que nos vimos obligados a terminar la jornada de esquí prematuramente, mirando con nostalgia y envidia esas pistas iluminadas que también nos cautivaron.
Empezamos a creer que tenemos un monstruo dentro que se está volviendo incontrolable. Estábamos sin comer, debido precisamente a la limitación de horario que nos impuso la tienda de alquiler y aún así queríamos más.
Al menos nos vamos con buen sabor de boca, y con las imágenes tatuadas en nuestra retina del reino de fantasía que se nos muestra en esta estación.
Y se acabó nuestro día, nos quitamos las botas de esquí y nos pusimos un calzado más cómodo y buscamos un sitio para comer algo. Y disfrutamos de esa comida, al ser un pueblo como debe ser y no un resort artificial, los servicios están a la altura de lo que se espera y sobre todo al nivel que este país ya nos tiene malacostumbrados.
Y al terminar, vemos que el tiempo despeja y se ven las estrellas y en vez de ir a la parada de autobuses para regresar a Yamagata, nos planteamos visitar los Juhyo de noche.
La estación facilita el acceso a los peatones hasta las 19.50 h. a esta zona y de hecho por la noche únicamente se lo permite a los peatones porque está prohibido el esquí nocturno en esa área porque, según dice la propia estación, las condiciones climáticas pueden llegar a ser extremas y causar verdaderos problemas de salud.
Algo que me pareció más una excusa que otra cosa, porque si bien hacía un tiempo de perros en la cima que hacía sospechar que probablemente los técnicos de la estación pudieran tener razón, tampoco era tan exagerado como para no poder practicar el esquí.
Pero por lo que más me pareció que era una excusa es por el hecho de que se permitía el acceso a los peatones que podían salir del refugio y pasear por la zona para contemplar de cerca los árboles y hacer fotografías en el exterior sin que eso supusiera ningún problema.
Una excusa para poder cobrar a cada viajero 2.500 Yenes extra, que a buen seguro, les supone un buen botín, precio, por otro lado, más que justificado, porque el espectáculo bien merece la pena. Pero quizás podrían plantearse permitir el esquí con un precio de forfait adicional o extra.
Y digo que merece la pena y creo que no necesito explicar por qué.
Después del día con las condiciones climáticas tan adversas que tuvimos, nos dió mucha alegría comprobar que el cielo se había despejado y nos permitía contemplar este fabuloso espectáculo calificado como tesoro invernal patrimonio de la humanidad.
Además, la iluminación de varios colores y enfocados desde distintas posiciones, crean ilusiones ópticas que parecen dar vida a estos monstruos helados.
Si algún día queréis venir a conocer estos monstruos helados y además queréis disfrutar de este espectáculo nocturno, es necesario que sepáis que no se iluminan todos los días.
En la página web de la estación se indican los días que se muestra el espectáculo de colores, que normalmente suele coincidir con los fines de semana de finales de enero y de febrero, además de en Año Nuevo y alguna fecha más.
También en febrero se realiza un festival de fuego y hielo, un castillo de fuegos artificiales, coincidiendo en el momento en el que estas formaciones alcanzan su máxima expresión.
Un festival en el que se usan antorchas y las llamas son manejadas con tranquilidad iluminando la oscuridad de la noche.
Una vista fantástica donde las criaturas conocidas como tengu de la mitología japonesa vienen desde el cielo y bajan esquiando manejando las antorchas.
También, en ese día también se ofrece un espectáculo que dan los profesores e instructores más expertos de la estación haciendo bellas demostraciones técnicas y realizando las más osadas acrobacias que son capaces de ejecutar al son que le marca el ritmo de los fuegos artificiales que se lanzan como colofón a esta fiesta.
Además, en los onsen cercanos se muestran esculturas de hielo y linternas de nieve para el disfrute de los visitantes.
El festival no tiene una fecha fija, por lo que deberéis consultar en la página de la estación para saber cuándo se realiza el mismo. Lo único que sé es que es en febrero, pero no sé ni en qué semana y mucho menos en que día.
Además, ese día, se abre un famoso onsen, el gran onsen abierto, que permanece cerrado durante todo el invierno pero que se abre justamente el día del festival y además se permite la entrada de forma gratuita, con una capacidad limitada a 200 personas.
Estas formaciones, como ya dije, se pueden encontrar en un número limitado de montañas del noreste de Japón y para que se puedan formar es condición necesaria que esas montañas dispongan de bosques de coníferas y que sufran de vientos fuertes (venturis) para que el agua superenfriada pueda adherirse a las ramas de los árboles y se congelen antes de que puedan llegar a caerse.
Además, para adquirir su forma completa, la capa de nieve debe ser de entre dos y tres metros de espesor, de forma que así se cubre la base de los árboles y recrea estas imaginarias figuras.
Y después de disfrutar del espectáculo, nos vamos a toda prisa, porque si no perdemos el último autobús de vuelta y no queremos tener que volver en taxi a Yamagata o lo que es peor, no queremos pasar la noche en la estación de esquí si los taxis dejaran de estar disponibles a esas horas.
Echamos las últimas miradas para tener un recuerdo que dure en nuestra imaginación y la estimulen hasta el punto de recordar otras cosas que no fueron.
Y así pasó el día que no pasó desapercibido. Algo que perdurará en nosotros por seguro durante mucho tiempo. Esto es inolvidable.
Y al día siguiente, ésta es otra historia.
Las conexiones por tren desde Yamagata hasta Nozawa no eran muy buenas por lo que tendríamos que dedicar medio día a estar viajando con las maletas a cuestas. Desde Yamagata iríamos hasta Nagano en un tren regional, para luego ir en Shinkansen en un tren que nos dejaría en una ciudad a medio camino entre Nagano y Tokyo, Koriyama, para por último utilizar otro tren que nos dejara en Nozawa.
Por este motivo y porque en Japón llegar a cualquier sitio muy tarde puede ser un problema, y cuando digo muy tarde me refiero a las 21.oo h., el viaje deberíamos empezarlo pronto y así tener alguna oportunidad de llegar a nuestro destino.
Por tanto, decidimos que como muy tarde saldríamos a las 15.00 h. dejándonos margen para coger otro tren que salía una hora antes.
Para poder llevarlo a cabo, si queríamos esquiar, deberíamos terminar sobre las 11.45 h. más o menos para darnos margen en devolver los esquís, quitarnos las botas e ir a la estación de autobuses y tomar el autobús de las 12.20 h. que llega a la ciudad a las 13.05 h. y una vez en la ciudad iríamos al hotel para cambiarnos, comer algo y volver a la estación con algo de tiempo por eso de ir cargados con el equipaje de tres semanas.
En el supuesto en el que llegásemos a la estación a las 8.15 h. para empezar a las 8.30 h. si teníamos que dejar de esquiar a las 11.45 h. como muy tarde significa que la jornada de esquí duraría algo más de tres horas, y decidimos que no merecía la pena tanta paliza cuando además nos esperaba un buen trote por la tarde.
Así que decidimos que esa mañana la dedicaríamos a visitar uno de los templos más famosos y conocidos de la prefectura de Yamagata. El templo de Yamadera.
Yamadera es una pequeña localidad cercana a Yamagata a la que se puede llegar en tren en aproximadamente 20 minutos. Además nos resultó fácil llegar porque era la misma línea que une Yamagata con Sendai, por lo que se podía decir que hasta ya conocíamos el camino.
Y muy cerca de la estación de tren se encuentra el templo o mejor dicho, el conjunto de templos de Yamadera.
Este conjunto de templos cuyo nombre original es el de Risshaku-ji data del año 880 y es uno de los parajes históricos más conocidos de la región de Tohoku.
Nada más salir de la estación de tren, nos abordó una señora mayor que no hablaba inglés y que nos hacía señas para que nos acercáramos a su local, una tienda que tenía un poco de todo y en la que además ofrecían caldo caliente a los viajeros.
Como es habitual en estos casos, pensamos que quería vendernos sus productos. Nos ofreció unas cuerdas, algo a lo que no encontrábamos explicación porque no imaginábamos cual podría ser la utilidad de dichas cuerdas. Pensábamos además en la ingenuidad de la señora si creía que íbamos a comprar tales viandas.
Pero parece que las sorpresas en Japón nunca acaban, y resultó que lo único que quería la señora es ofrecernos esas cuerdas para que nos las pusiésemos en los pies a modo de crampón y así poder caminar más seguro sobre la nieve, ya que todo el suelo estaba cubierto de una considerable capa de nieve. Un invento muy rústico pero que funcionaba.
Así que sorprendidos porque no sólo no hizo el menor intento de vendernos nada sino que además se preocupó para que pudiésemos visitar los templos con más seguridad comenzamos nuestra visita.
Según la leyenda, Ennin (Jikaku Daishi), que fue el sacerdote que fundó este conjunto de templos después de regresar de un viaje a China, cinceló la roca sobre la que están situados los distintos edificios para construir el templo principal el Konpon Chudo.
Aunque este templo data originalmente del siglo IX, la estructura tuvo que ser reconstruida en 1.356, pero lo que sí es original de esa época es la figura del buda rodeado de niños que está protegiendo la puerta de acceso al templo en el que se encuentra la famosa llama traída del monte Hiei en Kyoto, que previamente fue traída desde China y que se dice que nunca se ha extinguido desde el momento de su fundación hace ya más de 1.000 años. Esta llama tiene el nombre de Fumetsu no Hoto, la luz inmortal del Budismo
En este recinto se pueden encontrar hasta 40 edificios, la mayoría de ellos templos y casi todos encaramados en una orografía imposible. De hecho, el nombre del pueblo, Yamadera, literalmente significa "montaña templo" y adoptó este nombre precisamente a causa de este recinto. Y es que toda la montaña es en sí un templo.
Para acceder a ellos hay que atravesar un espectacular bosque de cedros centenarios que llegan a tocar el cielo y que en algunos momentos me hacen creer que nos hemos transportado a otro mundo.
La mayoría de los edificios están al final de esta escarpada montaña, atravesando este bosque y se alcanza subiendo los 1.100 escalones que median entre la entrada al recinto y el santuario interior Oku-no-in.
Y fue en las escaleras donde nos acordamos de la señora que nos ofreció las cuerdas y cada vez estábamos más agradecidos de que nos las hubiera dejado porque algunos de los tramos eran realmente resbaladizos y lo hubiéramos pasado muy mal si no fuera por este rudimentario sistema de retención.
El poeta Basho escribió un Haiku cuando visitó Yamadera en el viaje que realizó en 1.689 para conocer todo el norte profundo.
Ah el silencio;
penetra entre las rocas
la voz de la cigarra.
Según parece, los escalones son un medio para ayudar a alcanzar el camino de la iluminación y para eliminar los deseos terrenales, ya que estos van desapareciendo poco a poco en cada paso que se da.
Este conjunto de templos budistas de la secta Tendai se convirtió en el más importante del período Heian (794-1.185) que desarrolló la provincia de Dewa (ahora prefecturas de Akita y Yamagata). La mayoría de los edificios de Risshaku-ji fueron destruidos durante las guerras locales de principios del siglo XVI y su reconstrucción se llevó a cabo en el año 1.543 a las órdenes del moje Enkai.
Algunos de los edificios están literalmente equilibrados sobre pilotes para poder mantener la verticalidad y en la mayoría de ellos se pueden encontrar imágenes de piedra. Incluso también hay cuevas que fueron ocupadas en su día por monjes ermitaños.
Numerosos son los japoneses que suben los escalones con las cenizas de sus seres más queridos para asegurarse que irán al cielo.
Y en la montaña sagrada nos despedimos del norte profundo.
Nuestro viaje va llegando a su fin, aunque aún nos quedan unos días para disfrutar. Nos espera Nozawa, nuestra última etapa antes de regresar a España.
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